El sonido de la alarma en el teléfono de Cynthia lleva sonando unos minutos, pero la chica aún no es capaz de abrir los ojos. Tal vez es por esto por lo que, cuando la puerta se abre de golpe, no siente nada hasta que unos dedos fríos se aferran a su brazo con violencia y la sacan de la improvisada cama.
—¡¿Qué demonios te crees que haces, m*****a criada?! ¡¿Hasta qué hora tenemos que esperarte para que nos prepares el desayuno?! —la muchacha mira con el miedo en los ojos a Ivania, la hermana del futuro Alfa de la manada.
—¡Lo siento, me quedé dormida!
—¡No soy estúpida, ya me di cuenta! —la lanza con fuerza y Cynthia cae al piso delante de la mujer, golpeándose la espalda con uno de los estantes del trastero… porque ese es su cuarto—. Te doy diez minutos para que me tengas en la mesa un desayuno decente.
—Deme quince y le tendré lo que le gusta comer por las mañanas, señorita —dice la chica poniéndose de pie con la vista clavada en el suelo.
—¡Más te vale!
La mujer sale como entró, Cynthia cierra la puerta y se viste en un minuto. Corre a la cocina haciéndose un moño alto y desordenado, se lanza a la nevera y saca los ingredientes para el desayuno que a Ivania le gusta.
Trece minutos son suficientes para todo, coloca cada plato en la mesa y la mujer le dedica una mirada de odio antes de llevarse el primer bocado, el que termina escupiendo y lanza el plato contra la pared al mismo tiempo que su hermano entra a la cocina.
—¡Ivania, ¿qué demonios significa esto?!
—¡Pues que esa comida es incomible, Blake! ¡No le bastó con quedarse dormida, sino que quiere envenenarme!
—¡No me interesa si te gustó o no! —la toma por el brazo y le dice con molestia—. Vas a limpiar lo que has tirado…
—¡¿Vas a defenderla?!
—Claro que no… pero no me deslomo trabajando para que tú desperdicies el dinero en comida y rompiendo platos —la suelta y mira a Cynthia, quien baja la mirada en absoluta sumisión y le dice—. Tú, sírveme café y el mismo desayuno que le diste a mi hermana… y como castigo, te levantarás una hora antes ¡por un mes!
—Sí, señor —dice la chica con las lágrimas al borde de los ojos.
Le sirve rápidamente el desayuno a Blake y tras el gruñido del hombre, se pierde en otros quehaceres, porque es obvio que no le gustó.
Ese día, y como todos, las otras dos sirvientas la dejan sola en todas las tareas de la casa, por lo que le toca correr para lograr cumplir con todas. El almuerzo resulta ser aceptado por Ivania y la cena se vuelve sólo una satisfacción silenciosa para todos los comensales, porque jamás van a rebajarse a agradecer a una simple sirvienta.
Cuando por fin termina de lavar la última olla sucia, Cynthia se permite suspirar, mirar por la ventana de la cocina y pensar en que, si no fuera por él, hace mucho habría renunciado y se habría ido lejos de aquella manada que la desprecia, aunque nunca ha sabido bien por qué. Se quita el delantal, busca sus cosas para darse una ducha rápida y cuando llega al trastero de regreso, una mano le cubre la boca.
Se asusta al inicio, pero sabe que sólo una persona es capaz de hacer aquello. Cuando unas fuertes manos la giran, sus hermosos ojos ámbares impactan con la mirada gris de Blake y este le hace un gesto con la mano para que guarde silencio. Cierra la puerta, le pasa seguro y asalta su boca como cada noche.
—Tienes prohibido hacer cualquier sonido —le gruñe y ella asiente.
Para asegurarse, él le cubre la boca con una mano mientras se pierde en su cuerpo. Para cuando los dos terminan en aquella ola de placer, él la regaña.
—¿No pensabas ir a mí esta noche?
—L-lo siento… es sólo que estaba cansada y después del regaño de esta mañana…
—Sabes que lo hice para que mi hermana no sospeche. Nadie puede saber lo nuestro hasta que llegue el día de la ceremonia, ese día todos sabrán quién será su luna —Blake le acaricia el rostro y ella cierra los ojos para sentir aquel contacto.
—Lo sé…
—Bueno, me voy. Ya sabes, una hora antes por un mes —le advierte y ella asiente con una sonrisa.
Blake sale de allí satisfecho y mirando a todos lados para asegurarse de que nadie lo ha visto salir de allí, hasta que entra a uno de los pasadizos secretos de la casa, el mismo que usa Cynthia para llegar a él casi todas las noches.
Mientras en el trastero, la muchacha se deja caer en la cama con una sonrisa de felicidad, su corazón no puede tener mejor dueño que Blake. Aunque para todos puede parecer que es una muchachita ingenua, entiende muy bien por qué el futuro Alfa se mantiene alejado de ella, una simple sirvienta…
Su familia espera que elija a una mujer distinguida, por lo mismo, cuando se llegue el día en que Blake anuncie a su luna y sea Cynthia la elegida, sabe que todos se opondrán, pero el Alfa le ha jurado que luchará por su amor.
El día siguiente Cynthia se levanta a la hora ordenada, por lo que cuando los hermanos bajan al desayuno ya la mesa está lista, con comida decente y la muchacha ha avanzado con varias tareas. Sólo por eso se atreve a preguntarle a Blake cuando lo acompaña a la salida para ayudarlo con su saco.
—Señor… quería saber si puedo… si esta noche puedo ir al río.
—No, sabes que no puedes —le dice él con molestia y luego relaja el gesto—. Sabes que no es seguro, es el límite con la manada enemiga y no quiero que te pongas en peligro.
—Lo sé, pero pensé que por ser un día especial para mí… me dejaría ir.
—¿Qué tiene de especial?
—Es… es mi cumpleaños, señor —el hombre se queda aturdido unos segundos, ella sólo sonríe y niega—. Sé que no es un día importante para nadie, menos para alguien como usted que está tan ocupado todo el día. Y ya que para mí ha sido una tradición toda la vida… quisiera ir al río
Blake la mira con intensidad unos segundos hasta que asiente. Ella le regala una sonrisa, de esas que a él le hace saltar el corazón unos pocos segundos, se marcha y la muchacha se ocupa de terminar todas sus tareas temprano, para ir al río por la noche.
Coincide con la luna llena y esa zona del bosque es solitaria, dándole un aire de misticismo al ambiente. Cuando se llega la hora de salir, lo hace por la puerta de atrás y pasa por todas las casas de la manada, sin que nadie siquiera se atreva a preguntarle a dónde va, porque ella es como la escoria del lugar. Nadie se ha preocupado de Cynthia, sobre todo luego de que su padre muriera hace un par de años, por lo que quedó totalmente sola.
Llega al río, donde sólo se sienta en una roca para mirar la noche, cierra los ojos para disfrutar de la brisa, hasta que un ruido tras ella la hace sonreír.
—Imaginé que vendrías, nunca me has dejado sola…
—No sé a quién esperas, muchacha, pero te aseguro que no soy esa persona —Cynthia abre los ojos asustada, se gira y ve a un par de ojos brillar en la oscuridad que los árboles ofrecen. Su cuerpo se estremece por el miedo, sin saber qué hacer para escapar del peligro.