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El Alfa Supremo
El Alfa Supremo
Por: Bris
1. EL LOBO DEL ALFA SUPREMO.

Un agudo dolor en su pata delantera le arrancó de los brazos del sueño. El Alfa Supremo, Mat, abrió los ojos, sus iris rojos brillando en la oscuridad. La sensación de frío que le envolvía era tan intensa que parecía masticable. Se encontró dentro de un cuerpo pequeño y vulnerable, el de un cachorro de lobo que estaba siendo acosado por otros cachorros más grandes.

La lluvia caía en cascada sobre ellos, convirtiendo la selva circundante en un caos de sonidos y movimientos borrosos. Estaban luchando por el refugio de una pequeña cueva, un lugar para resguardarse del diluvio que azotaba el bosque.

El cachorro que lo tenía agarrado por una pata gruñía amenazante, los pelos de su lomo erizados como púas amenazadoras. Pero a pesar de su tamaño, el miedo se reflejaba en sus ojos cuando se encontraron con los de Mat. Con sus ojos rojos ardientes, se enfrenta al cachorro que lo tiene agarrado de la pata, gruñendo amenazante mientras sus pelos se erizan en señal de desafío. El cachorro, aterrorizado, finalmente lo suelta.

Cojeando de dolor, Mat se arrastra bajo la protección de un gran tronco que apenas lo resguarda de la inclemencia del clima. Lame su pata adolorida, sintiendo la frustración y la confusión inundar su mente. ¿Cómo es posible que el poderoso Alfa Supremo se haya convertido en un débil cachorro indefenso?

Mat era el Alfa Supremo de los lobos, el líder indiscutible de su especie. Pero la última imagen grabada en su memoria era la gran sala de los dioses, parado frente al poderoso Ra. Había sido juzgado por no revelar cómo había convertido a su humano, Jacking, en su sangre. Y por su deseo  de regresar a ser el alma de lobo que siempre había sido del Alfa Supremo Jacking-Horus.

Pero, ¿por qué estaba allí? ¿Por qué estaba en el cuerpo de un cachorro, rodeado de lobos desconocidos y bajo la furia de una tormenta? Las respuestas a estas preguntas se perdían en la bruma de su mente confundida. Cierra los ojos y rememora todo lo acontecido en las últimas horas:

El majestuoso salón de la justicia rebosaba de deidades, convocadas para presenciar un evento de gran envergadura. Hacía siglos que un dios no había transgredido las reglas de tal manera. La infractora era precisamente Ma’at, la gran diosa de la justicia y una de las hijas favoritas del poderoso Ra, junto con las diosas Bastet, Hathor, Sejmet y la diosa del caos, Isfet. Esta última había sido condenada a desaparecer por siempre. Las otras tres, sancionadas a permanecer alejadas de la tierra durante milenios y a cumplir arduas tareas. 

Por último, quedaba el dios creado por la diosa de la justicia Ma’at, el Alfa Supremo de los lobos, Mat. Condenado a vivir por mil años como un alma de lobo, precisamente en el humano Horus-Jacking. Heredero de los grandes poderes del hijo de los poderosos dioses Isis y Osiris. “El gran Horus”

— ¿Mat, estás seguro de que no quieres volver a ser parte de la diosa de la justicia Ma’at? — inquirió el poderoso Ra personalmente.

— Sí, estoy seguro, poderoso Ra. Deseo seguir siendo el lobo del Alfa Supremo Horus.

— ¿Estás menospreciando a mi hija por un simple humano? —preguntó furioso el gran Dios Ra.

— No menosprecio a nadie, poderoso Ra —respondió Mat respetuosamente. — La diosa de la justicia Ma’at me creó. No era su intención que yo volviera a ser parte de ella, si no me hubiera hecho a su imagen y semejanza. Pero me hizo hombre.

— ¿No preferirías seguir siendo un poderoso dios? —Insistió Ra. —Podría permitirte ser el hijo de Ma’at, mi nieto predilecto.

— Te agradezco mucho, poderoso Ra, pero no —se mantuvo firme el Dios Mat, en su propósito de regresar. —Quiero regresar con mi Luna, vivir con mi humano, con mis cachorros, con mi manada.

 Ra bufó furioso desde su trono. Todos los dioses observaban el juicio del dios Mat. La diosa Yat, (Luna), se adelantó, inclinándose ante el gran Ra, quien le concedió permiso para hablar.

— ¡Oh poderoso Ra, permite que el Dios creado Mat, siga siendo uno de mis hijos! Él ha realizado junto al humano Horus, un excelente trabajo como Alfa Supremo de los Lobos.

— Yat, sé que te encanta proteger a tus lobos, pero este no es un lobo nacido, es un dios convertido en lobo como castigo. ¡Debe volver a ser un dios! — exclamó Ra enfurecido.

— Padre, por favor — interrumpió Ma’at, la diosa de la justicia, su voz resonando con autoridad a pesar de su aparente vulnerabilidad —. Mat tiene razón en lo que dice. Nunca fue mi intención que volviera a ser parte de mí. Lo creé con un propósito específico: ser un ser independiente, un espíritu libre que habitara eternamente en la tierra.

Sus ojos se encontraron con los de Ra, brillando con una intensidad que desafiaba su posición.

— ¿Qué quieres decir con eso? — preguntó el gran Ra, su voz retumbando en el vasto salón.

Ma’at tomó una respiración profunda, preparándose para revelar su verdad.

— Quise que Mat habitara siempre la tierra para poder tener un vínculo con ese mundo, para poder visitarlo de vez en cuando sin que nadie lo supiera. Sé que como diosa de la justicia, mi deber era mantener la imparcialidad y no interferir con el mundo terrenal de esa manera.

Las palabras colgaron en el aire, una confesión que desafiaba las reglas divinas.

— Pero lo hice — continuó Ma’at, su voz apenas más que un susurro —. Y no me arrepiento. Mat es mi creación, mi vínculo con la tierra. A través de él, pude experimentar la vida en ese mundo, pude sentir su dolor y alegría, pude entender mejor a las criaturas que habitamos. Pero reconozco que he roto nuestras normas y estoy dispuesta a aceptar cualquier castigo que decidas imponerme.

Ra, los mira a todos molesto. No quiere, que un dios viva entre los humanos como lobo. Se había hecho la ilusión, de adoptarlo como su nieto, enseñarle todo lo que sabe. Mira como la diosa Isis se adelanta, también pidiendo permiso para hablar, se lo concede.

— Poderoso Ra, creo que Mat, se ha ganado el derecho de decidir que es lo que quiere hacer en adelante. Se ha portado dignamente durante un milenio, trajo la paz a todos los lobos del mundo. Hizo tratados, con las demás especies de seres sobrenaturales. Ha hecho un trabajo admirable, digno de su creadora.

Ra la mira y se queda en silencio. Es verdad, que el dios creado Mat, hizo un excelente trabajo como su propia hija diosa de la justicia universal Ma’at. Mira, a los demás dioses buscando su opinión. Un silencio se hace, y una sombra se hace presente. Todos, saben que se trata de Amón, el invisible.

— Poderoso Ra, nosotros los dioses tenemos el poder de creación. Tu hija ha incumplido las leyes de la creación, dando paso a un nuevo ser y un nuevo dios. El cual, tiene el derecho de decidir por sí mismo que vida quiere llevar. ¡He dicho!

Y desaparece, de la misma forma que apareció. A Ra, le está pareciendo que no va a poder obligar a Mat a quedarse. Mira a Thot que se adelanta, el dios de la palabra divina.

— Poderoso Ra, Amón el invisible, dios de la creación ha hablado. Mat, a partir del momento que fue creado diferente a la diosa Ma’at, la cual le otorgó poderes de dios, existió como un ser independiente de su creadora.

— ¿Qué quieres decir con eso Thot? — Lo interroga molesto Ra, había pensado que él lo iba a apoyar.

— Muy simple, Mat es un dios creado con esencia de dios. Y desde ese momento que existió, fue un dios en pleno poder. En estos momentos, debemos centrarnos en lo que Mat como dios hizo mal, y el castigo que debe recibir por ello.

— Muy bien, hagamos eso que dices Thot. Presenta entonces, todo lo malo o bueno que ha hecho el dios Mat.

— Pues el dios creado Mat, vivió como el alma de lobo del humano Horus. Durante ese tiempo, mantuvo una actitud y desempeño envidiables. Unió, las manadas en desacuerdos del mundo. Castigó, a quienes debía ser castigado. Hizo, tratado con otras especies. Permitió la unión entre especies indistintamente. Fue magnánimo. No abusó de su poder como Dios.

— Muy bien, veo que se comportó como un digno heredero de su creadora la diosa de la justicia Ma’at. —aceptó el poderoso Ra, sintiendo aún más el deseo de que Mat se quedara junto a él en el cielo, como su legítimo nieto.

—Si gran Ra, pero hizo algo, que hasta ahora no había hecho ningún dios, y no sé si debe recibir un castigo por ello o un elogio —prosiguió hablando Thot

—¿A qué te refieres?

— Mat transfirió sus genes de dios, al humano Horus.

— No entiendo Thot, explícate mejor.

— El Dios Mat, en un acto sin precedentes, ha conferido su divinidad a su humano escogido. De esta manera, su humano, aunque no alberga un lobo interior, posee la capacidad de asumir el manto del Alfa Supremo, con todos los poderes inherentes a tal título y los del propio dios Mat. Este hecho, en mi opinión, no es solo un logro, sino una proeza extraordinaria, una hazaña de magnitud divina. En algún punto de nuestras eternas existencias, todos nosotros, los dioses, hemos contemplado tal posibilidad, hemos anhelado tal prodigio de transmutación. Sin embargo, son muy pocos los que han logrado trascender la barrera entre lo divino y lo terrenal de tal manera. Mat, en su sabiduría y poder, ha logrado lo que a muchos se nos ha negado. Es un acto que merece no solo nuestro reconocimiento, sino también nuestra admiración.

Un susurro se levantó entre los dioses, sus ojos ahora fijos en Mat con una mezcla de asombro y curiosidad. La revelación de su hazaña había despertado un interés palpable en la sala.

— Mat, ¿podrías iluminarnos sobre cómo lograste tal proeza? — inquirió Thot, su voz cargada de intriga.

Mat lo miró, su rostro sereno ocultando las tormentas internas. No podía, no quería revelar su secreto. Hacerlo sería exponer a Jacking a un peligro innecesario, a la amenaza de un dios con intenciones nefastas que podría deshacer lo que él había hecho. No permitiría que su humano, y mucho menos su Luna, corrieran tal riesgo. Si alguien intentaba tal cosa, estaría arriesgando la esencia misma de su ser.

— ¿Mat, acaso no tienes intención de responder? — insistió Thot.

El silencio se apoderó del salón, todos los ojos estaban puestos en Mat, esperando su respuesta. Pero Mat permaneció en silencio, su rostro imperturbable, sus ojos brillando con un misterio insondable.

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