Capítulo 2 — La capital.

—¿Y después de eso no tuviste ningún contacto con él, Larissa? —me pregunta Mackenna, una de las gerentes del hotel donde trabajo. Ella era de las pocas personas a las que le tenía confianza.

Había pasado una semana desde aquella pregunta de Liv y, a pesar de que me gustaría decir que las cosas fueron mejorando poco a poco, me temo que no. Ahora mi hija estaba igual de deprimida que en sus clases de baile. A pesar de que se tuvo una reunión con sus compañeras de clase y sus padres, ellas habían seguido molestando a mi pequeña por el tema de su padre. Algo estúpido, pero los niños a veces podían ser muy crueles. Incluso pensé en cambiar a mi hija de escuela, pero considerando la ciudad tan pequeña donde vivimos, el lugar donde está ahora es el mejor en cuanto a educación. Me sentía en una encrucijada.

La profesora de baile me recomendó llevar a Liv con un psicólogo infantil y, con un poco de dudas, la llevé. Tuve que contarle muchas cosas vergonzosas a una desconocida, quien me dio algunos consejos para aumentar la autoestima de mi hija, pero nada había funcionado. Liv estaba en un estado de ánimo que no quería cambiar, cosa que me impresionaba porque, para su edad, no era normal lo que estaba pasando.

—No. —Niego en voz baja—. Nuestra relación no terminó bien y, pues… él no sabe acerca de ella.

La vergüenza quema mis mejillas, pero eso es obvio; uno no va por ahí diciendo cosas como esas. Sobre todo teniendo en cuenta el personaje principal de todo este embrollo. Sería una locura si la noticia se diera a conocer.

—Larissa Myers —Mackenna me mira fijamente, sin embargo, no veo que me esté juzgando con la mirada; al contrario, veo que quiere sentir empatía por mi situación—. Aquí la prioridad es Liv. No soy quien para meterme en tus asuntos, pero te sugiero que hables con el padre de la niña para acordar un encuentro con ella. Liv es una niña pequeña, pero inteligente; ella intuye las cosas y esto la está afectando, y mucho. Ya afectó sus actividades extracurriculares y su vida en el hogar; es cuestión de tiempo para que le afecte en la escuela. Esto no es sano y, según lo que me cuentas, puedo notar su anhelo de conocer a su padre. Tú misma le dijiste que tenía un padre. Lo mejor que puedes hacer es presentárselo.

—Pero… ¿y si él la rechaza? —le comento mi mayor temor.

—¿Es una mala persona?

—No. —Niego porque es cierto. En mis recuerdos no hay nada negativo de él.

—Entonces tú y el padre de Liv pueden acordar un ambiente tranquilo la primera vez. Olivia no necesita estar pegada a su padre, no ahora. Ella necesita saber quién es la persona que representa el papel de padre para sus compañeras. Ella quiere saber quién es su papá, es así de simple, y si tú le puedes dar esa información, más un encuentro personal, será mucho mejor para ella —termina mi amiga y yo me quedo en silencio.

No puedo creerlo... ¿Por qué tuvo que llegar tan pronto este día?

—¿Tengo que viajar hasta la capital para hacer sentir mejor a mi hija? —pregunto después de un rato.

—Larissa, esa respuesta solo tú la conoces. Si quieres ir a buscar directamente al padre, hazlo. Si quieres, solo muéstrale una foto de él a Liv e inventa una excusa. Lo importante aquí es que tu pequeña no siga viviendo en una oscuridad solo porque tienes miedo o no sabes qué decirle. Lo que sientas o no, ya no es importante; ahora importa ella y que pueda seguir disfrutando de su niñez lo más normal posible.

Ni siquiera soy capaz de decir algo.

—¿Por qué hablas con tanta seguridad sobre esto, Mackenna? —me atrevo a preguntar y ella me sorprende soltando un largo suspiro.

—Después de un divorcio y tres hijos, tuve que aprender que, sin importar qué tan hijo de puta era él, seguía siendo el padre de mis hijos y tenía derecho a convivir con ellos.

Y después de esas palabras supe que mi vida entraría en caos de nuevo.

[...]

—Señorita Myers, tenga presente que solo estoy aceptando esta solicitud por su gran desempeño y porque sé que podrá manejar los pendientes de manera virtual. —El señor Brown, mi jefe, mira mi solicitud con rostro impasible.

Él era un bloque de hielo, una pared triple de concreto duro que no se podía derribar ni con una bola de demolición. Sin embargo, eso no significaba que fuera una mala persona.

—Le aseguro que si no fuera una emergencia no le estaría pidiendo esta solicitud. —recalco con voz segura, pero con mis manos sudando y temblando sin control. No podía permitirme ser despedida; este trabajo era lo único que tenía.

—Lo sé, has sido de mis mejores trabajadoras. Incluso trabajaste de más estando embarazada; sé quién eres y lo que eres capaz de lograr. —Suspira y me mira a través de sus enormes lentes—. Solo te daré el permiso por tres meses; creo que será tiempo suficiente para que resuelvas todo y regreses. Sabes que sin ti, el departamento de recepción enloquece.

Cuando veo su mano moviéndose al compás de la hoja, estampando su firma con precisión sobre mi permiso, sonrío tranquila y nerviosa. Me parecía increíble que hubiera aceptado algo así.

—Gracias, señor Brown. —Agradezco con una pequeña sonrisa en el rostro—. Le prometo que, incluso estando en la capital, estaré al pendiente de mis obligaciones y entregaré cada uno de mis informes a tiempo.

Aún no puedo creer lo que estoy haciendo. Incluso puede que esta sea la peor decisión que haya tomado en mi vida, pero necesito saber y aclarar algunas cosas. Dependiendo de lo que pase, sabré qué decirle exactamente a Liv.

Mackenna tiene razón; su felicidad es lo más importante para mí y mi misión en esta vida es hacer todo lo posible para hacerla feliz. Mi pequeña tiene que volver a sonreír, volver a ser ella misma. Y creo que un cambio de ambiente nos vendría bien a ambas... aunque eso signifique volver al infierno que me hizo inmensamente feliz, pero que también me llevó a los límites más profundos de la tristeza.

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