La mujer rubia, sonrió provocativa y traviesa suprimiendo el deseo de besarlo, pero animada de jugar lento con el hombre, a quien lo despojo de su uniforme superior prosiguiendo por la correa del pantalón, permitiéndose el acceso hasta la masculinidad que ansiaba. El primer paso para molestarlo resulto ser el tacto, tocándolo con la punta de los dedos, admiro el tamaño por unos minutos antes de alzar la cabeza y provocarle timidez y sonrojo, de inmediato desvió la vista para ocultar las sensaciones que le había provocado, curvando los labios complacida de su objetivo. Verlo avergonzado a causa de ella. –Desde esta vista te ves tan sabroso. Tanto que incrementa cuando tratas de hacerte el fuerte. Eso me provoca ser mala contigo. Dejo escapar una risita, paso la lengua sobre la punta del miembro erecto del hombre introduciéndolo con lentitud rosando los labios, llegando hasta lo profundo de su boca. Consiguiendo que expulsara un pequeño gemido de placer que no logro contener. Amand
Escuchando con atención las clases de Marco, empezó a distraerse ante el pensamiento de quedarse a solas nuevamente con él. Ya antes lo había estado, pero ahora tenía de intermedio los sentimientos y sensaciones que producía su tutor en ella. >>Desde ayer no sé nada sobre mis guardaespaldas a excepción de Mimí, Iván y Eduardo. Sé dónde está mi pareja favorita pero Imelda desapareció tras ser regañada por el malhumorado y gruño mayordomo. Con las peleas que se cargan, juro que terminaran juntos algún día>Mejor no. Imelda es demasiado buena para estar con el frívolo y mandón de Gabriel>Piensa tonta. Fuiste tan obvia. Saca una excusa o nos dejara tarea hasta para resolverla en sueños<< –Yo… veras. Pensaba
–No soy su confidente. Llegamos a un acuerdo. El sabría más sobre mí sí me decía cosas sobre él. Claro que cosas del pasado antes de ser educador no están permitidas pero es un voto de confianza mutuo. –Algo inesperado y extraño. –Hasta el mismo Marquillo tiene cosas que ocultar –sonrió, olvidando el problema del teléfono. –¿Marquillo? ¿Así lo llamas? –afirmo traviesa–. Eres la actual alumna. La que casi lo hace tirar la toalla. –Esa misma –confirmo con orgullo–. Mi nombre es Mariana. Un gusto ¿Puedo saber el tuyo? –¡Oh! No –hizo una mueca de disgusto–. Eso no se puede señorita Mariana. –Sin “señorita” por favor. Y déjame adivinar ¿si me lo dices me pones y te pones en peligro? –Suena a las palabras que Marco diría. –O que también diría Eliseo. –¿Conoces ese nombre? –musito, confirmándolo– ¿Segura que conoces poco de él? –Tal vez pueda decirte más, si me dices tu nombre. Dejando escapar una risita, al hombre le pareció agradable el inusual receptor. –Mejor dime algo que no
12:55 pm indicaba el reloj de la pared mientras mi aburrimiento crecía y mi cuerpo ya no podía expandirse sobre la cama.Muriendo por no tener nada que hacer, soportaba el confinamiento en mi habitación sin internet o alguna cosa para entretenerme. Un método de castigo implementado por mi padre para tratar de enseñarme que no debo amenazar con un cuchillo mis tutores y servidumbre.>>¿Por qué no se da por vencido?>Lunes 20 de Junio del 2016. Recuerda esa fecha cerebro. Por qué are que me las page ese hombre que tengo por padre>Espero que sea para levantarme el castigo y dejar de joderme con esos maestros es
Mordiendo mi labio inferior, ordene a Filiph bajar la velocidad con la intención de aligerar la amígdala en él, para así liberarme de la sensación extraña que empezaba a formarse en mí. Pronto llegamos al establo y le ordene bajarse de inmediato.–Llegamos. Ahora puedes soltarme –hable en un hilo de voz.–Está bien… –noto el aferro que tenía hacia mí, apartando los brazos deprisa–. Lo siento. No era mi intención…Resople burlona.–Desde que te conozco lo único que haces es disculparte –seguí aferrada a la correa.–No quiero ofenderla.–¡Que mierda! Eres una piedra en mi zapato desde que llegaste y dices ahora no querer ofenderme. Siempre lo haces. Cuando te digo que te vallas y sigues aquí es como si me ofendieras.Volvió a disculparse, indicándole que dejara de hacerlo. Gire los ojos y me dirigí hasta el cuarto de Filiph siguiéndome en el proceso el hombre que no dejaba de responder cada ataque le lanzara.Ya de regreso a la mansión, los labios de ambos se cerraron, llegando a mí el
*** Mi felicidad resultaba sin duda, ser evidente. Los libros de romance y fantasía que adoro leer, no se equivocaron cuando decían que el amor cambia a las personas. Y eso aplicaba en mí en la actualidad. Por el bien de Oliver, tome las clases de etiqueta y me comporte. Deje atrás mis travesuras y las reemplace por el tiempo en que podía estar junto a él. El cambio sorprendió a más de uno, incluido mi padre, y a nadie parecía molestarle la nueva yo. Si bien yo parecía estar bajo control, solo lo hacía porque quería demostrarles a todos, y en específico a Oliver, que podía ser la persona que el proyectaba en su mente. Si podía volverme la persona que el tanto anhelaba que fuera, era seguro que jamás se iría de mi lado. Siendo soñadora, incluso podíamos llegar hasta un futuro en el cual podamos casarnos obteniendo la aprobación de mi tonto padre. Aun cuando sonara precipitado, pensar en el solo me hacía quererlo en aumento. –Señorita Méndez. Saludo con cortesía al verme llegar,
–¿Por qué solo un beso? –me miro con extrañez–. Se supone que somos novios. No deberías darme un beso más íntimo. –¡Oh! –exclamo sorprendido, apartando la mirada de mi –eso… bueno… Arquee una ceja curiosa de la reacción, pestañando rápidamente mientras esperaba que dijera algo. De inmediato, no pude esperar mayor tiempo. –¿Qué ocurre? –me incline para que hablara, pero perduro el silencio hasta después de unos minutos en que respondió. –Yo aún no me atrevo porque… usted es tan joven y linda. Además de que la respeto –no comprendí a que se refería–. Si eso le molesta le ruego que me dé tiempo para hacerlo. –Oliver. Volviste hablarme formal –guardo silencio–. Además es solo un beso. –Lo sé –las mejillas se le tornaron rojas–. Es solo que para mí implica mucho más que algo simple. Si le molesta mi lentitud, me disculpo. Trate de comprenderlo dándole palabras tranquilizadoras, aun cuando no entendía lo que frenaba a que me besara. –Está bien. Dicen que todo debe ser a su debido ti
Tome el consejo dejando que las lágrimas salieran sin demora, mientras mis labios permanecían sellados, incapaces de agradecerle o preguntarle que hacia ahí y por qué me trataba tan bien.–Llegamos –anuncio, asiéndome consciente de lo que hacía. Abrió la puerta de la habitación, y sin encender las luces me deposito con delicadeza sobre la cama; retiro de manera pulcra las pantuflas, al igual que las lágrimas de mi rostro, tocando mis hombros con cuidado para que me acostara sin problema, seguido del cubrimiento de mi cuerpo con el edredón y una mirada calmada que me indicaba que me cuidaría.–Mariana… –quise sorprenderme por la falta de formalidad al hablarme ya que resultaba ser la primera vez que lo hacía, pero no pude, algo mas ya lo había hecho –… puede que no te agrade lo que diré. Sin embargo debo decirlo como un consejo.Inhalo profundo, desviando mi mirada de él.–En la vida, la gente realizara y cumplirá millones de actos solo para agradarte y obtener tu atención