Júpiter Amato Esperé todo lo que pude esperar, cuando vi en la prensa que se había hecho daño quise correr a ver qué pasaba, pero cuando la vi en compañía de sus amigas y algo cansada no quise agregarle más carga emocional, ella estaba bien y había hecho legalmente lo correcto, una perimetral para la prensa, sobre todo para los que habían causado su accidente. En menos de dos días yo había conseguido dejarlos sin trabajo y casi eche abajo la revista que les habían enviado, como era posible que se lavaran las manos luego de que casi mataron a mi mujer. Mi hermano era un excelente abogado, por eso no me preocupé cuando dijo que todo estaría bien, aunque no podía evitar pensar en ella, estuve muchas veces fuera de la que sería nuestra casa, incapaz de entrar solo iba a ver cómo seguía todo, como el personal se comportaba. – ¿quiere un café? – preguntó Sarah cuando me observó recargado en mi carro, negué con la cabeza – se siente vacía, pero debería entrar, aquí está haciendo frío. –
Esmeralda Manejé hasta el restaurante, me sentía liviana y relajada, aunque me dolían las piernas, me reí sola recordando todo lo que habíamos hecho la noche anterior, mi día fue normal, fue algo rápido, pero no todo podía ser perfecto, llevaba algunas semanas tratando de contactarme con mis hermanos y no lo había logrado, se habían mudado, vendido la casa y nadie sabía de ellos en donde vivíamos antes. Por eso le había pedido a Darío que investigara por su cuenta, y las noticias que tenía tampoco eran alentadoras, debería viajar a México, pero este mes estaba muy copada de trabajo como para hacerlo, esa noche nos reunimos con los chicos en el bar de nuestro propio restaurante, debíamos hacer el horario de mayo, el año estaba pasando demasiado rápido. – Me gusta tu carro nuevo – Rubí no pudo evitar comentarlo y hacernos reír a todos. – La que puede, puede – dije, zafando de dar cualquier tipo de explicaciones. Nuestra conversación se centró en los eventos especiales que tendríamos
Júpiter Amato Mi despacho estaba lleno, últimamente mi padre, mi hermano y mi primo se la pasaban a mi lado, había muchos empresarios demandando nuestros servicios, siendo sincero mis negocios en Europa eran mucho más beneficiosos que los que mantenía en América, pero aún no quería moverme de aquí, necesitaba que las cosas con Esmeralda llegaran a un punto en el que me sintiera lo suficientemente seguro como para marcharme o llevarla conmigo. – Definitivamente, tendremos que asistir a estas reuniones – indico mi padre, él era quien sabía, sin embargo, al parecer tampoco se le estaba haciendo fácil dejar el país – debemos turnarnos – mi cabeza estaba en cualquier lado, menos en los documentos que estábamos leyendo. – ¡Júpiter! – mi hermano llamó mi atención, me le quedé viendo. – Necesito tu atención, hijo – volteé a observar a mi padre – debemos turnarnos, tu hermano no puede moverse de aquí por su contrato como profesor, Venus se encargará de los rusos de ahora en adelante – asent
Esmeralda Veía los diversos titulares, estábamos en la oficina del restaurante, pero ya no nos afectaba, habíamos pasado el día tratando de evitar a los periodistas, por suerte ya no éramos tan extrañas con la prensa, y Diamante era una maestra para manejar este tipo de situaciones. – ¿Vamos a ver casas? – preguntó Rubí entrando al despacho donde estaba Diamante y yo – el día está delicioso, estamos con el ánimo – nos carcajeamos. – Nos servirá – declaré y todas estuvieron de acuerdo. La tarde estaba de lujo, dejamos a unas de las administradoras junto a un par de guardias de seguridad a cargo del local, mis tres amigas y yo nos montamos en uno de los carros, mientras que Darío y Vodka nos seguían en otro carro. Nos fuimos directo hacia la inmobiliaria, allí una chica muy agradable nos atendió, se dio el tiempo de darnos varias posibilidades y las discutimos hasta que solo quedaron tres y en uno de los mejores barrios de NY. Acordamos contemplarlas todo ese mismo día, y mientras l
Júpiter Amato No daba crédito a lo que mis ojos veían, Milenka estaba sentada frente a mí y pasaba sus manos protectoramente sobre su vientre, aun plano para mi gusto, y volví a leer los documentos, respiré profundo y me puse de pie, di vueltas alrededor de mi escritorio y no. Mi cabeza amenazaba con explotar, tomé mi móvil y le pedí a prácticamente toda mi familia que vinieran a mi despacho y luego me quedé admirando a la rubia enfrente de mí. – Vete – declaré y ella cambió la expresión de su rostro - no te quiero cerca de mí en estos momentos, no quiero que estés aquí – comencé a sentir algo de asco, de mí, de ella, de la situación que estaba viviendo. – ¡No puedes hablarme así! – respeto, poniéndose de pie - ¡Soy la madre de tu hijo! – se acercó aceleradamente, pero la esquivé. – ¡NO! – por primera vez le grite y me quede contemplándose, Milenka estaba estática y al borde de las lágrimas – ¡no formules eso! – murmure entre dientes, en mi mente no asumió la noticia aún – escúcham
Esmeralda Llorar, llorar, llorar. Habían pasado dos días y lo único que había hecho era llorar, las chicas se habían turnado para estar junto a mí, pero en estos momentos no me soportaba ni yo misma, debo aceptar que parecía un fantasma, me levantaba de noche, estaba pálida y ojerosa, no comía y si es que algo entraba en mi organismo lo devolvía en el baño al poco rato. Fueron necesarios tres botellas de tequila para perder la conciencia la primera noche, luego de eso dormí casi un día completo, apague mi móvil, deje mi carro en el restaurante, sabía que mi exsuegro me había buscado allí, sin embargo, tampoco fui capaz de hacerle alguna llamada. Era viernes y mi cabeza me daba vueltas, era mi tercer y último día así, lo había decidido, luego de aquella conversación con mis amigas, solo tres días me daría para retorcerme, para lamentarme y sentir pena por mí misma, por mi vida y todas las situaciones que he tenido que pasar, soportar mientras mi relación junto a Júpiter avanzaba. Me
Júpiter Amato Una semana, una m*****a semana llevaba en Italia, y no había día que no despertara con resaca, estaba cansado, me sentía cansado, los viajes, las juntas, la situación en casa no me habían hecho bien y la presión de los abogados me estaba sobrepasando. Mi padre había partido a Europa, mi hermano se había quedado en NY mientras mi primo viajó a Rusia, él quería ver que tan quebrado estaba nuestro lazo con Víctor y su familia, Verona se quedó en Italia, en la casa familiar, a la que había evitado ir por algunos días, ella compartía la opinión de Esmeralda y no quería ser juzgado en estos momentos. Esmeralda ¿Dónde estarás hechicera mía? Volvía a pensar en ella y mi cabeza quería perderse en ella nuevamente, me levanta y me di una ducha con agua fría, bajé en busca de algo para comer, estaba en mi apartamento, pero tan pronto como entré a la cocina me di cuenta de que no estaba solo, Verona estaba dentro. – ¿café? – ofreció y yo asentí. Nos quedamos en silencio y así fue
Esmeralda Visité varias direcciones antes de dar con la correcta, me encontré con una mujer que aseguraba había estado de novia con Antonio, pero que no recibía noticias de él hace algunos meses, ella me contaba que mi hermano estaba nervioso y consumía drogas, solo se relajaba con Javier, pero luego los dos desaparecieron. Le di las gracias y me dispuse a salir de allí, pero antes le pregunté si sabía dónde ellos estaban viviendo, la chica me hizo el favor de llevarme hasta donde mis hermanos rentaban un cuarto doble, la mujer que me recibió en aquella pensión no era tan amable con la supuesta novia de Antonio, pero me dejo entrar cuando le pague los meses de renta que le debían. – Esta es – dijo sacando el candado que cerraba la puerta – nada se ha movido, ni siquiera hemos entrado a limpiar, aunque el menor siempre mantenía todo muy limpio – asentí y le di las gracias. Respiré profundo y entré a ver, no estaba tan desordenado, pero el aroma a húmedo y guardado se juntaba y no er