Júpiter Amato Mi despacho estaba lleno, últimamente mi padre, mi hermano y mi primo se la pasaban a mi lado, había muchos empresarios demandando nuestros servicios, siendo sincero mis negocios en Europa eran mucho más beneficiosos que los que mantenía en América, pero aún no quería moverme de aquí, necesitaba que las cosas con Esmeralda llegaran a un punto en el que me sintiera lo suficientemente seguro como para marcharme o llevarla conmigo. – Definitivamente, tendremos que asistir a estas reuniones – indico mi padre, él era quien sabía, sin embargo, al parecer tampoco se le estaba haciendo fácil dejar el país – debemos turnarnos – mi cabeza estaba en cualquier lado, menos en los documentos que estábamos leyendo. – ¡Júpiter! – mi hermano llamó mi atención, me le quedé viendo. – Necesito tu atención, hijo – volteé a observar a mi padre – debemos turnarnos, tu hermano no puede moverse de aquí por su contrato como profesor, Venus se encargará de los rusos de ahora en adelante – asent
Esmeralda Veía los diversos titulares, estábamos en la oficina del restaurante, pero ya no nos afectaba, habíamos pasado el día tratando de evitar a los periodistas, por suerte ya no éramos tan extrañas con la prensa, y Diamante era una maestra para manejar este tipo de situaciones. – ¿Vamos a ver casas? – preguntó Rubí entrando al despacho donde estaba Diamante y yo – el día está delicioso, estamos con el ánimo – nos carcajeamos. – Nos servirá – declaré y todas estuvieron de acuerdo. La tarde estaba de lujo, dejamos a unas de las administradoras junto a un par de guardias de seguridad a cargo del local, mis tres amigas y yo nos montamos en uno de los carros, mientras que Darío y Vodka nos seguían en otro carro. Nos fuimos directo hacia la inmobiliaria, allí una chica muy agradable nos atendió, se dio el tiempo de darnos varias posibilidades y las discutimos hasta que solo quedaron tres y en uno de los mejores barrios de NY. Acordamos contemplarlas todo ese mismo día, y mientras l
Júpiter Amato No daba crédito a lo que mis ojos veían, Milenka estaba sentada frente a mí y pasaba sus manos protectoramente sobre su vientre, aun plano para mi gusto, y volví a leer los documentos, respiré profundo y me puse de pie, di vueltas alrededor de mi escritorio y no. Mi cabeza amenazaba con explotar, tomé mi móvil y le pedí a prácticamente toda mi familia que vinieran a mi despacho y luego me quedé admirando a la rubia enfrente de mí. – Vete – declaré y ella cambió la expresión de su rostro - no te quiero cerca de mí en estos momentos, no quiero que estés aquí – comencé a sentir algo de asco, de mí, de ella, de la situación que estaba viviendo. – ¡No puedes hablarme así! – respeto, poniéndose de pie - ¡Soy la madre de tu hijo! – se acercó aceleradamente, pero la esquivé. – ¡NO! – por primera vez le grite y me quede contemplándose, Milenka estaba estática y al borde de las lágrimas – ¡no formules eso! – murmure entre dientes, en mi mente no asumió la noticia aún – escúcham
Esmeralda Llorar, llorar, llorar. Habían pasado dos días y lo único que había hecho era llorar, las chicas se habían turnado para estar junto a mí, pero en estos momentos no me soportaba ni yo misma, debo aceptar que parecía un fantasma, me levantaba de noche, estaba pálida y ojerosa, no comía y si es que algo entraba en mi organismo lo devolvía en el baño al poco rato. Fueron necesarios tres botellas de tequila para perder la conciencia la primera noche, luego de eso dormí casi un día completo, apague mi móvil, deje mi carro en el restaurante, sabía que mi exsuegro me había buscado allí, sin embargo, tampoco fui capaz de hacerle alguna llamada. Era viernes y mi cabeza me daba vueltas, era mi tercer y último día así, lo había decidido, luego de aquella conversación con mis amigas, solo tres días me daría para retorcerme, para lamentarme y sentir pena por mí misma, por mi vida y todas las situaciones que he tenido que pasar, soportar mientras mi relación junto a Júpiter avanzaba. Me
Júpiter Amato Una semana, una m*****a semana llevaba en Italia, y no había día que no despertara con resaca, estaba cansado, me sentía cansado, los viajes, las juntas, la situación en casa no me habían hecho bien y la presión de los abogados me estaba sobrepasando. Mi padre había partido a Europa, mi hermano se había quedado en NY mientras mi primo viajó a Rusia, él quería ver que tan quebrado estaba nuestro lazo con Víctor y su familia, Verona se quedó en Italia, en la casa familiar, a la que había evitado ir por algunos días, ella compartía la opinión de Esmeralda y no quería ser juzgado en estos momentos. Esmeralda ¿Dónde estarás hechicera mía? Volvía a pensar en ella y mi cabeza quería perderse en ella nuevamente, me levanta y me di una ducha con agua fría, bajé en busca de algo para comer, estaba en mi apartamento, pero tan pronto como entré a la cocina me di cuenta de que no estaba solo, Verona estaba dentro. – ¿café? – ofreció y yo asentí. Nos quedamos en silencio y así fue
Esmeralda Visité varias direcciones antes de dar con la correcta, me encontré con una mujer que aseguraba había estado de novia con Antonio, pero que no recibía noticias de él hace algunos meses, ella me contaba que mi hermano estaba nervioso y consumía drogas, solo se relajaba con Javier, pero luego los dos desaparecieron. Le di las gracias y me dispuse a salir de allí, pero antes le pregunté si sabía dónde ellos estaban viviendo, la chica me hizo el favor de llevarme hasta donde mis hermanos rentaban un cuarto doble, la mujer que me recibió en aquella pensión no era tan amable con la supuesta novia de Antonio, pero me dejo entrar cuando le pague los meses de renta que le debían. – Esta es – dijo sacando el candado que cerraba la puerta – nada se ha movido, ni siquiera hemos entrado a limpiar, aunque el menor siempre mantenía todo muy limpio – asentí y le di las gracias. Respiré profundo y entré a ver, no estaba tan desordenado, pero el aroma a húmedo y guardado se juntaba y no er
Júpiter Amato Salía de la consulta con mi terapeuta, había decido comenzar un régimen hace algunos días, me di cuenta de que estaba bebiendo demasiado y eso estaba afectando a mi juicio, a mis negocios y sobre todo a mi vida persona, en la última semana me había sentido más cómodo, incluso había podido sostener una conversación con Milenka, que estaba igual de chillona que siempre, pero por lo menos había entendido que no seriamos una pareja, aunque ella había dicho que seguiría intentándolo, según ella – lucharía por nuestro amor – rodé los ojos al recordar eso. Subí hasta mi oficina y me topé con la sorpresa de que mi hermano estaba allí, traía cara de pocos amigos y mientras me entregaba algunos informes, sacaba a cada rato su móvil, lo invite a quedarse en mi apartamento y acepto. – Solo estaré algunos días – acotó – quiero volver lo antes posible, tengo algunos asuntos que resolver. – ¿Tomarás vacaciones? – pregunté, ya que las clases en la universidad habían acabado y la firm
Esmeralda Estaba caluroso, desperté con los ojos pegados en las paredes blancas, había pasado los últimos días durmiendo al lado de Javier, mi hermano estaba bastante mejor de salud, pero los doctores no le daban muchas esperanzas de vida, lo mejor que oí fue que le daban seis meses de vida, él se conformaba con eso, pero no logro recordar la última vez que había llorado tanto como ese día. Solté el aire y escuché como mi hermano se reía de mí y se burlaba de mis ojeras, la verdad es que cada vez que él duerme, busco algún tratamiento, algún lugar en donde me den más esperanzas, pero hasta el momento no había tenido éxito alguno. Pronto llego Diamante, ella se había hecho muy amiga de Javier, a mi hermano le encantaba pasar el rato con ella, eran muy parecidos y con un humor negro que espantaba, ese día ella se quedaría a hacerle compañía, yo tenía una reunión con algunos médicos y de paso me reuniría con Rogelio, él me había pedido una junta. Tomé el bolso que mis amigas me habían