Júpiter Amato Verona fue la última que se subió al carro, y así partimos hacia el restaurante de Esmeralda, allí nos esperaba su pequeña familia, lo único que lamentaba es que Venus no había podido asistir, por otro lado, me preocupaba Apolo, últimamente lo veo alterado, algo desganado, me había contado lo que sucedía con una de sus alumnas y amigas de mi esposa, pero después no me dijo anda más. De eso ya ha pasado un mes y ellos hoy se verán, espero que no sé malentienda, o no haya complicaciones entre ellos dos, suspire cuando nos detuvimos en un semáforo, el silencio en el carro era tranquilo, pero aun así mis nervios no se calmaban. – Por favor, nada del tema de la subasta, de nuestro matrimonio ni de la casa que compre para ella – pedí – tampoco de sus amigas o de cómo vive – escuche como Verona se reía. – Tranquilo hijo – mi padre palmeo mi hombro. – Si, tranquilo – repitió Apolo – no diremos nada indebido, lo prometo. – Necesito que lo jures – me voltee a ver a mi hermano
Esmeralda No quería hablar, no lo necesitaba, pero quería algo que se me había negado todo el día, leer las malditas revistas, quería ver que opinaban esas personas tan amarillistas de mí, de nuestra relación, Júpiter me había tratado de calmar todo el día, si, le creía, pero la verdad es que necesitaba saber que decía. Salí del restaurante y pase por un negocio, comencé a leer dentro de mi carro, pero no, es que no era verdad, allí decían cosas que no tenían nada que ver, trate de calmarme, trate de pensar como lo hacía Rubí, ella me había dicho que eso es solo chisme, gente que inventa cosas para poder vender, pero ¡Dios! Yo no sabía que era tanto lo que estaban diciendo. Me sentí la tercera persona en mi relación, eso fue lo que todo esto me hizo sentir, respire profundo y fui consciente de que no podría manejar, tome un taxi y di la dirección de la casa, quería estar sola, si me iba al apartamento, las chicas llegaron en cosa de minutos, pero esta vez no, di la dirección de la c
Júpiter Amato Habían pasado algunos días y la prensa ya no nos perseguía, ya no estaba afuera del restaurante de las chicas y ellas habían podido seguir con sus agendas, un viaje a Italia me había mantenido ocupado, haciendo lo posible por no irme, o tratando de que Esmeralda fuera conmigo. – Serán tres días – dije, mientras la seguía por la casa, ella estaba leyendo un libro de cocina – tendré dos juntas, estaremos en la casa de mi familia, podrías conocer y pasearemos, volvemos antes de la quincena – ella se me quedó viendo, se me acerco y beso mis labios, odiaba que hiciera eso, me hacía decir que si a todo – por favor. – Lo siento, pero sabes que mi respuesta es no – subía la escalera – no es que no quiera, la verdad si me gustarían unas vacaciones, pero tengo un compromiso el 14 por la tarde y he descuidado demasiado mi cocina, este es él en que hacemos un cambio de menú y tengo que apoyar a las chicas – sabía que su excusa era válida. – ¿Qué debes hacer el 14 por la tarde? –
Esmeralda Júpiter se había ido el día anterior a Italia, no lo acompañé porque quería tiempo para mí, quería pensar por algunos días, fuera de que el evento de Zafiro estaba a solo días, y jamás habíamos faltado a uno, eso me dejaba tranquila, solo quería que todo saliera bien. Estaba ordenando y viendo el cambio del menú para este año, cuando sentí que la puerta del local estaba abierta. – Aún no abrimos al público – dije en voz alta – disculpé. – me quedé en silencio, pero no escuché cuando la puerta de salida fue abierta para que quien haya entrado saliera, me di vuelta para verificar de quién se trataba y no lo podía creer - ¡TÚ! – grite. – ¡TÚ! – grito de vuelta y abrió sus brazos para que yo saltara hacia ellos y eso hice – ¿cómo estás, preciosa? – escondí mi rostro en su cuello, hace tiempo no lo veía y creo que esto me hacía falta. – ¡Bastardo! ¿Cómo no avisaste que venías? ¿Sabes cuán preocupadas habíamos estado? No habías dado señales – reclame, pero sin soltarlo. Darío
Júpiter Amato Un gran ruido en el baño me despertó, me levanté enseguida, la regadera se escuchaba y luego de eso la tos ronca de Esmeralda, ya había pasado esto antes y el pánico se apoderó de mí, entre de inmediato allí y la vi, de inmediato la tome en brazos y la lleve a la habitación, con la respiración entrecortada entendí que, su inhalador estaba en su carro, baje de inmediato, pero Sarah enseguida me dio uno, adelantándose a mi petición, era una mujer muy rápida y diligente. Poco a poco volvió a respirar con normalidad, me di cuenta de que tenía su teléfono al lado, las chicas la estaban llamando y apenas pudo hablar les contestó, inquiero de que ellas tenían algún código o algo así para este tipo de situaciones, ella solo las calmó y pude escuchar cuando le advertían que apenas llegara, a su casa estimo, la llevarán a consulta médica. – ¿Estás bien? – pregunte cuando la contemplo colgar la llamada – hace tiempo te digo que no puedes entrar en la ducha sin decirle a nadie, es
Esmeralda El día se había pasado en un abrir y cerrar de ojos, luego de irme de la casa que compartía con júpiter, tome una hora a médico, estaba cansada, la cabeza parece que me iba a estallar y con lo ocurrido recientemente no tenía la mente clara, luego pase el rato con mis amigos, pero al llegar a casa me lo encontré de frente, ni siquiera me dio un día libre, y esto ya me estaba sobrepasando. Sabía que debíamos hablar, sabía que había cosas que estaban en el aire, fuimos pareja por un par de meses, nos llevamos bien, de hecho, puedo reconocer que me enamore de él, como una quinceañera, ruedo los ojos y me quedo pensando, hasta que escuchó la puerta de mi habitación abrirse. – ¿estás bien? – pregunta Rubí y yo asiento. – ¿saldrás? – pregunto al verla bien vestida. – Sí, voy a divertirme un rato – se sienta en frente de mí – sin embargo, si quieres que me quede contigo lo hago, prefiero una noche de chicas que otra cosa. – Eso quiere decir que saldrás con alguien – levante las
Júpiter Amato Esperé todo lo que pude esperar, cuando vi en la prensa que se había hecho daño quise correr a ver qué pasaba, pero cuando la vi en compañía de sus amigas y algo cansada no quise agregarle más carga emocional, ella estaba bien y había hecho legalmente lo correcto, una perimetral para la prensa, sobre todo para los que habían causado su accidente. En menos de dos días yo había conseguido dejarlos sin trabajo y casi eche abajo la revista que les habían enviado, como era posible que se lavaran las manos luego de que casi mataron a mi mujer. Mi hermano era un excelente abogado, por eso no me preocupé cuando dijo que todo estaría bien, aunque no podía evitar pensar en ella, estuve muchas veces fuera de la que sería nuestra casa, incapaz de entrar solo iba a ver cómo seguía todo, como el personal se comportaba. – ¿quiere un café? – preguntó Sarah cuando me observó recargado en mi carro, negué con la cabeza – se siente vacía, pero debería entrar, aquí está haciendo frío. –
Esmeralda Manejé hasta el restaurante, me sentía liviana y relajada, aunque me dolían las piernas, me reí sola recordando todo lo que habíamos hecho la noche anterior, mi día fue normal, fue algo rápido, pero no todo podía ser perfecto, llevaba algunas semanas tratando de contactarme con mis hermanos y no lo había logrado, se habían mudado, vendido la casa y nadie sabía de ellos en donde vivíamos antes. Por eso le había pedido a Darío que investigara por su cuenta, y las noticias que tenía tampoco eran alentadoras, debería viajar a México, pero este mes estaba muy copada de trabajo como para hacerlo, esa noche nos reunimos con los chicos en el bar de nuestro propio restaurante, debíamos hacer el horario de mayo, el año estaba pasando demasiado rápido. – Me gusta tu carro nuevo – Rubí no pudo evitar comentarlo y hacernos reír a todos. – La que puede, puede – dije, zafando de dar cualquier tipo de explicaciones. Nuestra conversación se centró en los eventos especiales que tendríamos