MAIA CARRIZALES.Voy abriendo los ojos un poco confundida mientras me siento muy liviana, como si estuviera flotando en una nube muy cómoda.Veo a alguien ponerse adelante mío, pero estoy tan mareada que no logro identificar de quien se trata.El aturdimiento empieza a desaparecer y por fin logro ver con claridad a quién tengo adelante mío.—¿Estás bien? —me pregunta Mauricio— ¿Recuerdas qué paso?Veo a mi alrededor.—¿En dónde estoy? —mi voz sale muy baja y ronca— ¿Qué paso?—Estas en mi departamento —me contesta—. Perdón si no te lleve a tu departamento, pero te desmayaste y no pensé en levantar tus llaves.Me intento levantar de donde estoy acostada, pero no puedo.—No te muevas, sigues débil.Me ayuda a acostarme nuevamente en la cama.—Me siento mal —le digo—. Me duele el pecho.Mauricio pone una mano en mi pecho.Siento un calor muy pequeño en el pecho y el dolor desaparece.—¿Mejor?—Gracias.Él aleja la mano y yo intento levantarme de nuevo, pero otra vez no puedo.—Te dije no
MAIA CARRIZALES.Tiempo después...—Maia...Corro por todo mi departamento intentando salir de él.—Maia...Abro la puerta y veo como esta no me dirige hacia el pasillo del edificio, sino que dirige hacia mi habitación.—Maia...Escucho un fuerte gruñido atrás de mí y volteo asustada.—Maia...Veo al enorme lobo negro con terror.—¡MAIA CARRIZALES!Escucho ese grito y despierto sobresaltada antes de sentir unas gotas de agua en mi cara.—¿Qué te pasa? —lo regaño limpiándome la cara— ¿Por qué me despiertas así?—Discúlpame, bella durmiente —me dice Mauricio con una cuchara de madera en la mano—. Pero el desayuno ya va a estar listo y tú no te despertabas, así que ahora quita esa cara de zombie y ven a desayunar.Sale de mi habitación y yo gruño antes de volver a cerrar los ojos y acostarme en la cama mientras abrazo una almohada.Estúpido Mauricio y estúpida yo por haber hecho una pijamada con él.—¡Maia, arriba!Gruño antes de sentarme de mala gana en la cama.Me agrada Mauricio, pero
NICOLÁS COOPER.—Joder, Amaris —le digo a mi hermana molesto dándole la espalda—. Lárgate de aquí.—Por favor, Nicolás —me dice—. Déjame ser yo la que entrene a los chicos.—Ya te dije que no —le digo molesto—. Entiende eso.—Pero sabes que no hay nadie mejor que yo para entrenarlos —me dice— ¿Por qué no me dejas hacerlo?—Porque eres mujer y tu lugar está en la casa, no en los campos de batalla —le contesto—. Ahora sal y ve a arreglarte o lo que sea que hagan las mujeres.Ella ya no dice nada más y solo escucho como sale de mi oficina dejándome solo.Veo el gran muro con toda la información que tengo sobre mi melodía desde su escape.Algo me dice que alguien la está ayudando, pero la pregunta es: ¿quién es?Su hermano queda totalmente descartado porque aún la sigue buscando y no ha salido del país o hecho llamadas que no sea sobre el trabajo o hacia sus amigos y novia.Michael y Leon también quedan descartados porque con ayuda de Roberto, los tengo vigilados sin que ellos lo sepan.Y
MAIA CARRIZALES.—Hola —me dice él— ¿Podemos hablar?Lo veo atónita antes de abrazarlo y llorar en su pecho.Él me devuelve el abrazo y siento como algunas de sus lágrimas caen sobre mi cabeza.—Yo también te extrañé —me dice— ¿Estás bien?Asiento contra su pecho.Nos separamos y mientras me limpio las lágrimas, le pregunto:—¿Qué haces aquí?Cameron solo me sonríe.—Vine a visitarte —me contesta— ¿Ahora me vas a dejar entrar o me vas a tener todo mi visita aquí?—Ah, sí, claro —me hago a un lado—. Pasa.—Gracias.Cameron entra al departamento y yo cierro la puerta.Veo como mi hermano se detiene cuando ve a Mauricio sentado en el sofá, el cual ve a Cameron un poco confundido.—Hola, Mauricio —lo saluda Cameron.—¿Hola? —contesta Mauricio confundido— ¿Tú quién eres?Cameron me voltea a ver.—¿Él lo sabe todo, verdad?Niego con la cabeza.Cameron voltea a ver a Mauricio y le contesta:—Soy Elías —le dice Cameron a Mauricio—. Soy un amigo de Aca... Maia.Mauricio se levanta y se acerca
MAIA CARRIZALES. —No lo creo —le digo—. No tengo ganas de salir. —Tú nunca tienes ganas de salir —me dice y yo ruedo los ojos—. Vamos, será divertido y relajante. Mauricio me mira emocionado mientras sostiene dos papeles en sus manos. —Dame una buena razón para ir —le digo. —Será relajante y divertido —me dice—. O sea, ¿a quién no le gusta que lo consientan un poco? Mueve los papeles enfrente mío y yo los aparto. —¿Qué tan lejos está el spa? —¿Eso importa? —me cuestiona—. Lo importante es que nos van a hacer de todo absolutamente gratis. —Ve tú —le digo—. Yo en serio no quiero ir. —¿Pero por qué? Algunos malos recuerdos regresan a mi mente. —Simplemente no quiero ir —le contesto— ¿Están difícil entender eso? —Soy un brujo de magia blanca —me recuerda—. Y sé cuando alguien me miente, así que deja de inventar excusas y mejor dime la verdadera razón por la que no quieres ir conmigo al spa, por favor. Bufo. —¿En serio lo quieres saber? —le pregunto y él asiente—. No me gust
MAIA CARRIZALES.—¡Ah, no, no, no, no, no, señorita! —me regaña Mauricio cuando ve la ropa que voy a meter a la maleta— ¡No puedes usar esa ropa tantas veces, para algo fuimos de compras el otro día!Lo veo desconcertada.—Mi ropa no está tan usada y si así fuera, sería mi problema porque yo soy la que se la va a poner, no tú —le digo metiendo la ropa a la maleta—. Ahora deja de ser chismoso y sal de mi habitación.Mauricio suspira y se sienta en mi cama.—Bien, ya no voy a criticar tu forma de vestir, pero al menos lleva ropa nueva —me dice—. Vamos a viajar para divertirnos, no para encerrarnos en una habitación de hotel para ver películas en pijama.Ok, eso me hace sentir mal, porque yo voy a Italia a encerrarme en un hotel para esconderme, pero Mauricio no lo sabe y cree que vamos a divertirnos y relajarnos un poco. Además de eso, no me siento cómoda con la ropa que compramos.No me malinterpreten, me encanta la ropa que compramos, no hubo ni una sola cosa que no me haya gustado y
MAIA CARRIZALES.Mauricio y yo salimos del aeropuerto de Italia mientras él bosteza y yo busco con la mirada un taxi.—Oye, Maia.—¿Si? —le pregunto siguiendo buscando un vehículo.—Creo que deberíamos de ir allá.Lo volteo a ver confundida y veo que señala con su dedo.Abro los ojos sorprendida al ver un hombre con un cartel con mi nombre y el de Mauricio escrito.Inconscientemente, me hago para atrás.—¿Qué sucede?Veo nerviosa a Mauricio, el cual me ve confundido.—Nada —le respondo en voz baja.—Ok —me dice—. Como sea, hay que hablarle al pingüino para que nos vea.Abro los ojos sorprendida.—No pienso que sea una bue...—¡Ey, señor pingüino!Todos nos voltean a ver, entre ellas ese hombre.Siento un vacío en el estómago cuando él se empieza a acercar a nosotros.—Buenas tardes, ¿señora Carrizales y señor Castro?—Sí, esos somos nosotros —contesta Mauricio pasando un brazo por mis hombros— ¿Usted quién es?—Soy un empleado del señor Mancini, él me ordeno llevarlos a su hogar tempo
MAIA CARRIZALES.Mauricio y yo vemos sorprendidos la casa enfrente de nosotros, después, intercambios miradas antes de volver a ver la casa.—¿Se encuentran bien?Mauricio y yo vemos al chófer, luego nos vemos el uno al otro antes de volver a ver al señor y asentir.La puerta de la casa se abre y nos deja ver a una mujer con vestido de sirvienta.—Buenos días —nos dice—. Bienvenidos, adelante, por favor.Mauricio y yo nos vemos antes de entrar y decirle gracias a la señora mientras el chófer y otras personas traen nuestras maletas.—Buenos días, señora Luna y señor Castro.Mauricio me voltea a ver confundido.—¿Luna?Le sonrío nerviosa y alzo los hombros.—Soy Laila, la encargada de cuidar esta propiedad, cualquier cosa que se les ofrezca o quieran me lo pueden decir a mí o a cualquier otro empleado de la propiedad —continúa con su presentación la señora—. Supongo que están cansados, déjenme llevarlos a sus habitaciones, por favor.—Está bien, gracias —le digo.La señora se da la vuel