Capítulo 16.

MAIA CARRIZALES.

Mauricio y yo salimos del aeropuerto de Italia mientras él bosteza y yo busco con la mirada un taxi.

—Oye, Maia.

—¿Si? —le pregunto siguiendo buscando un vehículo.

—Creo que deberíamos de ir allá.

Lo volteo a ver confundida y veo que señala con su dedo.

Abro los ojos sorprendida al ver un hombre con un cartel con mi nombre y el de Mauricio escrito.

Inconscientemente, me hago para atrás.

—¿Qué sucede?

Veo nerviosa a Mauricio, el cual me ve confundido.

—Nada —le respondo en voz baja.

—Ok —me dice—. Como sea, hay que hablarle al pingüino para que nos vea.

Abro los ojos sorprendida.

—No pienso que sea una bue...

—¡Ey, señor pingüino!

Todos nos voltean a ver, entre ellas ese hombre.

Siento un vacío en el estómago cuando él se empieza a acercar a nosotros.

—Buenas tardes, ¿señora Carrizales y señor Castro?

—Sí, esos somos nosotros —contesta Mauricio pasando un brazo por mis hombros— ¿Usted quién es?

—Soy un empleado del señor Mancini, él me ordeno llevarlos a su hogar tempo
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