Capítulo cuarenta y ocho: Un beso de castigoTeresa miró a su esposo sorprendida. Sabía que no podría confesarle la verdad, no podía decirle que a pesar de todo lo que había hecho y dicho, había descubierto que todavía lo amaba y que deseaba que tuviera éxito, aunque ella no pudiera compartirlo con él.—Pensé que un buen detalle exigía otro por mi parte... —respondió Teresa encogiéndose de hombros—. Me prometiste que le enseñarías mi trabajo a Andreas Constanidou...—¿Y pensaste que no lo haría si no hacías lo que te pedí?—Algo así —manifestó Teresa y sonrió—. Me pareció un buen intercambio... pero si has cambiado de planes...—No —aseguró Angelo—, todo sigue igual. En el último minuto me iba a disculpar por tu ausencia. Espera un momento, vamos a librarnos de tus cosas —la cogió de la mano y la llevó con él a la recepción. Allí entregó la caja al empleado dejándole instrucciones de que la guardaran junto con su portafolios. En seguida, la condujo hacia el bar—. Esto es una sorpresa,
Capítulo cuarenta y nueve: Más hermosa que nuncaPara Teresa, esa noche no estaba empezando bien. Todavía turbada y confusa por el beso inesperado de Angelo, tuvo que hacer un gran esfuerzo para disimular ante esas personas. Pensó que era una situación insoportable para ambos y rezó para que la noche terminara bien y no volviera a repetirse esa situación.—Por supuesto, podíamos haber cenado en nuestra suite —le comentó Cecil a Teresa—, pero habríamos tenido que soportar una conversación de negocios.Ralph Robinson sonrió al otro lado de la mesa. Sus ojos grises brillaban divertidos después de haber escuchado la acusación de su mujer.—Sé sincera, cariño —dijo Ralph—. No fue solamente eso. Admítelo, eres una flor que no le gusta florecer sin ser vista.—Es un vestido precioso, ¿no te parece? —preguntó Cecil deslizando una mano por la prenda de chiflón negro con hilos dorados. Sonrió a su marido—. Pero la estrella de esta noche no soy yo, sino Teresa —sonrió y fijó su atención en Angel
Capítulo cincuenta: Compartir la camaLa suite de los Robinson tenía el lujo que podía esperarse en un hotel de primera clase. Mientras los hombres hablaban de negocios, Teresa se puso a charlar con Cecil, que resultó ser una compañera divertida y estimulante.A medida que fue transcurriendo el tiempo, las dos mujeres descubrieron que tenían muchos intereses en común. Compartían gustos en la música y el teatro. Ambas tenían un especial talento creativo para la cocina.En ese momento, Teresa vio que Angelo usaba el teléfono, mientras seguía charlando con Cecil. Cuando colgó, la llamó a su lado con suavidad.—¿Sí, querido? —respondió Teresa. No se dio cuenta de que lo había llamado de esa manera hasta que vio que él levantaba una ceja, sorprendido. Relajada y feliz, como si estuviera viviendo en un sueño, permitió que sus defensas se derrumbaran. No podía disculparse por haber empleado esa palabra. Intentó disimular su preocupación y lo miró a los ojos.—Me temo que no me di cuenta de l
Capítulo cincuenta y uno: La última nocheTeresa contó hasta diez, sin mover un músculo. Observó que él respiraba con dificultad y comprendió con exactitud el carácter de su invitación. ¿Por qué no vivir su fantasía hasta el final? Una última noche... si no de amor mutuo, al menos, lo más cerca que podría lograr al amor. Un último recuerdo para llevar al limbo que la estaba esperando.Angelo la levantó en brazos sin esfuerzo y la depositó sobre la cama. Después apagó la luz y Teresa levantó las manos hacia él y las deslizó dentro de su camisa.Le acarició los músculos del pecho al tiempo que rememoraba dulces recuerdos. Lo oyó gemir y fue más audaz. Deslizó las palmas de las manos por su abdomen, hacia abajo. «Una vez más, sólo una vez más», se decía.Pudo oír cómo contenía la respiración; cuando Angelo se apartó fue para facilitarle la tarea. Al volver a sus brazos estaba desnudo. El tiempo quedó detenido cuando Teresa lo acarició de nuevo.Una vez más se sintió joven y libre y exper
Capítulo cincuenta y dos: Inocente perjudicadaLas palabras de Angelo tuvieron el mismo impacto en Teresa que un golpe físico; la joven se quedó muda. Abrió mucho los ojos y palideció.—Fui un estúpido al pensar que funcionaría una separación —manifestó Angelo—. Tenías razón desde el principio... el divorcio es la única solución. Fue una locura por mi parte pensar que podía tenerte a mi lado para siempre.—¿Y los niños? —preguntó Teresa con un susurro. Ella había renunciado a su custodia con la seguridad de que siempre podría estar cerca de ellos. ¿Iba Angelo a usar esa decisión en su contra durante los trámites del divorcio?—Quedarán a tu cuidado, por supuesto —respondió Angelo y apretó los dientes para controlarse—. Después de lo de anoche, es evidente que no soy un hombre de integridad ni de honor.Teresa pensó que Angelo se despreciaba a sí mismo porque su orgullo estaba resentido. Ante sus propios ojos, estaba degradado y ese conocimiento lo atormentaba.El alivio inicial que Te
Capítulo cincuenta y tres: ¿Libre o atada?Al día siguiente Teresa fue despertada por unos toques suaves en su puerta, era Ermini que al mandarla a entrar le explicó:—Tiene usted visita, signora —Teresa la miró con interrogación, a lo que ella agregó–. Es su madre, acompañada por una chica, muy parecida a usted. Por cierto, el señor está con ellas en este momento, y me pidió que le avisara.—¡Oh, mi mamá! —exclamó y saltó de la cama corriendo para ponerse presentable y bajar al recibidor.Alice y Camile, la hermana que le surgiera a Teresa sin esperarlo, conversaban con Angelo, que a su vez ignoraba la situación, pues era un tema del cual Teresa no le había comentado nada en absoluto.—¡Qué agradable sorpresa! —exclamó Angelo al verlas—Hola, querido Angelo —respondió Alice—. ¿Cómo está todo por acá? ¿Y Teresa y los gemelos? —añadió sin dar tiempo a contestar—. ¿Cómo estáis todos?—Todo bien Alice, enseguida vas a verlos. ¿Y cómo está Paulo? —preguntó Angelo.—Oh, muy bien, gracias —
Capítulo cincuenta y cuatro: Te amo—¿Aún la ama verdad? —una voz se escuchó de pronto, como si saliera de las sombras y Angelo brincó con sobresalto.—¡Cielos Malvolio! —profirió una mladici0n por lo bajo—. ¿De dónde diablos saliste? Me vas a matar del susto.—Disculpe, no fue mi intención —murmuró el guardaespaldas con cierta pena, aunque la verdad era que por lo general se movía por la casa como fantasma, siempre al acecho. Sin embargo, Angelo estaba demasiado distraído en sus pensamientos como para notarlo—. No me ha respondido, señor.—Como el primer día —contestó él sin dudar. Ambos estaban en confianza—. ¿Cómo me lo vas a preguntar tú, que conoces todos mis secretos?—Nunca lo he dudado, señor. Es usted quien se niega la oportunidad de ser feliz, y perdone la franqueza.—Te perdono, Malvolio —Angelo miró su retaguardia el camino por el que su esposa había desaparecido—. Mi felicidad siempre ha pasado a segundo plano cuando se trata de ella. Si Teresa quiere el divorcio, eso es
Capítulo cincuenta y cinco: Sueño y pesadillaTeresa se quedó helada sin poder moverse, no podía dar crédito a lo que oían sus oídos. ¿Cómo es posible que la amara y a la vez quisiera divorciarse de ella?—Es que te amo, cara mia. ¡Te amo con locura! ¡Amo cada centímetro de tu cuerpo, marcado o no! ¡Siento un orgullo inmenso de saber que es mío, que me perteneces y muero de solo pensar en que puedo perderte! —Exclamó Angelo un poco más calmado—. Ya está. Ya lo dije.—¡Diablos! Pero entonces ¿De qué va esto del divorcio? ¡Explícate por favor! —reclamó ella con voz ahogada.—Es muy fácil —respondió el italiano a la vez que se abalanzaba sobre ella echándola de espaldas en la cama envolviéndola en un beso apasionado, que la dejaba sin aliento. Su boca, la obligó a abrir la suya, a aceptarlo, fundiéndose con él y entregarse de nuevo. Teresa quedó cautiva una vez más en aquel vaho caliente, tanto que la abrazaba y extendía el calor a cada molécula de su cuerpo, haciendo que lo deseara de