Capítulo cuarenta y cuatro: Lo que quieroTeresa no respondió y volvió la cabeza. Deseó que él se marchara de una vez y la dejara sola. Cuando escuchó que la puerta se abría y luego se cerraba, pudo relajarse y se dijo que estaba contenta porque él no se había atrevido a tocarla. Hizo caso omiso del sentimiento de desilusión que experimentó cuando se fue.Se abrazó las rodillas y se inclinó hacia delante; el cabello le cayó sobre el rostro. Pensó que el divorcio era el final, y no esa separación legal en la que se había quedado atrapada.Tres semanas más tarde, tuvo que admitir que, por primera vez en tres años, una sensación de paz y felicidad se extendía sobre Villa Rieti.Durante los días de trabajo, Angelo salía de la casa temprano después de desayunar con los niños. Últimamente, Teresa no había podido resistir la tentación de acercarse a la ventana de su habitación para verlo caminar hacia la limusina. Los recuerdos invadían su corazón cuando admiraba su paso atlético y su porte
Capítulo cuarenta y cinco: ViolenciaTeresa mintió, pues no podía decirle la verdad a Lorna.La expresión de Lorna se transformó y sus ojos reflejaron tristeza y conocimiento a la vez.—Todavía lo amas, ¿no es así, Tessa?—¡No! —exclamó Teresa con demasiada rapidez—. Él no me quiere —fijó la mirada en sus manos, humillada por su confesión.—No hay conexión entre esas dos frases, tú lo sabes —opinó Lorna—. Es verdad lo que Michael me dijo, ¿no es así? Él no tiene ninguna oportunidad contigo.—Lo aprecio como amigo... —explicó Teresa—. Es simpático y amable. Lo último que deseo es herirlo, pero...—No es el hombre adecuado para ti —terminó Lorna por ella—. Sí, estaba segura de que él no tenía posibilidades. Estoy segura de que la decisión que tomó era la correcta. —¿Decisión? —preguntó Teresa y esperó una explicación.—Sí, él no quiso avergonzarte al telefonearte o visitarte en la villa, por lo que me pidió que te diera la noticia. Aprovechó una oportunidad maravillosa para trasladar e
Capítulo cuarenta y seis: Una visita inesperadaA la mañana siguiente, Teresa suspiró con enfado, sacó el disquete que había usado y apagó el ordenador. Había estado intentando continuar con sus muestrarios, pero todos sus talentos creativos parecían haberla abandonado. De forma vaga creyó oír el sonido del timbre de la puerta, pero no se preguntó quién podría ser, puesto que estaba absorta reflexionando sobre lo mucho que la había turbado su discusión de la noche anterior con Angelo.Ermini llamó a la puerta del estudio antes de entrar.—Es la señorita Andronicos. Desea verla —anunció Ermini. El ama de llaves parecía ansiosa, como si esperara una tosca negativa. Antes, ese hubiera sido el caso, pero no en ese momento, pensó Teresa. El sufrimiento le había hecho madurar... y la madurez le había dado cierta dignidad.—Está bien, Ermini. Precisamente iba a descansar ahora. Puedo dedicarle unos momentos —de manera automática, se arregló el cabello con dedos nerviosos.Hubo un tiempo, du
Capítulo cuarenta y siete: Aceptar el desafíoDesde la puerta principal, Teresa observó a Sylvana mientras se dirigía hacia su coche. Pensó que aquel asunto tenía que ser muy importante para la compañía, cuando Sylvana Andronicos en persona la había pedido que asistiera a la cita. Si Angelo se hubiera acercado a ella de otra manera la noche anterior, tal vez habría aceptado acompañarlo. No, eso era tratar de descargar la culpa de sus propios hombros. Se sintió inadecuada, incapaz de llevar a cabo un compromiso social con el suficiente aplomo. Comprendió que Sylvana le había contado la verdad, de la misma forma que Angelo tampoco le mintió nunca.Comprendió que, al ser incapaz de lograr que su matrimonio funcionara, había querido culpar del fracaso a otras personas y no aceptó lo que Angelo con tanta insistencia le aseguró. ¡Qué tonta había sido! Ya era demasiado tarde para salvar su matrimonio, pero no para ayudarlo en su trabajo. Era lo menos que podía hacer por él.Pensativa, fue a
Capítulo cuarenta y ocho: Un beso de castigoTeresa miró a su esposo sorprendida. Sabía que no podría confesarle la verdad, no podía decirle que a pesar de todo lo que había hecho y dicho, había descubierto que todavía lo amaba y que deseaba que tuviera éxito, aunque ella no pudiera compartirlo con él.—Pensé que un buen detalle exigía otro por mi parte... —respondió Teresa encogiéndose de hombros—. Me prometiste que le enseñarías mi trabajo a Andreas Constanidou...—¿Y pensaste que no lo haría si no hacías lo que te pedí?—Algo así —manifestó Teresa y sonrió—. Me pareció un buen intercambio... pero si has cambiado de planes...—No —aseguró Angelo—, todo sigue igual. En el último minuto me iba a disculpar por tu ausencia. Espera un momento, vamos a librarnos de tus cosas —la cogió de la mano y la llevó con él a la recepción. Allí entregó la caja al empleado dejándole instrucciones de que la guardaran junto con su portafolios. En seguida, la condujo hacia el bar—. Esto es una sorpresa,
Capítulo cuarenta y nueve: Más hermosa que nuncaPara Teresa, esa noche no estaba empezando bien. Todavía turbada y confusa por el beso inesperado de Angelo, tuvo que hacer un gran esfuerzo para disimular ante esas personas. Pensó que era una situación insoportable para ambos y rezó para que la noche terminara bien y no volviera a repetirse esa situación.—Por supuesto, podíamos haber cenado en nuestra suite —le comentó Cecil a Teresa—, pero habríamos tenido que soportar una conversación de negocios.Ralph Robinson sonrió al otro lado de la mesa. Sus ojos grises brillaban divertidos después de haber escuchado la acusación de su mujer.—Sé sincera, cariño —dijo Ralph—. No fue solamente eso. Admítelo, eres una flor que no le gusta florecer sin ser vista.—Es un vestido precioso, ¿no te parece? —preguntó Cecil deslizando una mano por la prenda de chiflón negro con hilos dorados. Sonrió a su marido—. Pero la estrella de esta noche no soy yo, sino Teresa —sonrió y fijó su atención en Angel
Capítulo cincuenta: Compartir la camaLa suite de los Robinson tenía el lujo que podía esperarse en un hotel de primera clase. Mientras los hombres hablaban de negocios, Teresa se puso a charlar con Cecil, que resultó ser una compañera divertida y estimulante.A medida que fue transcurriendo el tiempo, las dos mujeres descubrieron que tenían muchos intereses en común. Compartían gustos en la música y el teatro. Ambas tenían un especial talento creativo para la cocina.En ese momento, Teresa vio que Angelo usaba el teléfono, mientras seguía charlando con Cecil. Cuando colgó, la llamó a su lado con suavidad.—¿Sí, querido? —respondió Teresa. No se dio cuenta de que lo había llamado de esa manera hasta que vio que él levantaba una ceja, sorprendido. Relajada y feliz, como si estuviera viviendo en un sueño, permitió que sus defensas se derrumbaran. No podía disculparse por haber empleado esa palabra. Intentó disimular su preocupación y lo miró a los ojos.—Me temo que no me di cuenta de l
Capítulo cincuenta y uno: La última nocheTeresa contó hasta diez, sin mover un músculo. Observó que él respiraba con dificultad y comprendió con exactitud el carácter de su invitación. ¿Por qué no vivir su fantasía hasta el final? Una última noche... si no de amor mutuo, al menos, lo más cerca que podría lograr al amor. Un último recuerdo para llevar al limbo que la estaba esperando.Angelo la levantó en brazos sin esfuerzo y la depositó sobre la cama. Después apagó la luz y Teresa levantó las manos hacia él y las deslizó dentro de su camisa.Le acarició los músculos del pecho al tiempo que rememoraba dulces recuerdos. Lo oyó gemir y fue más audaz. Deslizó las palmas de las manos por su abdomen, hacia abajo. «Una vez más, sólo una vez más», se decía.Pudo oír cómo contenía la respiración; cuando Angelo se apartó fue para facilitarle la tarea. Al volver a sus brazos estaba desnudo. El tiempo quedó detenido cuando Teresa lo acarició de nuevo.Una vez más se sintió joven y libre y exper