Alex sigue contemplando el paisaje afuera mientras desliza suavemente sus dedos por el cabello de Rebecca, quien descansa con el rostro acunado en su pecho. En aquel momento, cada toque y palabra compartida resuena en la profundidad de los sentimientos que los unen, resistiendo con firmeza las adversidades que los rodean. A pesar de las heridas compartidas y los momentos en que se lastimaron, el amor que habita en sus corazones persiste, sirviendo como un recordatorio constante de su conexión inquebrantable. Cuando se abrazan, es como si fueran uno solo, compartiendo emociones que iluminan sus días y llenan sus vidas de alegría.– Querida, cuando mencionaste aquela noche en el hospital, ¿te referías a la noche anterior al velorio de nuestra hija? – Pregunta, sus ojos reflejando tristeza mientras sus dedos se deslizan suavemente por su cabello.– Sí, fue la noche en que soñé contigo. – Responde, separándose suavemente de su abrazo. Camina hacia la cama y se acomoda en el borde, su voz
Con ternura, Alex recibe a Rebecca en sus brazos y se acomoda en el sillón, acariciando a la mujer delicada que derrama lágrimas. Su deseo es protegerla del sufrimiento que la aqueja. Poco a poco, el calor del cuerpo de Alex comienza a suavizar la turbulencia que la rodea, y ella se refugia en su abrazo reconfortante.– Querida, entiendo profundamente el dolor que esto representa para ti. Fue solo cuando te vi herida nuevamente que me di cuenta de la extensión de la maldad que nos rodea. Siento un peso en mi alma por no haberlo percibido antes.– No había motivos para sospechas, no te culpes. En aquel momento, yo misma creía en la atrocidad que alegué haber cometido y te hice compartir esa creencia. Si hubieras tenido alguna sospecha, lo habrías resuelto mucho antes. – Dice, trazando suavemente los dedos por el rostro de Alex. – ¿Cómo lo descubriste?– Al leer cada palabra de tu carta, en la que expresabas tu falta de memoria de aquel fatídico día, y al conectar las piezas de lo que o
Nicole mantiene una sonrisa maliciosa en los labios mientras observa a Rebecca. Las manos temblorosas de Rebecca intentan desesperadamente abrir la puerta, mientras Nicole la estudia, cuestionando cómo Alex pudo involucrarse alguna vez con alguien tan patética.– ¿Necesitas ayuda para abrir la puerta, damisela? – Susurra provocativamente en el oído de Rebecca. – Pareces tan nerviosa, ¿qué pasó, ratita? – Provoca con un toque de sadismo, observando cómo la puerta finalmente cede y se abre.Rebecca, ansiosa por librarse de la presencia amenazadora de Nicole, entra en su apartamento e intenta cerrar la puerta, pero Nicole la detiene con firmeza, empujándola con fuerza. Al entrar en el apartamento, Nicole trae consigo una atmósfera cargada de tensión y hostilidad, creando un escenario aún más angustiante.– ¿Qué diablos piensas que estás haciendo? Sal ahora mismo de mi casa. – La voz de Rebecca temblaba de furia.– Cierra la boca y cierra esa maldita puerta. Necesitamos tener una conversa
Rebecca se levanta con determinación, reprimiendo el temblor que recorre su cuerpo, decidida a no dejar que el miedo que la invade en aquel momento se transparente. Con manos temblorosas, toca el corte en su mejilla, donde la pequeña navaja de Nicole dejó una ardiente sensación. Nicole, con el rostro ensangrentado y empezando a hincharse alrededor de los ojos, se debate en los brazos del hombre musculoso que la sostiene con firmeza. – ¡Suéltame inmediatamente! – Ordena Nicole, su voz impregnada de rabia, los ojos centelleando en furia. – ¡Déjame ahora! – Grita, debatiéndose desesperadamente. – Si te calmas, te soltaré. – Responde el hombre con una voz grave y ronca, manteniendo su presa con firmeza. – Sr. Hughes, agradezco su presencia. Por favor, no la suelte, no aquí adentro. – Suplica Rebecca. – Está desequilibrada, estaba a punto de matarme. – Srta. Jenkins, llame a la policía. Puedo mantenerla aquí hasta que lleguen. El rostro de Nicole se llena de miedo e inseguridad. Siempr
Rebecca estaciona su auto frente a la imponente galería de Eduardo Walsh, un edificio en el que ella misma había contribuido en el pasado. Con una elegancia que no pasa desapercibida, baja del vehículo y entrega las llaves al valet antes de adentrarse en el espacio donde el esperado evento de la nueva colección de Walsh está en pleno apogeo. A medida que se mueve entre los presentes, su presencia exhala un carisma irresistible. Vestida con un deslumbrante vestido rojo, hábilmente diseñado para cerrarse al frente y revelar su espalda descubierta, se destaca como un ícono de sofisticación. Su cabello está cuidadosamente recogido en un elegante moño, resaltando su cuello y hombros, mientras el maquillaje realza sus ojos hipnotizantes. El toque final de elegancia es un conjunto de joyas de diamantes rosados, modeladas como alas de ángeles, un regalo de Eduardo concedido hace muchos años. En el centro de la multitud, su belleza y sofisticación brillan intensamente. – Mi amor, ¿la invitast
La galería de Walsh queda envuelta en un pesado silencio después de la salida de todos los invitados ilustres. A pesar de los esfuerzos por evitarlo, no pasa mucho tiempo antes de que todas las fotos de ese terrible momento estén estampadas en todos los periódicos, acompañadas de titulares sensacionalistas sobre las acusaciones hechas por Rebecca.En la oficina, Melissa recorre la sala de un lado a otro, con las dos manos presionando la cabeza, mientras su llanto es ininterrumpido. Los dolores causados por las bofetadas de Rebecca no son nada comparados con la angustia que su alma siente, imaginando la posibilidad de ser arrestada. Eduardo hace lo posible por calmarla.– Mi amor, podemos demandarla por esta agresión y por estas acusaciones infundadas. Esta mujer está claramente perturbada.– ¿Tuviste relaciones con ella, Eduardo? – Pregunta, secándose las lágrimas y mirándolo con una mirada penetrante.– Sí. – Responde, bajando la mirada, una sombra de remordimiento en sus ojos.– ¿Cu
Rebecca se entrega por completo a aquel momento mágico, permitiendo que la felicidad la envuelva profundamente. Consciente del silencio que reina en la habitación, cierra los ojos, fingiendo un sueño tranquilo, tratando de evitar cualquier confrontación que perturbe la magia del instante. Alex se levanta silenciosamente, devuelve el libro a la estantería y enciende el monitor de bebé.Se acerca a la cama de los niños y deposita besos en la frente de cada uno, levantando la barandilla junto a Nicolás. Camina por la habitación hasta alcanzar a Rebecca. Con la suavidad de quien maneja algo precioso, la toma en brazos y levanta con extrema precaución la barandilla que resguarda a Olga. Apaga la luz, dejando solo la iluminación de las lámparas de noche, y sale de la habitación con cuidado, cerrando la puerta suavemente para no perturbar el sueño de los niños. Al llegar a la habitación de la pareja, Alex arroja a Rebecca a la cama, desencadenando una risa espontánea en ella, revelando cuánt
En la mañana siguiente, Alex sonríe incluso antes de abrir los ojos, conmovido por la emoción de sus hijos que saltan sobre él, mientras Rebecca observa con los ojos brillando, irradiando toda su felicidad. La escena que tanto había soñado finalmente se materializa ante sus ojos, convirtiendo en realidad el deseo que tanto cultivó. Alex abre los ojos y saluda a sus hijos con una sonrisa cariñosa, abrazándolos y depositando besos afectuosos en sus frentes.– Buenos días, papá. – Dice Nicolás, radiante, continuando saltando en la cama.– Papá, papá, quiero jugar. – Murmura Olga, con un brillo de expectativa en los ojos, también saltando con entusiasmo en la cama.– ¿Morí y estoy en el cielo? – Pregunta Alex, sonriendo, mientras se acomoda en la cama y contempla a su familia. – Buenos días, mis amores.– Creo que no, mi amor, de lo contrario, yo también habría muerto. – Responde Rebecca, con una sonrisa que ilumina todo su rostro.– Ustedes son las cosas más adorables de este mundo. – Al