Alex observa a Rebecca alejarse, aún confuso por su prisa.– ¿Qué le habrá pasado? – pregunta Leandro.– No tengo ni idea. En realidad, nunca sé qué pasa por la cabeza de Rebecca. Tal vez haya ido a encontrarse con alguna de sus amigas, no sé.– Debe ser eso. Creo que Susan mencionó antes que iba a reunirse con Becca. Y entonces, Alex, mi padre mencionó que tu abuelo quiere que tomes el control del Grupo Shaw. ¿Lo aceptarás?– ¿Estás ebrio, verdad? ¿Cómo voy a tomar el control del Grupo Shaw? No tengo tiempo para eso. Solo consideraría gestionar el Grupo Shaw si me vendieran la empresa.– Alex, de una forma u otra, el Grupo Shaw terminará en tus manos. ¿Por qué comprar algo que de todos modos será tuyo?– Porque es el fruto del trabajo de toda una vida de ellos. No lo quiero para mí.– Entiendo. No estoy borracho, pero bien podría estarlo. ¿Qué te parece si salimos a beber esta noche? Al pub Shaw, necesito relajarme.– No, gracias.– Voy a tener que pedirle a Rebecca que pelee contigo
Con todas las objeciones de Alex, Rebecca sigue su rutina de trabajo y estudios. Sale de la universidad y pasa por Wealth Technology para visitarlo. Al recorrer los pasillos de la empresa, siente las miradas de las empleadas y escucha susurros bajos, como si estuvieran comentando sobre ella. Cuando vuelve la mirada hacia ellas, el silencio se hace evidente, aumentando su inseguridad acerca de su propia apariencia.– Buenas tardes, señorita. – Dice al acercarse a la recepción. – ¿Mi esposo está en su oficina?– Sra. Baker, buenas tardes. Sí, está. Le avisaré que ha llegado.– No es necesario. – Dice, caminando hacia su oficina. Cuando abre la puerta, se encuentra con Nicole inclinada sobre el escritorio, señalando un papel. Los ojos de Alex están fijos en el documento, pero eso no impide que Rebecca se sienta incómoda con esa escena. – ¿Qué es esto, Alex? ¿Ahora se permite que las empleadas se exhiban así frente a ti?– Sra. Baker, por favor, respéteme. – Exige Nicole, visiblemente ofe
Rebecca acaba de cumplir ocho meses. Dos veces por semana, ella hace terapia, y Alex la acompaña siempre que va al hospital. Desde la crisis que tuvo, Alex empezó a trabajar desde casa, y solo va a la oficina en casos urgentes que no puede resolver de forma remota. Mientras espera en el hospital, Richard lo llama para hablar en su consulta.– ¿Cómo están las cosas? – Pregunta Richard.– Difíciles. Los altibajos continúan. Ella no habla conmigo, por más que lo intente. No quiero presionarla y hacerla sentir más triste o enfadada.– Tienes razón. Seguramente, ella está abriéndose con la psicóloga. Escucha, Alex, ¿de verdad no vas a acompañar a Ryan a Nueva York?– No creo que sea necesario. Ya lo ayudé con la propuesta. Prefiero quedarme al lado de Rebecca.– Sé que te dije que te quedaras con ella, pero no seas sobreprotector, Alex. Dale un poco de espacio. Además, hoy tienen ese té en la casa de Christine. ¿Vas a prohibirle que vaya?– Claro que no. Ella me dijo que iría. La llevaré a
Richard observa con aprensión a los médicos atendiendo a la hija de Alex y Rebecca, el pánico estampado en sus rostros es innegable. Después de minutos que parecen interminables, logran estabilizar los latidos cardíacos del bebé.– ¿Cuál es el diagnóstico, Dr. Kremer? – Pregunta Richard.– Lo peor posible. Esta es la segunda parada cardíaca que enfrenta. Sus latidos son extremadamente débiles y su respiración es mantenida con la ayuda de aparatos. – Richard pone la mano sobre la boca, impactado por lo que acaba de escuchar. – Richard, eres médico, comprendes que las posibilidades de supervivencia son mínimas.– Lo sé. – Responde con la voz entrecortada, conteniendo las lágrimas. Siempre es angustiante enfrentar estas situaciones, especialmente cuando involucran a personas a las que ama. – Y respecto a Rebecca, ¿cómo está?– Tuvimos varias complicaciones durante la cesárea, su presión arterial subió considerablemente. Logramos estabilizarla. Las próximas 48 horas serán cruciales para a
Alex se levanta exhausto y se aleja de la recepción, perturbado por las miradas de compasión que recibe de todos a su alrededor.– Richard, necesitamos hablar. – Dice Christine, acercándose.– Puedes hablar. ¿Qué pasó? – Pregunta Richard, visiblemente cansado.– No aquí, vamos a tu consultorio.– De acuerdo, vamos. – Responde él, dirigiéndose a su consultorio.Christine, al acercarse a Susan, la toma de la mano y la lleva al consultorio de Richard.– ¿Qué es tan importante? – Pregunta Richard, sentándose en su silla.– Richard, cuando llegué a casa hoy, un celular no paraba de sonar. Descubrí que era de la bolsa de Becca. Cuando la abrí para apagarlo, encontré esto. – Ella abre la bolsa, saca una receta y se la entrega, y luego coloca un montón de medicamentos sobre la mesa.– ¡Maldición! – Murmura Richard, mientras examina la receta y observa la pila de medicamentos frente a él.– ¿Qué está pasando? – Pregunta Susan, confusa.– Son abortivos, Susan – Responde Richard, desanimado. – ¡
Alex permanece con la cabeza baja durante un largo período, luchando por asimilar la dolorosa situación que había desgarrado su alma. Después de un profundo suspiro, finalmente se levanta e inicia un recorrido nervioso por lo consultorio, mientras Richard lo observa en completo silencio.– Llévame hasta ella, Richard. – Dice Alex, deteniéndose de repente y mirándolo con ojos llenos de lágrimas.– Alex, no estoy seguro de que sea la mejor opción. No sé si esto te traerá algún alivio y...– Richard, no estoy pidiendo consejos. – Interrumpe, con su voz cargada de emoción. – Simplemente hazlo, por favor. Llévame hasta ella.Richard permanece en silencio, consciente de que ninguna palabra logrará disuadir a Alex. Con un gesto resignado, se levanta y abandona la sala, con Alex siguiéndolo en silencio. Juntos, recorren los pasillos hasta llegar a la maternidad, donde la bebé ha sido trasladada a una habitación aislada en la unidad de cuidados intensivos neonatales.– Estás a punto de sufrir
Alex camina hasta la habitación donde Rebecca descansa y pasa toda la tarde en un sillón, observándola mientras duerme. Por la noche, cuando ella se despierta, él está de pie frente a la ventana, perdido en sus propios pensamientos. Rebecca mira hacia su espalda, las lágrimas corriendo por su rostro, sintiendo el peso abrumador en su corazón. Suspira, reuniendo el coraje necesario para enfrentarlo.– Alex? – Llama con voz temblorosa.Al escuchar su voz, el corazón de Alex se acelera, pero sigue inmóvil, incapaz de mirarla.– Alex, por favor, mírame. – Implora, sentándose en la cama y luchando contra las lágrimas.– ¿Cómo te sientes? – Le pregunta, sin aún poder mirarla.– Por favor, mírame, Alex. – Suplica, con lágrimas corriendo. – Mírame, te lo ruego.Alex permanece inmóvil, sintiendo su corazón dolorido al escuchar el llanto de Rebecca. Por mucho que intente, no puede reunir el coraje para mirarla. Está perdido, sin saber qué decir o cómo actuar en aquel momento.– ¿Cómo estás? – R
Rebecca sigue inmersa en su sufrimiento, y en aquel momento, todo ese dolor la envuelve, ya que desea soportar lo máximo que su cuerpo y mente pueden aguantar. Alrededor de las 9 de la mañana, es arrancada de sus pensamientos al ver entrar a Susan en la habitación. No hay palabras intercambiadas entre ellas, solo un abrazo afectuoso que expresa más de lo que las palabras podrían. Rebecca se levanta y se dirige al baño, preparándose para poner fin al capítulo más oscuro de su vida. Alex regresa al hospital y se dirige a su habitación. Intercambia miradas con Susan y ve a Rebecca apoyada en la ventana, contemplando el paisaje afuera.– Susan, por favor, déjanos a solas. – Pide Alex, y Susan sale en silencio de la habitación. Se acerca a Rebecca y la abraza por detrás, ella cierra los ojos, encontrando consuelo en ese abrazo. – ¿Cómo estás hoy?Rebecca permanece en silencio. Su amor por Alex es innegable, pero lucha por aceptar que él está sufriendo debido a sus acciones. Desde que descu