Al entrar en el comedor, Rebecca observa a Henrique y María de pie junto a la mesa.– ¿Por qué están ahí parados? – Pregunta, tomando su lugar en la mesa. – Siéntense, la dinámica no ha cambiado en esta casa. – María y Henrique se sienten incómodos, pero obedecen y se sientan en silencio. – Así que siéntanse cómodos, vamos a tomar café. Alex va a tardar unos minutos en bajar.– Rebecca, cuéntanos, ¿cómo sucedió esto? Nunca vi a mi hijo decir "te amo" a nadie, y ayer lo dijo frente a todo el mundo. – Pregunta Ana, observando la timidez de Rebecca.– Todavía estoy procesando todo. Cada vez que me dice "te amo" es una nueva felicidad en mi vida. Estaba completamente perdida, y Alex me dio una nueva dirección. – Responde, con una sonrisa sincera.– Fue toda una sorpresa descubrir que nuestro nieto estaba casado, pero ahora, en tu compañía, me alegro que haya encontrado a una buena mujer. – Dice Nicolás cariñosamente.– Perdón por todo, les causé un problema. Pero me encargaré de todo, lo
Al llegar a la casa de Christine, fueron recibidos y conducidos al salón donde se estaba celebrando la fiesta.– Han llegado, cuánto tiempo. – Dice Susan, abrazándola. – Estás cada día más hermosa, amiga. ¡Feliz cumpleaños!– Te quiero, Su. Gracias.– Alex Shaw, finalmente apareciste. ¡Casado por dos años, quién lo diría! ¿Cómo lo soportas, Becca?– Leandro, no te burles de mi marido y no arruines su buen humor llamándolo Shaw. No te lo perdonaré si arruinas mi fiesta.– Has oído a mi encantadora esposa, ¿verdad? Entonces, no me molestes. – Dice, sacando risas de todos.Al comienzo de la fiesta, Rebecca pasó todo el tiempo recibiendo felicitaciones de sus amigos, siempre rodeada de amor.– Mel, te extrañaba mucho, qué bueno que viniste.– Eres mi amiga, no dejaría de venir. Los extraño a todos.– ¿Has pensado en mudarte a Boston? Apuesto a que mi esposo o alguno de los adorables caballeros aquí pueden conseguirte un trabajo. ¿Qué dices?– Rebecca, sabes que no es una mala idea. Lo con
Mientras esperaban ansiosas la salida de Rebecca del baño, Camila entra al vestuario y las observa con curiosidad.– ¿Qué expresiones son esas? – Pregunta impulsada por el deseo de satisfacer su curiosidad.– Estamos esperando a Rebecca. – Responde Luiza.– ¿Dónde está ella? – Antes de obtener respuesta, Rebecca sale del baño, su palidez más evidente, mientras recibe las miradas impacientes de sus amigas.– Amigas, estoy embarazada. – Dice sin mostrar emoción aparente, ya que sus sentimientos están confusos.– Becca, ¡esto es mágico! Estoy radiante. – Exclama Susan, abrazándola y derramando lágrimas de felicidad. – Felicidades, querida amiga.– Tía ya ama mucho a este bebé, mi hermano estará en las nubes, Becca. Felicidades. – Añade Luiza, abrazándola cariñosamente.– Qué sorpresa maravillosa. – Dice Camila, asimilando la noticia. – Seré la tía favorita de este angelito, estoy segura. Felicidades, Becca. – Anuncia, dándole un abrazo.– Amiga, estoy increíblemente feliz. Os quiero tant
En aquel momento, todos disfrutaban de la magnífica fiesta, celebrando la felicidad de la pareja.– Sra. Baker, su belleza sólo crece con el tiempo. – Dice Eduardo cerca del oído de Rebecca. – Es usted la mujer más deslumbrante de este salón, sin duda. - Rebecca se avergüenza un poco y Alex la observa atentamente.– Eduardo Walsh, ¿estás cortejando a mi adorable esposa? – Pregunta en tono serio.– De ninguna manera, Sr. Baker, solo la elogié. Sigo diciendo lo que mencioné la tarde en que la conocí, su belleza es incomparable.– Alex, él solo fue cortés. Eduardo, no le hagas caso a Alex, él es así. Gracias por estas maravillosas joyas, las amamos.– Querida, debes agradecerme a mí, después de todo, fui yo quien las compró. – Dice Alex, un tanto incómodo, mientras Rebecca acaricia suavemente su mejilla.– Mi amor, ¿estás celoso del Sr. Walsh?– Claro que no, querida. Mis celos se limitan solo a ti. – Responde, y ella sonríe antes de darle un suave beso en los labios.– Te pertenezco, mi
Alex observa a Rebecca alejarse, aún confuso por su prisa.– ¿Qué le habrá pasado? – pregunta Leandro.– No tengo ni idea. En realidad, nunca sé qué pasa por la cabeza de Rebecca. Tal vez haya ido a encontrarse con alguna de sus amigas, no sé.– Debe ser eso. Creo que Susan mencionó antes que iba a reunirse con Becca. Y entonces, Alex, mi padre mencionó que tu abuelo quiere que tomes el control del Grupo Shaw. ¿Lo aceptarás?– ¿Estás ebrio, verdad? ¿Cómo voy a tomar el control del Grupo Shaw? No tengo tiempo para eso. Solo consideraría gestionar el Grupo Shaw si me vendieran la empresa.– Alex, de una forma u otra, el Grupo Shaw terminará en tus manos. ¿Por qué comprar algo que de todos modos será tuyo?– Porque es el fruto del trabajo de toda una vida de ellos. No lo quiero para mí.– Entiendo. No estoy borracho, pero bien podría estarlo. ¿Qué te parece si salimos a beber esta noche? Al pub Shaw, necesito relajarme.– No, gracias.– Voy a tener que pedirle a Rebecca que pelee contigo
Con todas las objeciones de Alex, Rebecca sigue su rutina de trabajo y estudios. Sale de la universidad y pasa por Wealth Technology para visitarlo. Al recorrer los pasillos de la empresa, siente las miradas de las empleadas y escucha susurros bajos, como si estuvieran comentando sobre ella. Cuando vuelve la mirada hacia ellas, el silencio se hace evidente, aumentando su inseguridad acerca de su propia apariencia.– Buenas tardes, señorita. – Dice al acercarse a la recepción. – ¿Mi esposo está en su oficina?– Sra. Baker, buenas tardes. Sí, está. Le avisaré que ha llegado.– No es necesario. – Dice, caminando hacia su oficina. Cuando abre la puerta, se encuentra con Nicole inclinada sobre el escritorio, señalando un papel. Los ojos de Alex están fijos en el documento, pero eso no impide que Rebecca se sienta incómoda con esa escena. – ¿Qué es esto, Alex? ¿Ahora se permite que las empleadas se exhiban así frente a ti?– Sra. Baker, por favor, respéteme. – Exige Nicole, visiblemente ofe
Rebecca acaba de cumplir ocho meses. Dos veces por semana, ella hace terapia, y Alex la acompaña siempre que va al hospital. Desde la crisis que tuvo, Alex empezó a trabajar desde casa, y solo va a la oficina en casos urgentes que no puede resolver de forma remota. Mientras espera en el hospital, Richard lo llama para hablar en su consulta.– ¿Cómo están las cosas? – Pregunta Richard.– Difíciles. Los altibajos continúan. Ella no habla conmigo, por más que lo intente. No quiero presionarla y hacerla sentir más triste o enfadada.– Tienes razón. Seguramente, ella está abriéndose con la psicóloga. Escucha, Alex, ¿de verdad no vas a acompañar a Ryan a Nueva York?– No creo que sea necesario. Ya lo ayudé con la propuesta. Prefiero quedarme al lado de Rebecca.– Sé que te dije que te quedaras con ella, pero no seas sobreprotector, Alex. Dale un poco de espacio. Además, hoy tienen ese té en la casa de Christine. ¿Vas a prohibirle que vaya?– Claro que no. Ella me dijo que iría. La llevaré a
Richard observa con aprensión a los médicos atendiendo a la hija de Alex y Rebecca, el pánico estampado en sus rostros es innegable. Después de minutos que parecen interminables, logran estabilizar los latidos cardíacos del bebé.– ¿Cuál es el diagnóstico, Dr. Kremer? – Pregunta Richard.– Lo peor posible. Esta es la segunda parada cardíaca que enfrenta. Sus latidos son extremadamente débiles y su respiración es mantenida con la ayuda de aparatos. – Richard pone la mano sobre la boca, impactado por lo que acaba de escuchar. – Richard, eres médico, comprendes que las posibilidades de supervivencia son mínimas.– Lo sé. – Responde con la voz entrecortada, conteniendo las lágrimas. Siempre es angustiante enfrentar estas situaciones, especialmente cuando involucran a personas a las que ama. – Y respecto a Rebecca, ¿cómo está?– Tuvimos varias complicaciones durante la cesárea, su presión arterial subió considerablemente. Logramos estabilizarla. Las próximas 48 horas serán cruciales para a