Sácame de este infierno

—Ada es una tonta, Ada escucha mucho ruido, Ada quiere dormir— responde haciéndose la tonta, aunque le costó mucho decir aquellas palabras, pero sabía que era la única manera de poderse ir sin ser detenida

Al llegar Adamaris Campbell a las escaleras, presentía que la estaban mirando y si es así, más por el silencio sepulcral presente.

Se apresura a subir para llegar a su habitación y al hacerlo, cierra la puerta con seguro para luego caminar de un lado a otro sintiendo como se le desgarra el alma por la traición de su prometido que ahora se va a casar con Bianca. Por el poco cariño de su padre. A pesar de que es una mujer exitosa en el mundo de los negocios, le duele haber sido burlada por su propia familia.

Pero lastimosamente, Bianca y Sonia, no están satisfechas con lo que han hecho. Quieren seguir acosando a la pobre Adamaris y hacerla quedar mal ante la sociedad. Aunque afortunadamente Ada ha vuelto a la normalidad y no va a permitir que se salgan con la suya. Ahora su mente está con muchos pensamientos, sacando conclusiones en que no es casualidad que los frenos de su coche hayan fallado dando paso a ese fatal accidente. —¡Lo pagarán! Juro que pagarán el daño que me han hecho— empuña sus manos con una furia letal.

Ella espera que el tiempo pase para poder salir de su habitación siendo cautelosa. Y para su sorpresa, su familia está aún en la sala de estar, los cuales están planeando salir a un lujoso restaurante para aparentar ser la familia perfecta.

Lo más cruel es ver cómo Jacobo besa a Bianca, aquellos besos que le solía dar a ella, todo eso se esfumó y el rencor empieza a habitar en su corazón. Al verlos marcharse, baja las escaleras rápidamente porque no se puede dejar ver, de nadie o si no le darán órdenes, como si ella no fuera lo que es, la heredera de una gran fortuna.

Inmediatamente agarra el teléfono fijo y marca el número de su mejor amiga.

—¿Bueno?

—¡Myriam...! Soy yo, Ada— siente unas inmensas ganas de llorar, incluso sus manos tiemblan

—¡Oh, por Dios, Ada! Amiga de mi alma por fin puedo escuchar tu voz, estaba preocupada por ti, trate de ir a verte, pero tú padre no me lo permitió

—Myriam por favor...— súplica y su amiga puede escuchar su sollozó —no tengo mucho tiempo, ven, ven por mí, sácame de este infierno

—pero... ¿Qué ha pasado Ada?— pregunta angustiada

—lo explicaré en cuanto me recojas, a dos cuadras de la mansión por favor

—Está bien, solo respira, me duele escucharte llorar de esa forma, ya salgo para allá.

Ada cuelga la llamada y se oculta rápidamente para luego cubrir su boca con su mano derecha y así, ahogar su llanto desenfrenado.

Al ver pasar a las empleadas hacia su habitación, aprovecha para ingresar a la cocina y así, salir por la puerta que conduce hacia el jardín trasero. Conoce la mansión como la palma de su mano y es su oportunidad de salir de un hogar dónde la única persona que la amaba realmente ya no está en este mundo.

Siendo muy eficaz, logra salir de la mansión sin ser vista, según ella, porque en realidad, el chófer que estaba por esos lares fumando cigarro se percató, pero tampoco fue un impedimento.

Ada empieza a caminar por la desolada calle para poder llegar al punto de encuentro, pero sintió esa necesidad de mirar atrás y al hacerlo, observó la mansión donde creció y fue feliz por escasos años. —¡Dios mío, ayúdame a hacer fuerte!— retoma fuerzas y continúa caminando, la noche es muy fría. Lo dejó todo, su casa, su vestimenta, sus pertenencias, lo único que lleva consigo son sus tarjetas bancarias porque a pesar de ser una chica adinerada, jamás ha presumido dicha riqueza. Es una mujer determinante y humilde

Ella se oculta entre un arbusto hasta ver llegar el auto de su mejor amiga, a la cual ve bajar del auto y mira su alrededor algo angustiada—¿¡Ada!?— preguntan Myriam

—¡Aquí estoy!— Ada sale de los arbustos y corre a los brazos de su mejor amiga la cual la abraza como si no hubiera un mañana

—¡Oh, Ada! Amiga de mi alma, no te veo nada bien— le acaricia el cabello —¿Qué sucedió?— pregunta intrigada

—sácame de aquí— moquea y deja de abrazar a su amiga

—claro sube al auto, pero debes contarme todo

Ambas chicas suben al auto y mientras Myriam maneja, Ada con profundo dolor le cuenta lo sucedido. —¡Malditas víboras!— exclamó Myriam —¡Carajo! Te dije que Jacobo no me daba buena espina, mira lo que te hizo con la bastarda de Bianca

—por favor no grites, me duele la cabeza

—lo siento. Pero que todos se vayan al infierno, si yo hubiera sabido, te hubiera sacado de allí. Se aprovecharon de ti— gruñó Myriam agarrando con fuerza el volante mientras que Ada fija su mirada por la ventana, admirando la hermosa luna llena que le hacía aún más querer llorar

—entiendo tu enojo. Solo debo recuperarme

—lo importante es tu salud amiga, nos vamos ya para que te hagas un tac cerebral, debemos descartar cualquier cosa y no quiero escuchar un no por respuesta

Sin embargo, Ada se mantuvo en silencio sumergida en sus pensamientos, así como al llegar a la clínica privada donde su amiga se encarga de hablar con la doctora para proceder a hacer el Tac cerebral lo más pronto posible.

Y como es de paga, lo harán en poco tiempo, solo que deben cancelar antes de hacerlo. —perfecto lo pagaré— dijo Myriam ansiosa por saber el estado de salud de su mejor amiga

—no te preocupes Myriam. Lo pagaré yo, ya estás haciendo mucho por mí— Ada sin ánimos, saca su tarjeta y se la entrega a la cajera de la clínica, la cual la recibe

—ya verás que todo va a estar bien amiga— Myriam la quiere animar

—lo siento señorita, pero su tarjeta está sin fondos— informa y Ada frunce el entrecejo

—pruebe con esto por favor— hacen intercambios de tarjetas y Ada espera algo ansiosa

—lo siento, pero también está sin fondos— le entrega la tarjeta a Ada

—¡No puede ser!— Adamaris siente su sangre hervir

—yo lo pago— Myriam entrega su tarjeta y la cajera factura —no te alteres amiga por favor— le suplica con un gesto de tristeza en su rostro

Adamaris quiere que la tierra se abra y se la trague, por tal motivo retrocede sin mirar atrás, porque siente tanta furia que desea gritar a todo pulmón, pero sin querer, tropieza con un hombre y al estar a punto de caer al suelo, sintió unos fuertes brazos rodear su pequeña cintura y levantarla con destreza. Al recuperar el equilibrio, se encontró cara a cara con un hombre jodidamente guapo, el cual posee una mirada tan profunda que fue difícil para Ada dejar de mirarlo.

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