OLIVIA Me vestí, me arreglé, me maquillé y perfumé. Salí de casa a la hora indicada para poder llegar a tiempo. Me encontraba demasiado emocionada —como nunca antes— por ese encuentro con Carlos. Tanta fue mi agitación, que olvidé por completo llamar al restaurante y reservar una mesa. En mi camino a casa desde el trabajo, estuve imaginando la idea de reservar una de las mesas más alejadas y privadas del sitio. Deseaba regresar al disfrute que él me provocó la vez que nos conocimos, donde me envolvió con su cuerpo, con sus manos y su psiquis en pleno restaurante, casi delante de todos. Deseaba de nuevo vivir el riesgo de poder ser vistos, aunque nos escondiésemos. Deseaba tantas cosas… El picor, la sensación que provocaban sus adulaciones en el fragmentado panorama de peligro, esa visión lúgubre, ese delicioso nerviosismo. Lo cierto es que lo deseaba a él en La Napolitana, porque ya el lugar había sido bautizado por nuestras maneras de vivirnos. Sin embargo, al final, tanta bruma
OLIVIA.OLIVIACreí que habíamos muerto, pero los muertos no respiran y menos así. Tampoco creo que se cansen y menos que disfruten de estos actos tan valiosos; con todo el respeto que se merece el más allá.Abracé a Carlos, sobé su espalda soportando el peso de su anatomía, barriendo el sudor con mis palmas, o quizás echando más; O tal vez empapando aquel terreno con gotas que parecían no secarse.Quería hablar, decirle todo lo que me había hecho sentir. ¿Pero cómo hacerlo con la garganta cerrada y verdaderamente cansada? Casi no podía respirar, Carlos me arrebató todo el aliento.«Eres absolutamente hermosa…»Recordé sus palabras, la forma cómo las liberó… Ese hombre había llegado aquella noche con problemas, algo había sucedido en su vida antes de nuestra cita y me sentí comprometida en hacerle olvidar todo lo negativo. Si seguiríamos siendo ocasionales, al menos yo, como ocasión, tendría que ser lo bueno.Se irguió, salió de mí y dándome uno cuantos besos, se acostó a mi lado. Se
OLIVIA.Cuando las penetraciones acabaron, regresó su cuerpo al colchón y sentí fresco de inmediato tras la carencia de su pene. Porque no pude dejarme caer de una vez, la impresión de lo vivido me dejó aún en cuclillas, tensa y riendo. Riendo por no poder creer aquello, apretando los ojos, incluso. Todo era demasiado.Se movió completo, mientras me resbalaba por fin hasta sentarme. De repente se puso de rodillas frente a mí, tomó mis piernas, me arrastró…—¡Aaaah! —grité.Se acomodó entre ellas y me penetró. Otra vez.—¡Así! —Empujó duro una sola vez hasta acoplarse—. No te separes, te quiero así —le escuché decir, mientras se unía también a mi regocijo.Nos reímos bastante, cansados, satisfechos y locos. Entonces nos besamos y besamos y seguimos besándonos hasta que el agotamiento nos fue devorando y nos hizo caer en un profundo sueño.Al cabo de unas horas (no supe de inmediato cuántas), me encontré con mi cara pegada a su pecho. Sentí un confort tan divino...Carlos estaba despier
CAPÍTULO IV: LA CUARTA CENANo quiero esperar hasta el viernesOLIVIA Debo confesar que no me esperaba tanto alboroto. Esto tenía que ser obra de la jefa de Recursos Humanos, imagino que motivada por los consejos o peticiones del Director de la empresa; porque no me explicaba el hecho de que todos los empleados de la aseguradora paralizaran sus labores e interrumpieran sus horas de almuerzo, por unos minutos, solo por mí.—¡Feliz cumpleaños, Olivia!—¡Felicidades! —me dijeron unos y otros, con abrazos y enormes sonrisas, luego de cantar a viva voz una de las canciones más viejas de la historia musical.—Muchas gracias a todos… ¡Muchísima gracias! —fui respondiendo. Un poco abrumada, si debo confesar.En todos los años que tenía trabajando para —y con— estas personas, nunca habían celebrado el cumpleaños de nadie allí. Era todo nuevo para mí.—Olivia… —me llamó el Director un tanto serio.—Dígame.Él ocultó una sonrisa genuina, creo que mi formalidad le causó gracia.—La espero en mi
OLIVIA.Y drenando un sudor interno, temblando casi, la coloqué donde él me había indicado.Luego lo miré y le entregué la carpeta.—Yo me quedo con esto… —despegó una de las hojas dejando las demás—, y tú te quedas con eso. —Asentí tomando lo que me daba y se hizo un segundo de silencio—. Olivia, comenzarás como aprendiz de la aseguradora y ese dinero quizás te sirva para reiniciar las clases. Quedaste en un semestre avanzado, ¿no es cierto? «¿Cómo sabe él todo eso?» Asentí.—Bien. Hazlo, no pierdas la oportunidad. Y…, gracias. Por todo. Mil gracias, de verdad.Sabía de lo que me hablaba.—¿Esto tiene que ver con tu relación, por todas las cosas en las que colaboré?—Para nada. Tiene que ver con lo que ya te dije. —Sonrió, exhaló una sola risa ligera y nasal, removió su cabeza en negativa como diciendo: ella no tiene remedio. Luego se recostó en el espaldar de su silla.Me levanté un tanto aletargada y con un incremento de ese mismo sentimiento, salí de la oficina y caminé hasta mi c
CARLOS Estaba bastante apurado por llegar, porque necesitaba irme de allí lo más pronto posible. Estacioné en la parte de atrás del edificio, asegurándome que tenía cancha libre para salir fácil.El agente de seguridad me otorgó uno de los tickets de papel que siempre entrega a los visitantes del estacionamiento cerrado, el cual debía conservar como el mayor tesoro. Así que lo guardé en la guantera.Apagué el vehículo, me bajé con las pertenencias requeridas para mi cita y activé la alarma al cerrar la puerta.La entrada trasera de la aseguradora era más pequeña que la principal y mi coche había quedado diagonal a ella; Debía dar unos pasos para llegar allí.Este es el momento de confesar que mi apuro se había vestido —antes de llegar— con otro traje: el de la invisibilidad. Estaba seguro que Olivia, la mujer con la que me había estado acostando, se encontraba allí esa tarde. Algo me decía que mi suerte no podía estar tan bien ajustada como para enviarme a ese edificio uno de sus día
—Ok… Tú propones —le dije entonces.—Mira, hoy tengo un compromiso en un sitio al cual nunca he ido. Me han dicho que es muy bueno. Déjame comprobarlo. Si eso es cierto, que es bueno como dicen, nos vemos allí.Asentí cortito con la cabeza, como si él pudiera verme.—Ok, está bien.—¿Te paso buscando o te envío la dirección?«¿Qué le digo? Ay, Dios…»Sabía lo que iba a decirle, pero siempre la prudencia ganando pedazos de mi personalidad. Algún día eso me hará mal.—Envíame la dirección.—Ok.Se hizo el silencio de nuevo.¿Qué haces? —preguntó.Miré mi ropa, ya cargaba todas las prendas pertinentes, solo me faltaba completar el maquillaje.Alejé el celular de mi oreja por un segundo para revisar si me habían escrito. Corroborando que no era así, contesté: —Me arreglo para salir.—Ah… Te interrumpo entonces.—No, para nada. No te preocupes, ya estoy vestida.—Ya. Entiendo. —Suspiró y muy claro que le escuché. Volví a fruncir las cejas porque algo había cambiado tras mi información y no
OLIVIA —¿Olivia? ¿Eres tú? —escuché que alguien preguntó con una voz que sonó demasiado sorpresiva—. ¡Hey, qué bueno verte!«¿Carlos?»La boca se me abrió de par en par.Carlos Malaver, Carlos M, mi amante de los viernes, con quien me acababa de textear, ¡estaba parado al lado de nuestra mesa!¡¿Qué diablos hace aquí?!» Miró a mis acompañantes.—Disculpen la interrupción…—No, para nada —respondió…, no sé quién fue; Si la novia de mi jefe o él mismo. No pude notar nada más que a Carlos, quien me miraba desde arriba con una sonrisa ancha en los labios. Aunque algo había en su mirada…¿Qué coño hacía Carlos en ese lugar? No podía creerlo. Estaba…, anonadada.—Ehh... —Parecí lerda por unos instantes, la boca se me secó.Él se había acercado a nuestra mesa con un traje formal de chaqueta y una desenfadada postura de manos metidas en los bolsillos de su caro pantalón. Siempre le había visto bien vestido (y bien desnudo), pero aquella ocasión fue distinta.Tenía que reaccionar.Puse mi mej