Esa tarde, mientras Aiden se preparaba para el paseo por el mercado navideño, sus pensamientos seguían atormentándolo. Al verse en el espejo, no podía evitar preguntarse cómo Hendricks lo vería realmente. ¿Era simplemente un chico con un estilo único, o había algo más que él aún no había descubierto?
Se sentía atrapado en un laberinto de dudas y emociones. Aiden se viste con unos vaqueros holgados, unas botas blancas para la nieve, un t-shirt, una bufanda blanca y un abrigo que lo cubriría del frio. Al llegar al mercado para comprar su lista de regalos, por casualidad se encontró con Hendricks. La atmósfera era festiva y mágica. Los colores vibrantes de las decoraciones y el aroma de los dulces navideños llenaban el aire. Pero, a pesar de la alegría que lo rodeaba, Aiden no podía dejar de sentir la presión de ser visto como algo que no era. Hendricks, al caminar a su lado, seguía riendo y hablando sobre su familia, mientras Aiden sonreía y asentía, tratando de ocultar su conflicto interno. Mientras exploraban las diferentes tiendas y quioscos, Aiden sintió que la conexión entre ellos crecía. Hendricks era divertido y carismático, lo que le hacía sentir más cómodo, aunque todavía había un pequeño espacio de duda en su mente. —Mira esto —dijo Hendricks, señalando una hermosa bola de cristal decorada con renos y un hombre del bosque—. ¡Deberíamos conseguir uno para el dormitorio, me encantan los renos! Aiden se detuvo, admirando el objeto brillante que reflejaba la luz de una manera casi mágica. —Eso sería genial...a mi me gustan los pandas—respondió, sintiendo que la idea de compartir algo especial lo hacía sonreír. Mientras Hendricks se inclinaba hacia él para examinar la bola de cristal más de cerca, Aiden sintió una chispa en el aire. Era un instante fugaz, pero la intensidad de la conexión lo sorprendió. Se dio cuenta de que, a pesar de sus dudas, había algo en Hendricks que lo atraía de una manera que nunca había sentido antes. —Si...me di cuenta que te encantan los pandas, tus mantas y pijamas casi todas tienen pandas, además de tus útiles y tus pantuflas, jejeje. Aiden se sonroja por la descripción tan detalladas de sus cosas, nunca pensó que Hendricks se fijara en esos detalles. La tarde pasó entre risas, dulces y la promesa de lo que podría llegar. Aiden sabía que se encontraba en una encrucijada, y la Navidad se acercaba con su propia magia, llevándolo hacia un futuro lleno de posibilidades. Pero mientras Hendricks lo miraba, con una expresión de alegría pura en su rostro, Aiden también supo que sería un camino complicado. Hendricks decidió que ese encuentro en el mercado navideño sería el momento perfecto para dar un paso más. El aire frío les envolvía mientras paseaban entre las luces parpadeantes y el bullicio de la gente. Hendricks, con su energía contagiosa, un conquistador nato, hacía que Aiden se sintiera más relajado, como si los problemas de su mundo pudieran esperar. Mientras paseaban, un grupo de chicas pasó a su lado, riendo y mirando a Hendricks con admiración. Aiden sintió una punzada de inseguridad al notar sus miradas, pero Hendricks, ajeno a la atención, continuaba hablando de lo que harían después. —¿Ves esas luces? Deberíamos tomar una foto ahí como recuerdo —sugirió Hendricks, señalando un hermoso arco de luces en la entrada de una tienda. El sabe que a las chicas les encantan tomar fotos. Hendricks vestía casual, con un abrigo de cuello de tortuga negro, unos jeans rasgados y unas botas negras, con un abrigo del mismo color. Un reloj costoso y una fina cadena de oro que se asomaba en su cuello perfecto. Aiden sonrió, pero cuando se giró para tomar el teléfono, escuchó a una de las chicas murmurar: —¿Quién es ese chico tan guapo? Me encantaría salir con él, no parece francés. Esa frase le provocó un torbellino en el estómago a Aiden. Se dio cuenta de que no quería que nadie más lo mirara así. Afortunadamente, su amigo estaba demasiado distraído para notar su incomodidad. Al llegar a un pequeño parque cercano, Hendricks propuso un duelo de bolas de nieve al ver más gente divirtiéndose. El quería ser visto como alguien divertido. La idea hizo que Aiden soltase una risa nerviosa; la tensión de antes se disolvía en el aire fresco. Su pelo largo ondeaba por la suave brisa fría. —¿Qué dices? —retó Hendricks, ya agachándose para recoger un puñado de nieve. Aiden no pudo resistirse. Se unió a la diversión, moldeando una bola de nieve con rapidez. Sin más aviso, Hendricks lanzó su bola, y Aiden tuvo que hacer un giro ágil para esquivarla. —¡Eso fue trampa! —gritó Aiden entre risas. —¡Nunca! Solo es táctica —respondió Hendricks, riendo mientras se agachaba para hacer más munición. A Hendricks se le erizaba la piel con su sonrisa y su sonrisa blanca perfecta. En poco tiempo, ambos estaban cubiertos de nieve y riendo a carcajadas. Cada bola de nieve lanzada era acompañada de gritos de guerra y chistes. Aiden sintió que la alegría lo llenaba, y la calidez de la compañía de Hendricks ahuyentaba sus dudas. Finalmente, Hendricks logró dar en el blanco, impactando a Aiden en la espalda. Se giró sorprendido, riendo y señalando a su amigo. —¡Eso va a tener consecuencias! Aiden se lanzó a la ofensiva, riendo mientras comenzaban un nuevo intercambio de bolas de nieve. En medio de la pelea, Aiden se dio cuenta de que, a pesar de las miradas ajenas, estaba exactamente donde quería estar: junto a Hendricks, disfrutando de cada momento. Después de varios minutos de risas y juegos, ambos se detuvieron, respirando pesadamente y con el rostro sonrojado por el frío y la emoción. Hendricks, con una sonrisa brillante, se acercó un poco más. —Oye, ¿te gustaría ver un partido de fútbol después? —sugirió Hendricks, tratando de cambiar de tema mientras se sacudía la nieve de los hombros. El extiende su mano y quita la nieve del pelo de Aiden con ternura. Aiden asintió, aliviado de tener algo más de qué hablar. —Claro, me encantaría. ¿Qué equipo vas a animar? —Siempre he sido fan del AC Milan. Esos colores rojos y negros son inigualables —dijo Hendricks, con una chispa en los ojos. —Buena elección. Yo soy del Montpellier, así que tengo que apoyar a mis raíces —bromeó Aiden, recordando su hogar en Borgoña. —No hay nada como disfrutar de una buena copa de vino mientras se ve el partido. —¿Chablis? Debe ser hermoso por como se te iluminan los ojos ¿Cierto?—preguntó Hendricks, interesado. —Sí, exactamente. No solo es un buen vino, también el paisaje es impresionante. Pero siempre he querido visitar Portofino. He escuchado que es un lugar hermoso, lleno de colores vibrantes y mar —respondió Aiden, disfrutando de la conversación. —Portofino es increíble —dijo Hendricks, iluminándose—. La costa, la arquitectura… y la comida es deliciosa. Imagínate disfrutar de una buena pasta frente al mar. Aiden sonrió, sintiendo que la conversación les mantenía ocupados en lugar de dejar que sus pensamientos más profundos salieran a la superficie. Ambos se encaminaron a un minimarket para comprar comida y llenar el refrigerador. La noche avanzaba, y aunque había un aire de complicidad entre ellos, ambos optaron por seguir en la zona segura de la conversación. Aiden dejó para otro día comprar los presentes y le hizo creer a Hendricks que sólo pasaba por el área. Mientras Hendricks hablaba sobre sus planes cuando terminara la universidad y Aiden respondía con entusiasmo, se sintieron felices, pero sin dejar que sus verdaderos sentimientos emergieran. Finalmente, regresaron al apartaestudio. Tras abrir una botella de vino de dos, que compraron de camino, se acomodaron en el sofá para disfrutar del partido con una bandeja llena de botanas y chucherías para picar. Con cada sorbo, Aiden sentía que la calidez del vino le llenaba el cuerpo, y poco a poco, la fatiga lo alcanzó. Sin darse cuenta, se recostó del espaldar en el sofá y apoyó su cabeza sobre el hombro de Hendricks, sintiendo que el mundo se desvanecía a su alrededor. Hendricks, al notar la suavidad del contacto, no pudo evitar sentir un torbellino de emociones en su mente. Aiden parecía una chica tan serena, tan confiada en su cercanía. A medida que el vino y el cansancio hacían su efecto, su deseo de protegerlo y cuidarlo creció en su pecho. Cuando Aiden se quedó dormido, respirando suavemente, Hendricks sintió una oleada de ternura. Por un momento se quedó mirando su pelo lacio rubio platinado, sus largar pestañas y sus labios de fresa. Sin pensarlo dos veces, para evitar devorarlo en se momento y caer en la tentación, lo alzó en brazos, admirando su expresión tranquila. Caminó con cuidado hacia la habitación y, con una delicadeza casi reverente, lo colocó en su cama. —Buenas noches, Aiden —susurró, inclinándose para darle un suave beso en la mejilla. Mientras se retiraba, no pudo evitar sonreír al pensar en la Navidad que se avecinaba. La promesa de lo que podría ser se deslizó suavemente en su mente, envolviendo ambos corazones en un halo de esperanza.El aire de diciembre estaba impregnado de emoción y expectativa, y la universidad de París parecía más viva que nunca. Con la llegada de las fiestas navideñas, el campus se había llenado de luces brillantes y el bullicio de los estudiantes se intensificaba. Aquella noche, algunos amigos de Hendricks habían organizado una fiesta en un bar cercano, un lugar popular entre los estudiantes donde la música y el ambiente festivo prometían una noche memorable. Hendricks invito a Aiden, pero él no le aseguro que asistiría. En horas de la tarde, casi poniéndose el sol, Aiden se encontraba en su habitación, observándose en el espejo. Se había puesto una camiseta ajustada y unos jeans que le daban un aire casual, pero la ansiedad lo invadía, no sabía que hacer con su pelo tan largo y lacio, así que se amarro una cola alta con una liga dejando caer algunos mechones y terminó poniéndose una gorra de beisbol negra. Para él se veía con un aire de chico metalero, pero la realidad es que parecía una
Hendricks bajo el calor del momento y pensando que sus palabras de afecto y seducción ayudarían al ambiente, decide abrir la boca y expresar lo que Aiden lo hace sentir. —Eres tan deliciosa, que me vuelves loco. Tenía tantas ganas de hacer esto desde que te vi. Nunca había probado unos labios tan dulces y suaves en una chica— murmura Hendricks muy excitado, casi al borde de la locura, lo que lleva a Aiden a intervenir. Había olvidado por completo que Hendrick cree que es una chica por su aspecto y su voz. —Espera…soy un chico—murmura en voz baja— ¡Espera un momento... Hendricks escúchame!—levanta la voz al ver qué Hendricks seguía besándolo, talvez por los tragos en su cabeza— Soy hombre. Un hombre con rasgos andróginos —continuó Aiden, sintiéndose más vulnerable que nunca, mientras se incorpora y se sienta en el sofá —. Creí que te habías dado cuenta. No soy lo que piensas. No soy una chica. Hendricks abre sus ojos como platos por la sorpresa, pero se sorprende a sí mismo sentir
La Nochebuena se acercaba rápidamente y, con ella la Navidad y un aire de alegría y expectativas. Aiden había estado esperando este momento, y no solo porque las festividades navideñas lo emocionaran, sino porque había decidido invitar a Hendricks a pasar el fin de semana en su casa en Chablis, Borgoña, para también celebrar su cumpleaños. La idea de compartir esa parte de su vida con Hendricks lo llenaba de entusiasmo, pero también de nerviosismo. Aiden se había mantenido ocupado y sólo intercambiaban algunos besos castos como despedida o cuando llegaba al apartaestudio. El compró el regalo de Hendricks y su familia. Siempre era Hendricks quien daba el primer paso. Pensó en llevarlo poco a poco a su terreno, él quería que Aiden tomara el papel de chica, quería que él fuera el Omega, el de abajo, el que recibe, el dominado, al que le dan como cajón que no cierra, como había leído en algunos textos y mangas. Finalmente, llegó el día luego de una semana donde casi no coincidían pero
El sonido suave de la respiración de Hendricks llenaba la habitación.Aiden lo observaba en silencio, su pecho subiendo y bajando lentamente bajo la manta. Estar tan cerca de él, sin las barreras de la universidad y las responsabilidades, le hizo darse cuenta de lo mucho que significaba Hendricks para él. Su cuerpo estaba relajado, pero su mente iba a mil por hora.Aiden se giró hacia la ventana, donde las estrellas brillaban en lo alto. El silencio de la noche rural contrastaba con el bullicio de la ciudad. Había algo pacífico en estar allí, en su hogar, con Hendricks a su lado. Sin embargo, su corazón latía con fuerza.«¿Por qué me siento tan inquieto?»— se pregunta Aiden. Cerró los ojos, tratando de calmar su mente, pero su cercanía hacía que sus pensamientos se desborden, su cuerpo reaccionó y se avergonzó al instante. Su solución fue regresar al baño y masturbarsë para aliviarse a sabiendas de que no olvidaría jamás ese "accidente" en su baño. Cuando se lavó regreso a la cama y
El primer día del nuevo semestre llegó con la misma mezcla de emoción y nerviosismo que Aiden había sentido el año anterior.Las calles de París estaban abarrotadas de estudiantes, muchos de ellos regresando de sus vacaciones de invierno. La atmósfera era vibrante, llena de expectativas y nuevas oportunidades.Aiden se sentía algo diferente, un poco más seguro, pero el eco de sus sentimientos por Hendricks aún resonaba en su corazón. Su fin de semana fue fabuloso y aunque no volvieron a besarse tan seguido, por temor a ser descubiertos, piensa que más adelante podrán tener su espacio y aprender a disfrutarse de esa manera.Aiden entró en el campus, observando a sus compañeros charlando animadamente sobre sus vacaciones. En la mañana se despidió de Hendricks que tenía una materia a tempranas horas. Su mente estaba llena de recuerdos del Año Nuevo, de las palabras que había compartido con Hendricks. Aunque había un aura de esperanza, también había incertidumbre. ¿Podría realmente abrirs
La noche avanzó, y Aiden no pudo soportar la tentación de seguir observando. En un impulso, decidió volver a su apartamento. Necesitaba pensar, necesitaría encontrar un modo de superar estos sentimientos que lo estaban consumiendo.Una vez en casa, se sentó en la cama, con la cabeza entre las manos. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Hendricks y April bailando juntos se reproducía en su mente. El sonido de las risas, la cercanía de sus cuerpos, lo llenaba de una tristeza que no podía explicar.Intentó distraerse, encendiendo su computadora y navegando por internet, pero no pudo concentrarse en nada. Tenía que aclarar sus pensamientos y tomar una decisión.Esa noche, Aiden escucho la puerta principal abrirse, él se levantó del escritorio y se paró detrás de su puerta, definitivamente era Hendricks y no estaba sólo, April estaba con él, las risas retumbaban en todo el aparta estudio.—Jejeje, eres pesado Hendricks...te llevaré a tu habitación solo dime cuál es.—Es la puerta d
Una tarde, mientras Aiden estaba en el aparta-estudio , escuchó el timbre de su teléfono. Era Hendricks, que estaba llamando. Aiden sintió una mezcla de alegría y ansiedad.—¡Hey! —respondió Aiden, tratando de ocultar su nerviosismo, mientras doblaba su ropa luego de un día de lavadera— saliste temprano que no te vi.—¡Aiden! Si...tenia algunas cosas que hacer y llegaré tarde hoy tengo algunas materias en la noche, álgebra y aritmética a las 8 de la noche—dijo Hendricks, sonando un poco tenso—. Quería hablar contigo sobre algo, ahora tengo un descanso de una hora, sé que cuando llegue posiblemente estés dormido.—Claro, ¿qué sucede? —preguntó Aiden, sintiendo que la curiosidad le llenaba el pecho.Hendricks hizo una pausa.—En realidad, estaba pensando en algo. ¿Qué te parece si planeamos un viaje a la playa, pero en Italia, antes de graduarnos?Aiden se sorprendió. —¿A la playa? ¿Te refieres a la playa de Portofino?—Sí, justo eso. Quiero que veas cómo es mi hogar en Italia. Mis padr
El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas cuando Aiden y Hendricks llegaron a Portofino.El pequeño pueblo costero aparecía ante ellos como una postal viviente: casas coloridas colgando sobre el acantilado, calles empedradas que serpenteaban hasta el puerto, y el mar Mediterráneo que se extendía hasta el horizonte, reflejando los últimos rayos dorados del día.El trayecto desde el aeropuerto de Génova había sido un recorrido pintoresco, con las ventanas del coche ofreciendo vistas de viñedos, olivos y acantilados. Aiden no podía dejar de admirar el paisaje, aunque una parte de él seguía lidiando con el asombro de estar allí, a punto de vivir unos días que prometían ser inolvidables.—¿Estás nervioso? —preguntó Hendricks, rompiendo el silencio mientras el coche descendía por la sinuosa carretera que los llevaba hacia la costa.—Un poco —admitió Aiden—, pero es más emocionante que otra cosa. Nunca pensé que acabaría aquí… contigo.Hendricks le lanzó una sonrisa tranquila mientras e