Brisa de verano.

La luz tenue de las lámparas y el suave tintineo de los vasos de vino vacíos llenaban el aire de la habitación de Hendricks.

Aiden se apoyaba de la enorme cama, su largo cabello rubio platinado caía en suaves cascadas sobre su espalda, mientras su mirada seguía la figura de Hendricks, quien andaba descalzo, con los ojos ligeramente nublados después de la celebración.

—Ven aquí, no tienes por qué temer

Aiden alzó la mano y, casi con timidez, tocó el rostro de Hendricks, sus dedos rozando su mejilla.

Hendricks se quedó quieto, como si el más leve movimiento pudiera romper el encanto que parecía envolverlos.

La mirada de Hendricks se suavizó, y sus labios esbozaron una sonrisa que parecía llenar toda la habitación. Lentamente, como temiendo que el momento se evaporara, se inclinó hacia Aiden una vez más. Esta vez, el beso fue más seguro, más consciente. Aiden respondió, y ambos se dejaron llevar, explorando el sentimiento que hasta entonces habían reprimido.

—¡Espera!... me siento extrañ
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