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Capítulo 6: Laberintos de Traición y Destino

En el corazón del desierto, bajo la implacable luna, la tensión y el misterio se intensificaban. Karl Heinz, ahora frente a Alejandro y Amira, mantenía una sonrisa confiada, a pesar de estar rodeado. Su actitud desafiante revelaba que tenía más cartas bajo la manga.

 —Capturarme no cambiará nada, —dijo Heinz con frialdad. —Hay fuerzas en juego aquí mucho más grandes que ustedes pueden entender.

Alejandro, con la guardia alta, no estaba dispuesto a dejar que Heinz se saliera con la suya. —¿Qué estás buscando en la tumba, Heinz? ¿Y por qué esta obsesión con Amara?

Heinz se echó a reír. —La momia de Amara es solo una pieza del rompecabezas. Un rompecabezas que, una vez completado, me dará un poder que ni siquiera pueden imaginar.

Antes de que pudieran interrogarlo más, un grito desde el exterior de la tumba los alertó. Era Layla, advirtiendo sobre un inminente ataque. Sin perder tiempo, Heinz aprovechó la distracción, le dio un golpe al que lo estaba deteniendo en ese momento para escapar, deslizándose entre las sombras con una agilidad sorprendente.

Alejandro y Amira salieron apresuradamente, encontrándose con Layla y el Dr. Sánchez, quienes les informaron que un grupo de hombres armados se acercaba al sitio. —Debemos irnos ahora, —instó Layla. —Heinz claramente tiene aliados poderosos.

Mientras se retiraban del lugar, Alejandro no podía dejar de pensar en la maldición de Amara y las palabras de Heinz. ¿Qué significaba que Amara era solo una pieza del rompecabezas? ¿Y qué poder era tan grande que Heinz arriesgaría todo para obtenerlo?

Decidieron establecer un nuevo campamento en un lugar más seguro, lejos del alcance de Heinz y sus secuaces. Allí, bajo el cielo estrellado, comenzaron a armar un plan.

—Tenemos que volver a la tumba, —dijo Alejandro. —Hay algo allí, aparte de la estatuilla que Heinz quiere desesperadamente, y creo que es la clave para romper la maldición de Amara.

Amira asintió, su rostro reflejando la seriedad de la situación. —Pero esta vez, debemos estar preparados para cualquier cosa. Heinz no se detendrá ante nada.

Mientras planeaban su próximo movimiento, una figura se aproximó a su campamento. Era una mujer desconocida, su rostro cubierto por un velo. —Vengo con información sobre Heinz, dijo, su voz cargada de urgencia. —Pero debemos actuar rápido.

La mujer, que se identificó como Nadia, reveló que Heinz trabajaba para una organización secreta que buscaba artefactos antiguos para explotar su poder. —La momia de Amara es solo el comienzo. Buscan despertar a una entidad antigua que creen que les otorgará poder ilimitado.

La revelación dejó al grupo en shock. La amenaza que enfrentaban era mucho mayor de lo que habían imaginado. —Debemos detenerlos, dijo Alejandro, su determinación fortalecida. —No solo por Amara, sino por el bien de todos.

Armados con la nueva información y un plan renovado, se dirigieron de nuevo a la tumba. Esta vez, estaban preparados para enfrentar no solo la oscura maldición que rodeaba a Amara, sino también las fuerzas malignas que se movían en las sombras.

El grupo llega a la tumba bajo la cobertura de la noche. Mientras se adentran en su interior, sienten la presión del tiempo y el peso de un destino incierto. Con cada paso, se acercan más al corazón de un misterio que va más allá de la maldición de una momia, un misterio que podría cambiar el curso de la historia y el equilibrio del poder en el mundo.

La luna bañaba de plata la antigua tumba, como si presenciara un evento que desafiaría el paso del tiempo. Alejandro, Amira, Layla, el Dr. Sánchez y Nadia, con un sentimiento de urgencia y determinación, se adentraron en las profundidades de la tumba, preparados para enfrentar lo desconocido.

—¿Crees que es buena idea quitarle la maldición a esta momia? —preguntó el Dr. Heinz a Alejandro.

—No sé si se quite la maldición, pero cuando menos podemos liberarla y que nos guíe a la solución de este problema. ¿O piensa dejar en manos de Heinz todo nuestro trabajo?

El doctor negó con la cabeza. No había más preguntas por hacer, pero las dudas seguían, ninguno de los que estaban ahí sabían exactamente lo de que deberían de hacer en esos casos, nunca en su carrera se les había atravesado un problema como este. Meterse con fuerzas desconocidas era nuevo, por lo que no tenían idea de cómo fuera a reaccionar todo. Quizás esta momia al ser liberada provocara más caos que bien, pero había que hacer algo antes de que Heinz tuviera en su poder todo lo que necesitara para despertar las fuerzas que estaba planeando.

La atmósfera dentro de la tumba era palpable, cargada de energías antiguas y secretos no revelados. Se dirigieron hacia la cámara principal, donde yacía el sarcófago de Amara. Alejandro, recordando los jeroglíficos que había descifrado anteriormente, sabía que debían realizar un ritual específico para romper la maldición.

—Según los jeroglíficos, necesitamos colocar la estatuilla de Anubis aquí, dijo Alejandro, señalando un nicho específico al lado del sarcófago. —Y debemos recitar un conjuro antiguo.

Todos observaron, con una mezcla de asombro y temor, mientras Alejandro colocaba cuidadosamente la estatuilla y comenzaba a recitar el conjuro. Las palabras, antiguas y poderosas, resonaban en la cámara, creando un eco que parecía trascender el tiempo.

A medida que Alejandro pronunciaba las últimas palabras del conjuro, un viento helado sopló a través de la tumba, apagando las linternas y sumiendo la cámara en la oscuridad. Un silencio sepulcral se apoderó del lugar, seguido por un sonido suave, casi como un suspiro.

Cuando las linternas se encendieron de nuevo, un asombroso cambio había ocurrido. Amara, la momia, ya no estaba atada a su sarcófago. Estaba de frente a ellos una mujer hermosa, despampanante, las vendas no cubrían casi su cuerpo, el cual era perfecto.

Alejandro, completamente cautivado por su belleza y presencia, se acercó lentamente. —Amara, —dijo con voz suave, —¿eres tú?

Amara lo miró, sus ojos reflejando un millar de emociones. —Sí, soy yo. Gracias por liberarme de mi maldición eterna.

Amira, observando la escena, sentía un torbellino de emociones. La atracción evidente de Alejandro hacia Amara despertaba en ella sentimientos de celos y confusión.

Mientras se recuperaban del asombro, Nadia alertó al grupo. —Debemos salir de aquí. Los hombres de Heinz están cerca, y no dudarán en usar la fuerza.

Con Amara ahora entre ellos, el grupo se abrió camino de regreso a través de los pasillos laberínticos de la tumba, conscientes de que cada momento era crucial. Mientras avanzaban, Amara compartió fragmentos de su historia, revelando secretos antiguos y poderes que habían sido olvidados por el tiempo.

—La entidad que Heinz busca despertar es Apep, el antiguo dios del caos, —explicó Amara. —Si logra controlarlo, las consecuencias serán catastróficas para el mundo.

Al salir de la tumba, se encontraron con la fuerza de Heinz, una batalla inminente en la oscuridad del desierto. Alejandro, recordando sus habilidades en artes marciales, se preparó para el enfrentamiento. Amira, a su lado, luchó con valentía, mientras Layla y el Dr. Sánchez proporcionaban apoyo.

La lucha fue intensa, un baile de sombras y destellos en la noche. A pesar de su valentía y habilidades, el grupo estaba en desventaja numérica. En el momento más crítico, Amara reveló su propio poder, desatando fuerzas antiguas que barrieron a los atacantes, salvando al grupo de una derrota segura.

Con los atacantes repelidos momentáneamente, el grupo se retiró a un lugar seguro, donde pudieran planear su próximo movimiento. Amara, ahora parte integral del equipo, ofreció su conocimiento y poder para detener los planes de Heinz.

El grupo, agotado pero decidido, bajo el cielo estrellado. Alejandro, luchando con sus propios sentimientos hacia Amara y Amira, sabía que el camino que tenían por delante estaría lleno de peligros y decisiones difíciles. La batalla contra Heinz y la entidad de Apep se avecinaba, y el destino del mundo pendía de un hilo. La historia de Amara, entrelazada con la suya, los llevaba hacia un enfrentamiento que definiría el futuro de la humanidad.

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