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Capítulo 9: Juegos de Poder y Corazón

El cielo de esa mañana, cubierto de nubes grises, parecía una metáfora perfecta de la tensión que llenaba el apartamento. La luz del amanecer se filtraba a través de las persianas, creando patrones de sombra sobre los rostros preocupados de sus ocupantes. Amara, que había mantenido una distancia calculada durante la noche, ahora comenzaba a revelar una astucia sutil en su comportamiento. Sus movimientos eran medidos, y sus palabras, aunque escasas, estaban teñidas de una intención que iba más allá de lo aparente. Era como si estuviera jugando una partida de ajedrez invisible, donde cada gesto suyo era un movimiento estratégico destinado para probar y desafiar la recién descubierta relación entre Alejandro y Amira.

Alejandro, atrapado en un laberinto de emociones, se debatía internamente. Su mente era un torbellino de sentimientos contradictorios. Por un lado, la conexión con Amira era clara y tangible, pero por otro, la presencia enigmática de Amara ejercía una atracción desconcertante. Se encontraba sentado, solo, en un rincón de la sala, sumido en sus pensamientos, su rostro una máscara de conflicto interno. Se sentía arrastrado por corrientes emocionales que no podía controlar, consciente de su propio egoísmo y la incapacidad de encontrar una dirección clara.

Amira, cuyos ojos aún relucían con el resplandor de la pasión de la noche anterior, se acercó a Alejandro buscando un beso, una confirmación de lo compartido. Pero la respuesta de Alejandro fue un reflejo de su tormento interno: se levantó bruscamente, evitando su acercamiento y se dirigió a la ducha, dejándola sumida en un mar de dudas y confusión. El desayuno se convirtió en un teatro de silencios y miradas esquivas, donde cada sorbo de café y cada mordida al pan tostado resonaban con un eco de las palabras no dichas.

Amara, desde su rincón de observación, analizaba cada detalle con una mirada que destilaba cálculo y perspicacia. No quería desencadenar un conflicto abierto, pero en su mente, los engranajes de un plan se estaban formando, aprovechando la tensión que se respiraba en el ambiente.

El sonido repentino de la puerta rompió la tensión del momento. Alejandro, con una cautela nacida de la constante amenaza de Heinz y sus seguidores, se acercó a la entrada. Al abrir la puerta, se encontró con la figura de Elena, una joven de estatura media, pelo corto y castaño, cuyos ojos profundos y misteriosos irradiaban una confianza y un misterio insondable.

—Hola, buenos días —saludó Elena con un tono que, aunque amable, llevaba un matiz de firmeza. —Mi nombre es Elena, y el Dr. Sánchez me ha enviado para ayudarles. Somos parte de una sociedad secreta que protege reliquias y a aquellos que las descubren. Creemos que pueden estar en peligro.

Alejandro, confundido y a la defensiva, replicó con una mezcla de sorpresa y suspicacia. La confirmación de la identidad de Elena por parte del Dr. Sánchez solo sirvió para añadir más preguntas a la creciente lista de incertidumbres.

En un encuentro privado, Elena compartió con Alejandro información que parecía sacada de un mundo oculto y arcano. Sus palabras eran como un río oscuro y profundo, fluyendo con revelaciones sobre la resurrección de Amara y los catastróficos eventos que esto había desencadenado.

—Debes tener cuidado, Alejandro —advirtió Elena, su voz llevando un peso de seriedad y urgencia. —Amara es más que una víctima de una maldición. Puede que esté buscando algo en ti, algo que ni siquiera tú comprendes.

Alejandro, sumergido en sus pensamientos, luchaba por procesar las implicaciones de las palabras de Elena. —¿Qué puede querer de mí? —preguntó, su voz un reflejo de su confusión.

—Quizás no sea solo tu energía, Alejandro. Puede que busque en ti el reflejo de un amor perdido —respondió Elena, su tono lleno de enigmas y presagios.

En una ubicación remota, Heinz se encontraba ante la cápsula donde tenía al sacerdote, aquel que había sido el gran amor de Amara. La estatuilla necesaria para completar el ritual era una de las piezas de un rompecabezas oscuro que estaba a punto de completar. Frente a la capsula de criogenia, Heinz se sumía en una mezcla de fascinación y urgencia, consciente de que estaba a punto de desencadenar fuerzas que iban más allá de su comprensión.

De vuelta en el apartamento, la tensión entre Alejandro y Amara iba en aumento. Cada encuentro entre ellos estaba cargado de una electricidad casi tangible, un juego peligroso de deseo y poder. Amira, observando la escena, se debatía entre el dolor y la resolución. La noche que había prometido tanto ahora parecía una ilusión rota, dejándola con un sentimiento de traición y desilusión.

—¿Quién es esa mujer? ¿La que envió el doctor? —preguntó Amira con un tono helado, rompiendo el silencio.

—Es alguien que según nos va a proteger, al parecer están entrenados para defendernos de Heinz —respondió Alejandro, evitando mencionar lo que Elena había dicho sobre Amara.

—Ah, qué bien —fue todo lo que Amira dijo antes de anunciar su decisión de salir a despejar su mente. Ignoraba las advertencias de Alejandro sobre los peligros, necesitaba tiempo y espacio para procesar todo lo que estaba sucediendo.

Esa noche, el apartamento se convirtió en un escenario de sombras y susurros, donde cada objeto parecía contener ecos de historias antiguas y secretos olvidados. Alejandro, rodeado de reliquias y textos desgastados por el tiempo, se sumergía en una investigación que era más un ritual que un estudio. La luz de una lámpara de mesa proyectaba su brillo tenue sobre las páginas amarillentas, creando un aura de antigüedad que se mezclaba con el aire cargado de misterio. Los artefactos de la tumba de Amara, dispuestos sobre la mesa, parecían cobrar vida propia en la penumbra, sus sombras danzando en las paredes como espíritus inquietos.

En medio de este escenario, Amara se movía con una gracia silenciosa, casi etérea. Con cada paso que daba, la tensión en el aire se espesaba, tejiendo una red invisible que lentamente envolvía a Alejandro en su centro. Era como si Amara controlara el ambiente mismo, manipulando el espacio y el tiempo a su alrededor para crear una situación que dejaba a ambos solos, aislados del mundo exterior.

La tensión entre ellos crecía, palpable y eléctrica, cargada de un deseo y un poder que parecían desafiar las leyes de la naturaleza. Era una danza de miradas y gestos, un juego de seducción y peligro donde cada movimiento de Amara era calculado, y cada respuesta de Alejandro, aunque reacia, era inevitable. La línea entre el hechizo y la realidad se difuminaba, sumergiéndolos en un mundo donde solo existían ellos y la pulsante energía que los unía.

Alejandro se encontraba atrapado en esta red de complicaciones, su mente un torbellino de emociones y pensamientos. Se sentía como un náufrago en un mar de dudas, luchando contra las olas de su propia conciencia. Reflexionaba sobre su búsqueda del pasado, una aventura que lo había llevado a un presente lleno de caos y contradicciones. La presencia de Amara, con su aura de misterio y poder, era como una sombra que se cernía sobre él, desafiando todo lo que creía saber y entender. Era una figura enigmática, un enigma que lo atraía y al mismo tiempo lo atemorizaba.

La habitación, con sus paredes que parecían susurrar historias de tiempos olvidados, se convertía en un escenario donde el pasado y el presente colisionaban. Los artefactos antiguos, testigos mudos de una historia larga y compleja, parecían observar la escena, como si estuvieran conscientes del drama que se desarrollaba ante ellos.

En el silencio de la noche, solo interrumpido por el ocasional crujir de una página o el susurro de un movimiento, Alejandro y Amara se encontraban en un momento de cercanía intensa. Sus ojos, bloqueados en un entendimiento silencioso, hablaban de deseos no expresados, de preguntas sin respuesta y de un futuro incierto que se cernía sobre ellos como una nube oscura.

Fuera del apartamento, la noche ocultaba movimientos furtivos y planes siniestros que se tejían en las sombras. Era como si el mismo aire llevara consigo los susurros de un destino oscuro y turbulento, un presagio de los eventos tumultuosos que estaban a punto de desencadenarse.

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