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Capítulo 5: Latidos en la Oscuridad

La luna se alzaba alta en el cielo, bañando el campamento con una luz plateada que apenas disipaba la oscuridad circundante. Alejandro, Amira y Layla, aun con el corazón palpitante por el terror vivido en la tumba, se reunieron para discutir su próximo movimiento. La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, una mezcla de miedo, deseo y la urgencia de resolver el misterio que los envolvía.

Mientras hablaban, Alejandro no pudo evitar sentir la sensación de Amira. Sus intercambios de miradas en la penumbra de la noche eran como chispas eléctricas, un juego silencioso de deseo y contención. Layla, percibiendo la tensión entre ellos, les lanzaba miradas inquisitivas, como si tratara de descifrar un enigma adicional.

—Tenemos que volver a la tumba, aprovechar que ahora en la noche no hay nadie —dijo Alejandro de repente, su voz firme a pesar del temor que sentía. Hay algo más allí, algo que Amara intenta comunicarnos.

Amira asintió, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y determinación. —Pero esta vez debemos ser más cuidadosos. Lo que sea que esté acechando allí es peligroso y no se detendrá ante nada.

Layla se levantó, recogiendo su equipo. —Entonces vamos. No podemos dejar que Heinz y lo que sea que haya desatado nos detengan

Regresaron a la tumba, moviéndose con cautela en la oscuridad. Las sombras parecían moverse a su alrededor, susurrando secretos antiguos y amenazas veladas. Al entrar en la cámara principal, una sensación de desasosiego los envolvió. La tumba estaba diferente, como si una presencia maligna hubiera alterado su misma esencia.

Alejandro se adelantó, su linterna, iluminando el sarcófago de Amara. La momia yacía allí, otra vez inmóvil, aunque se veía humana, pero petrificada. Algo la detenía todavía y no había permitido que se liberara por completo. Había una energía en el aire, un palpitar que parecía emanar de ella.

—Amara, susurró Alejandro, casi sin darse cuenta. En ese momento, una ráfaga de viento frío barrió la cámara, apagando sus linternas y sumiéndolos en la oscuridad.

Una voz resonó en la penumbra, la voz de Amara, cargada de dolor y desesperación. —Ayúdenme a liberarme… antes de que sea demasiado tarde.

Alejandro sintió un tirón en su corazón, un deseo profundo de proteger a Amara, de salvarla de su destino eterno. Era más que un llamado profesional; era personal, una conexión que trascendía el tiempo y la lógica.

De repente, una figura se materializó en la oscuridad. No era Amara, sino algo mucho más siniestro. Una criatura de pesadilla, un ser hecho de sombras y malevolencia. Era el guardián de la maldición, liberado por la imprudencia de Heinz.

La criatura se abalanzó sobre ellos, sus garras extendidas. Alejandro, Amira y Layla lucharon con desesperación, cada golpe alimentado por el miedo y la voluntad de sobrevivir.

Era una criatura horrible, que desafiaba el tiempo y el espacio. Aunque luchaban con todas sus fuerzas, estaban conscientes de que si esa criatura los quisiera matar hubiera sido muy simple, necesitaban más que fuerza física para poder derrotarla.

En medio del caos, Alejandro y Amira se encontraron luchando espalda con espalda, su conexión fortaleciéndose en la batalla. En un momento de respiro, Alejandro miró a Amira, sus ojos, encontrándose en una promesa no pronunciada, un deseo que ardió entre ellos, incluso en medio del terror.

Lograron repeler a la criatura por el momento, huyendo de la tumba con el corazón latiendo desbocado. Mientras se alejan, Alejandro sabe que no solo están luchando por desentrañar el misterio de Amara, sino también por sobrevivir a una amenaza que va más allá de lo imaginable. Una atracción que ha empezado a sentir por Amira se entrelaza con su deseo de salvar a Amara, creando un triángulo de emociones que lo empuja hacia un destino incierto y peligroso.

Después de su aterradora experiencia en la tumba, Alejandro, Amira y Layla se encontraron de vuelta en el campamento, cada uno procesando el horror y el misterio que los rodeaba. Mientras reponían sus energías, una figura familiar se aproximó a ellos a través de la oscuridad del desierto. Era el Dr. Emilio Sánchez, su rostro marcado por la preocupación y el cansancio.

—¿Qué ha estado sucediendo aquí?, preguntó el Dr. Sánchez, observando las evidentes señales de lucha y el agotamiento en sus rostros. —He estado intentando contactarlos, pero no tuve respuesta. Y ahora encuentro el campamento en este estado…

Alejandro, consciente de que había llegado el momento de revelar la verdad completa, comenzó a relatar los eventos recientes, desde la liberación de la maldición hasta el ataque de la criatura en la tumba. Amira y Layla aportaron sus propias perspectivas, creando un relato que parecía más propio de una novela de terror que de una expedición arqueológica.

El Dr. Sánchez escuchaba con creciente incredulidad. —¿Una momia que habla? ¿Una criatura hecha de sombras? Esto es… es inaudito.

—Lo sé, pero es la realidad que estamos enfrentando, insistió Alejandro. —Y hay más. Karl Heinz está involucrado en esto, y creo que ha despertado algo que no puede controlar.

El Dr. Sánchez se llevó una mano a la frente, tratando de asimilar la información. —Debemos actuar con cautela. Esta situación es extremadamente peligrosa, tanto desde un punto de vista arqueológico como personal. Solo porque ustedes son personas de fiar y porque creo en ustedes es que no pongo en duda lo que me dicen, pero esto va más allá de mi comprensión. Tengo que ver por mis propios ojos lo que ustedes me están contando

Fue entonces cuando Layla intervino. —Creo que no les he contado todo, el artefacto que sacamos en la tumba del sacerdote y que Heinz se apoderó de él, hizo que el sacerdote saliera de su tumba y se convirtiera de nuevo en humano. Heinz está desesperadamente buscando revivir a Amara y unirla con el sacerdote para completar una fuerza mística. La separación y maldición de estas momias se debe a un ritual específico, que solo se puede completar con una estatuilla antigua, la misma que ustedes poseen. Yo estaba en una misión para encontrarla y mantenerla fuera del alcance de Heinz, evitando así que él reanime a la momia. Si esa momia se libera y se une al sacerdote, va a despertar a todas las fuerzas oscuras que los han mantenido así durante todo este tiempo.

—No entiendo. —Dijo el Dr. Sánchez

—Hoy nos atacó una criatura oscura, muy hábil. —siguió Layla. —Solo pudimos salvarnos porque escapamos por los túneles de la tumba, pero esto es mínimo a la fuerza que se puede desatar si desafiamos la maldición nos atrevemos a salvar a las dos momias. Heinz sigue con el sacerdote, no ha podido completar el ritual, porque lo que falta lo tienen ustedes, es esa estatuilla.

Alejandro y Amira intercambiaron miradas de sorpresa y traición. —¿Entonces nos piensas traicionar?, —preguntó Alejandro, su confianza en Layla desmoronándose.

—No exactamente, —respondió Layla con firmeza. —Mis intenciones son proteger la estatuilla, pero también ayudar a resolver este misterio. Lo que está en juego aquí es mucho mayor de lo que imaginan.

Antes de que pudieran profundizar en la revelación de Layla, un grito desgarrador los alertó. Corrieron hacia el origen del sonido, encontrando a uno de los trabajadores del campamento tirado en el suelo, su cuerpo retorcido en un ángulo antinatural, una expresión de terror absoluto en su rostro.

—Eso no es obra de un animal, —dijo Alejandro, examinando el cuerpo. —Es la misma criatura que nos atacó en la tumba.

El Dr. Sánchez miró el cuerpo, su rostro pálido. —Esto se está saliendo de control. Debemos alertar a las autoridades.

—No, —intervino Alejandro rápidamente. —Si hacemos eso, perderemos toda oportunidad de resolver esto por nuestra cuenta. Y Heinz… él no se detendrá ante nada para conseguir lo que quiere.

—Pero si se nos sale de control podemos tener más problemas y recuerda que yo soy el responsable. —Dijo el Dr. Sánchez. —Ya tenemos algunos muertos aquí, no podremos ocultar esto por mucho tiempo.

—Denos chance de solucionar esto, nosotros podemos cuando menos encontrar la forma de que se rompa la maldición sin dañar a más personas. —Dijo Alejandro.

Layla asintió en acuerdo. —Tenemos que encontrar la manera de romper la maldición antes de que más personas resulten heridas… o peor.

Decidieron dividirse para cubrir más terreno. Alejandro y Amira irían a la tumba para buscar más pistas sobre cómo romper la maldición, mientras que Layla y el Dr. Sánchez investigarían los movimientos de Heinz y su equipo.

En la tumba, Alejandro y Amira se adentraron en la oscuridad, armados solo con linternas y la determinación de encontrar respuestas. A medida que avanzaban, Alejandro no podía dejar de pensar en la conexión que sentía con Amara. Era una atracción que iba más allá de la lógica, un lazo que parecía unir sus almas a través del tiempo.

Mientras exploraban, se encontraron con una serie de jeroglíficos que no habían visto antes. Los símbolos hablaban de un ritual, uno que podría romper la maldición de Amara, pero esto provocaría el despertar una sombra más oscura que la que ya habían visto.

Mientras tanto, Layla y el Dr. Sánchez seguían la pista de Heinz, descubriendo que había establecido un campamento no muy lejos de allí. Observando desde la distancia, vieron a hombres armados moviéndose alrededor, claramente en busca de algo… o alguien.

Layla y el Dr. Sánchez no se dieron cuenta cuando algunos de ellos, junto con Heinz se perdieron de vista.

De vuelta en la tumba, Alejandro y Amira fueron sorprendidos por la repentina aparición de Heinz y sus hombres. —Pensé que encontraría algo interesante aquí, —dijo Heinz, con su sonrisa cruel y confiada.

—No hay nada que puedas encontrar aquí. —Dijo Alejandro. —¿Por qué no nos dejas trabajar?

—¿No te has dado cuenta? —Preguntó Heinz. —Esa momia que está ahí, tiene un secreto que puede a todos darnos la vida eterna y mucho poder haciendo los rituales correctos.

—Es que solo queremos trabajar, investigar sobre ella. —Dijo Amira.

—Bueno, yo tengo la otra parte del rompecabezas, solo que estamos en las mismas. Ustedes tienen a una momia que está casi viva y yo tengo un sacerdote también en las mismas. Necesito la estatuilla que ustedes tienen, así podremos liberar a esta momia y después ir por aquella.

—Estamos hablando de dos personas que fueron maldecidas, ¿cómo puedes hablar así? Como si fueran objetos. —Reclamó Alejandro. —Solo mira a esa momia, es una mujer, únicamente que no se puede mover, pero en estos momentos está viva.

—¿Eso qué importa? Podemos obtener más si usamos los poderes que estas dos momias pueden desatar. Con la tecnología de ahora esto puede ser maravilloso. —Terminó diciendo Heinz, al momento en que señalaba a sus hombres para atrapar a la pareja. —Ah, y no son dos momias malditas, son tres, porque hay que buscar al sacerdote traidor.

Justo en ese momento un estruendo invadió la tumba, todo empezó a temblar y algunas piedras cayeron, parecía que aquel lugar se iba a derrumbar. Una fuerza poderosa hizo que los hombres de Heinz tiraran las armas. Aprovechando esto, Alejandro y Amira tomaron las armas y los apresaron.

—No importa lo que hagan, la maldición va a ser liberada y no podrán detenerla. —Dijo Heinz tratando de zafarse de los brazos de Alejandro.

Alejandro y Amira mirándose el uno al otro, conscientes de que lo que enfrentan es más grande y peligroso de lo que imaginaban. La pasión que había estado creciendo entre ellos se ve ahora mezclada con el miedo y la determinación de enfrentar lo desconocido. Con Heinz capturado, pero la amenaza aún presente, saben que deben actuar rápido para desentrañar el misterio de la maldición y salvar a aquellos que aún están en peligro.

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