Eletta tragó con fuerza, las palabras parecían pesadas en su lengua, pero sabía que había llegado el momento. El momento de enfrentar las sombras que a danzaban entre ellos y los distanciaban aun estando tan cerca.—Huyo... huyo de mí misma —confesó con la voz temblorosa. —No quiero hacerte daño, tengo miedo —dijo cerrando los ojos, mientras su voz se quebraba por el dolor que le producía pensar en eso.—¿Miedo de qué? ¿Qué te tiene tan aterrada mi amor? Háblame y entre los dos podemos resolver eso que te tiene así —su voz se escuchó con un tono de desesperación.—Miedo en hacerte daño, en ser una mujer malvada como… —se quedó callada.—¿Cómo quién? —insistió con preocupación.—Como mi madre, tengo miedo de convertirme en ella, en engañarte, en ser mala esposa, mala madre —concluyó con una expresión de angustia.Él negó con la cabeza, tomando su rostro para que ella lo mirara a la cara mientras hablaba.Paul sintió como si le abriera el entendimiento, iluminando los recovecos del coraz
Paul tardó unos segundos en asimilar lo que acababa de escuchar. Su sorpresa inicial era palpable, pero luego, una sonrisa ligeramente curvada nació en sus labios. Se inclinó hacia ella, colocando un dedo debajo de su barbilla para alzarle la mirada.—¿En serio? —dijo con calidez y ella asintió—, así que caíste rendida ante mí —dijo con un tono de picardía.—Pues, la verdad es que no sé, me recuerdo que llegué a la habitación que me había asignado Leandra, y no sé cómo ocurrió… creo que tú llegaste allí también. Yo creí que estaba soñando, cuando pasó todo, pero cuando me levanté me di cuenta que estabas a un lado de mi cama —respondió con una leve sonrisa.—¿O sea que te acostaste en mi cama para seducirme? —preguntó orgulloso y ella negó.—Lamento hacerte pisar tierra, la verdad es que yo me acosté ebria, porque te vi en la boda con otra mujer, me sentí tan dolida, porque según me amabas y no te tardaste ni tres meses para encontrarte a otra y de paso llevarla a la boda de mi padre
—Esto es... esto es increíble, Eletta —susurró él con la voz ahogada por la emoción. Paul estaba radiante, su corazón latía con una fuerza nueva, marcando el ritmo de un futuro que, hasta ese instante, no había imaginado posible.Acariciando su espalda con ternura, Eletta pudo sentir cómo la incertidumbre se diluía. Había temido su reacción, pero ahora se encontraba envuelta en el calor de su abrazo y en la promesa silenciosa de que estarían juntos en esto.—No sé qué decir —admitió Paul alejándose ligeramente para mirarla a los ojos—. Quiero decir, nunca pensé... Yo... nosotros... ¡Voy a ser papá! Eletta se permitió una pequeña risa ante su aturdimiento.—Sé que es inesperado, pero creo que podemos hacerlo. Estamos juntos en esto. —Ella depositó una mano sobre su vientre todavía plano—. Vamos a ser una familia.De pronto él se levantó de la cama como si sus energías se hubiesen renovado.—Debo decirle a todos, a mi mamá, que va a ser una abuela chocha. Salió de la habitación casi
Cuando regresaron a la casa, la celebración era en un torbellino de abrazos, risas y brindis. La felicidad se contagiaba de unos a otros, y pronto se empezó a hablar de los planes para el futuro, incluyendo la fecha del matrimonio. —¡Tenemos que fijar la fecha de la boda! —exclamó Tarah, con su habitual entusiasmo—. No podemos dejar pasar esta oportunidad para celebrar otro evento hermoso en nuestra familia. Paul caminó hacia Eletta, se tomaron de las manos mientras se miraban con una expresión de ternura. —Nos gustaría que fuera lo antes posible —dijo Paul—. Queremos empezar esta nueva etapa de nuestras vidas lo más pronto posible. Alexander, aun recuperándose de la emoción, asintió con una sonrisa cálida. —Entonces, vamos a hacerlo. No hay razón para esperar. ¿Dentro de cuánto tiempo? —preguntó. —Es que creo que no se puede esperar mucho, más tardar un mes para que no se le vea el embarazo a la novia, y ya para esa fecha Paul estará bien —sugirió Tarah y el rostro de Elett
El cálido resplandor del sol, realzaba la solemnidad del momento. El clérigo, un hombre de edad mediana y mirada serena, alzó la voz con fuerza, hablando de la profundidad del amor con palabras que parecían acariciar los corazones de todos los presentes. "El amor todo lo puede, todo lo soporta," dijo, su voz resonando en el lugar. "Es desear lo mejor para el otro, es sacrificarse y recibir, y como el sentimiento es recíproco, se reciben esos mismos sentimientos de vuelta. Sus ojos penetrantes se posaron primero en Paul, luego en Eletta, y les preguntó con calma. —¿Acuden a esta ceremonia libremente, sin apremio ni coacción? La respuesta no se hizo esperar. —Sí, estamos aquí voluntariamente —respondieron en un dúo armonioso de afirmaciones, cada uno mirando al otro con una certeza firme en sus ojos. —Paul Kontos, —continuó el clérigo, —¿aceptas como esposa a Eletta Ferrari, para amarla, respetarla, cuidarla, en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la escasez, hasta q
La pista de baile brilló bajo esa especie de techo de luz que habían colocado en el jardín, cuando Eletta y Paul entraron en ella, con las manos entrelazadas y los ojos reflejando la alegría de un sueño compartido por fin hecho realidad. A medida que sonaba la música, una melodía conmovedora que parecía compuesta sólo para ellos, se escuchó. Se movían con una gracia tan fluida que sus pies apenas susurraban contra la madera pulida. Cada paso, cada giro, era una conversación sin palabras, una tierna historia de amor. Paul se inclinó hacia Eletta, con su cálido aliento en el oído, susurrándole palabras cariñosas que pintaron sus mejillas del color de las rosas. Su risa, ligera y desenfrenada, se mezcló con los acordes de la música, llenando el aire con la esencia de la felicidad pura.Se compenetraban tanto que daban la sensación de estar flotando en el aire, todos lo observaban con una expresión felicidad en su rostro, porque eso era lo que transmitían los recién casados.Cuando la c
El fulgor dorado de las lámparas del vestíbulo les dio la bienvenida a los recién casados mientras atravesaban la opulenta entrada del hotel. Paul, con la mirada chispeante de un hombre que ha conquistado mundos enteros por amor, hizo honor a la tradición. Elevó a Eletta en sus brazos, cruzando el umbral de su suite nupcial como si cruzara la puerta hacia un futuro prometedor y de cierta manera era así, estaban seguros que les esperaba una vida plena y maravillosa. Sus pasos reverberaron sutilmente sobre la mullida alfombra hasta que, con un hábil movimiento de pie, cerró tras ellos la puerta del mundo exterior con su piel.Eletta, envuelta en la calidez de sus fuertes brazos, se dejó llevar, admirando con deleite la destreza y decisión con la que Paul la depositó sobre la cama. La seda de las sábanas acogió su figura con gentileza, mientras él, se levantaba, se paraba enfrente de la cama y comenzaba a despojarse de su ropa con una eficiencia que revelaba un ansia contenida. Su mir
—Mi amor, no estoy de acuerdo con este viaje a Bali, porque si tus padres no quisieron que viajaras a Roma que quedaba más cerca, imagínate este vuelo, serán más de veintisiete horas —protestó ella sin poder evitar su preocupación. —No es lo mismo mi amor, porque si hubiésemos decidido hacer la boda en Roma, yo no podría haber viajado para ayudarte con los preparativos, en cambio, aquí tuve la oportunidad de escoger junto contigo como queríamos la boda, pero ahora no hay nada que temer porque yo estoy bien, maravillosamente bien. Además, ¿no sabes que cuando se alcanza la felicidad en el amor, tiene propiedades curativas? —ella se quedó viéndolo sorprendida —, tu amor me ha curado. De todas maneras, podemos hacer el viaje por escala, descansamos y así nos vamos. Así lo hicieron, haciendo escala en varios sitios del mundo hasta llegar a su destino. Ambos habían soñado con su luna de miel en Bali desde el momento en que decidieron casarse. Ahora, finalmente, estaban allí, sumergidos e