Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Beatriz se había establecido en una pequeña casa en las afueras de la ciudad, lejos del bullicio y los recuerdos dolorosos. Su vientre crecía día a día, recordándole constantemente la nueva vida que llevaba dentro.Aquella mañana, mientras desayunaba en la terraza, su mirada se perdió en el horizonte. El sol naciente bañaba el paisaje con tonos dorados, pero ni siquiera esa belleza lograba disipar por completo la melancolía que a veces la invadía.—Buenos días, hija —la voz de su padre la sacó de sus pensamientos. —Buenos días, papá —respondió con una sonrisa cansada.El hombre se sentó frente a ella, observándola con preocupación.—¿Cómo te sientes hoy?Beatriz acarició su vientre de cinco meses antes de responder.—Bien, aunque extraño a mi pequeño, pese a que no ha pasado un solo día que no hable con él, pero quiero abrazarlo… consentirlo —dijo con el suspiro, porque pese a que Laica le hacía videollamadas en las mañana
Beatriz permaneció en silencio durante todo el camino de regreso a casa, su mente un torbellino de emociones contradictorias. La imagen del monumento funerario y las palabras de su padre resonaban en su cabeza una y otra vez.Cuando llegaron, se dirigió directamente a su habitación. Con manos temblorosas, abrió el cajón donde había guardado todas las notas y rosas secas que Payton le había enviado. Las extendió sobre la cama y, por primera vez desde que comenzó a recibirlas, se permitió leerlas.Cada palabra estaba impregnada de arrepentimiento, dolor y un amor inquebrantable. Payton le pedía perdón en cada nota, le expresaba cuánto la amaba y cuánto la extrañaba. Le contaba sobre Aquiles, sobre cómo el niño preguntaba por ella constantemente.Las lágrimas corrían libremente por sus mejillas mientras leía nota tras notas."Beatriz, mi amor. No hay día que no me arrepienta de lo que hice. Daría mi vida por volver atrás y confiar en ti como debí hacerlo desde el principio”.“Beatriz, no
El chirrido de los neumáticos y el estruendo del metal retorciéndose llenaron el aire. Cuando una parte del camión se desprendió y golpeó el parabrisas. El mundo de Payton se convirtió en un torbellino de vidrios rotos y metal aplastado.Cuando finalmente el auto se detuvo, este se incrustó debajo del camión.Payton sintió lo duro en el asfalto, el dolor lo atravesó como cuchillas, escuchó voces distantes y el sonido de claxon, cerró los ojos, mientras pensaba en su pequeño Aquiles y en Beatriz, negándose a dejarse sumir por la oscuridad.*****Por su parte, Beatriz salió con su padre con destino al cementerio, quería ver a Payton. La carretera se extendía como una cinta gris frente a ellos, hasta que de repente se convirtió en un mar de luces rojas intermitentes. Beatriz sintió que su corazón se aceleraba.—¿Qué pasaría? ¿Por qué se detienen? —preguntó, la preocupación tiñendo su voz.Su padre frunció el ceño, escrutando el horizonte.—Parece un accidente. Déjame bajar para preguntar
El viaje en ambulancia fue una eternidad para Beatriz. Cada segundo parecía estirarse interminablemente mientras observaba a los paramédicos trabajar sobre Payton. El sonido rítmico del monitor cardíaco era lo único que la mantenía anclada a la realidad. Su mano no soltó la de él en ningún momento"Por favor, Dios", rezó en su interior, "no me lo quites ahora. No cuando por fin he encontrado el valor para perdonarlo".—Quédate conmigo, mi amor —susurraba una y otra vez, como un mantra desesperado—. No te rindas ahora.Cuando llegaron al hospital, todo se convirtió en un caos controlado. Médicos y enfermeras rodearon la camilla de Payton, gritando órdenes y términos médicos que Beatriz apenas podía comprender.—Señora, necesita quedarse aquí, no puede pasar más allá de este punto. El equipo médico se encargará de él ahora —le dijo una enfermera con firmeza, pero amablemente, deteniéndola cuando intentó seguir la camilla más allá de las puertas de la sala de emergencias.—Pero... —comen
El silencio que siguió a las palabras de Olympia fue denso y cargado de tensión. Beatriz la miró fijamente, sus ojos llenos de incredulidad y furia apenas contenida."Así que esta es la mujer que abandonó a Payton y a Aquiles", pensó Beatriz, sintiendo una mezcla de emociones contradictorias. Por un lado, sentía rabia hacia esta mujer que había causado tanto dolor a Payton, por otra agradecía que hubiese sido así, porque su perdida fue su ganancia, además no podía evitar esa punzada de inseguridad. ¿Y si Payton aún sentía algo por ella?, no, él la amaba.—¿Cómo te atreves a aparecer ahora con tu cara tan lavada? —espetó Beatriz, su voz temblando de emoción—. ¿Tienes idea del daño que causaste al irte? ¿Del dolor que le provocaste a Payton y a tu hijo?Olympia bajó la mirada, la culpa evidente en su rostro.—Sí, pero yo estoy muy arrepentida, por eso quiero volver a empezar.—Pues empezarás de cero, porque donde lo dejaste con Payton, no vas a continuar —espetó con firmeza.Por un mome
Olympia dio un paso adelante, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.—Payton, yo... he vuelto. Me equivoqué al irme, lo sé. Pero estoy aquí ahora, lista para enmendar mis errores y recuperarte a ti y a mi hijo. Deseo volver a tener la familia que tuve.Beatriz se tensó visiblemente, su mano apretando la de Payton con más fuerza. Él miró de una mujer a otra, claramente abrumado por la situación.—Olympia —, dijo finalmente, su voz firme a pesar de su debilidad física, —aprecio que hayas venido a verme… pero creo que hay un malentendido. Ya no somos una familia… Hace muchos meses que dejamos de serlo.El rostro de Olympia se contrajo de dolor. —Pero Payton, tenemos un hijo juntos. Aquiles...—Sí, un hijo al que abandonaste… sin mirar atrás y para quien eres una extraña —la interrumpió Payton, incapaz de contenerse—, lo siento, pero el tiempo entre tú y yo pasó… rehíce mi vida, con una mujer maravillosa, a la que amo profundamente y con quien deseo pasar el resto de mi vida.Olympi
Días después.La luz del sol entró por los grandes ventanales, derramándose sobre el salón, bañándolo en un cálido resplandor, cuando Payton y Beatriz entraron por la puerta. El aroma del hogar a flores frescas, les dio la bienvenida, pero lo que realmente significaba su vuelta a la normalidad era lo que tenían delante. Laica, estaba sentada en el suelo con las piernas cruzadas. Sus risitas se mezclaban con los balbuceos de Aquiles mientras jugaban con una colorida variedad de cubos.Pero apenas Aquiles vio a Beatriz, dejó de hacer lo que estaba haciendo, y con su pequeña voz llena de súbito reconocimiento y alegría, rompió la serenidad de la escena. —¡Mamá! —exclamó el pequeño feliz caminando con rapidez hacia ella, ante la sorpresa de Payton y de los presentes.Es que Aquiles, a pesar de que hacía un par de meses había comenzado a dar sus primeros pininos, desde que tuvo una caída, se negaba a caminar solo, y cuando lo hacía era tomándose de la pared.Por eso resultaba sorprendent
La voz de Payton retumbó con una seguridad jovial que llenó el salón, como un viento cálido. —Claro que habrá boda —, declaró, con los ojos encendidos con una mezcla de determinación y miedo juguetón. —Y ya que están todos aquí, les pido la mano para casarme con mi mujer, la que amo y con quien deseo pasar el resto de mi vida.Tanto el padre como los hermanos de Beatriz asintieron, mientras la mirada del hombre se posó en Beatriz, cuyas mejillas se sonrojaron de sorpresa y placer. —Y quiero que la boda sea lo más pronto posible, porque me da miedo que la novia se arrepienta y se consiga a alguien mejor.Una carcajada colectiva se extendió entre los familiares, sus risas se mezclaron con el tintineo de las copas que sacó Giullette para brindar.—La novia no se fijará en nadie más, porque tú eres perfecto —dijo ella en un susurro.—Espera un momento, dame cinco minutos —se disculpó Payton, con una sonrisa en la comisura de los labios y se dirigió decidido hacia su despacho.La puerta