El chirrido de los neumáticos y el estruendo del metal retorciéndose llenaron el aire. Cuando una parte del camión se desprendió y golpeó el parabrisas. El mundo de Payton se convirtió en un torbellino de vidrios rotos y metal aplastado.Cuando finalmente el auto se detuvo, este se incrustó debajo del camión.Payton sintió lo duro en el asfalto, el dolor lo atravesó como cuchillas, escuchó voces distantes y el sonido de claxon, cerró los ojos, mientras pensaba en su pequeño Aquiles y en Beatriz, negándose a dejarse sumir por la oscuridad.*****Por su parte, Beatriz salió con su padre con destino al cementerio, quería ver a Payton. La carretera se extendía como una cinta gris frente a ellos, hasta que de repente se convirtió en un mar de luces rojas intermitentes. Beatriz sintió que su corazón se aceleraba.—¿Qué pasaría? ¿Por qué se detienen? —preguntó, la preocupación tiñendo su voz.Su padre frunció el ceño, escrutando el horizonte.—Parece un accidente. Déjame bajar para preguntar
El viaje en ambulancia fue una eternidad para Beatriz. Cada segundo parecía estirarse interminablemente mientras observaba a los paramédicos trabajar sobre Payton. El sonido rítmico del monitor cardíaco era lo único que la mantenía anclada a la realidad. Su mano no soltó la de él en ningún momento"Por favor, Dios", rezó en su interior, "no me lo quites ahora. No cuando por fin he encontrado el valor para perdonarlo".—Quédate conmigo, mi amor —susurraba una y otra vez, como un mantra desesperado—. No te rindas ahora.Cuando llegaron al hospital, todo se convirtió en un caos controlado. Médicos y enfermeras rodearon la camilla de Payton, gritando órdenes y términos médicos que Beatriz apenas podía comprender.—Señora, necesita quedarse aquí, no puede pasar más allá de este punto. El equipo médico se encargará de él ahora —le dijo una enfermera con firmeza, pero amablemente, deteniéndola cuando intentó seguir la camilla más allá de las puertas de la sala de emergencias.—Pero... —comen
El silencio que siguió a las palabras de Olympia fue denso y cargado de tensión. Beatriz la miró fijamente, sus ojos llenos de incredulidad y furia apenas contenida."Así que esta es la mujer que abandonó a Payton y a Aquiles", pensó Beatriz, sintiendo una mezcla de emociones contradictorias. Por un lado, sentía rabia hacia esta mujer que había causado tanto dolor a Payton, por otra agradecía que hubiese sido así, porque su perdida fue su ganancia, además no podía evitar esa punzada de inseguridad. ¿Y si Payton aún sentía algo por ella?, no, él la amaba.—¿Cómo te atreves a aparecer ahora con tu cara tan lavada? —espetó Beatriz, su voz temblando de emoción—. ¿Tienes idea del daño que causaste al irte? ¿Del dolor que le provocaste a Payton y a tu hijo?Olympia bajó la mirada, la culpa evidente en su rostro.—Sí, pero yo estoy muy arrepentida, por eso quiero volver a empezar.—Pues empezarás de cero, porque donde lo dejaste con Payton, no vas a continuar —espetó con firmeza.Por un mome
Olympia dio un paso adelante, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.—Payton, yo... he vuelto. Me equivoqué al irme, lo sé. Pero estoy aquí ahora, lista para enmendar mis errores y recuperarte a ti y a mi hijo. Deseo volver a tener la familia que tuve.Beatriz se tensó visiblemente, su mano apretando la de Payton con más fuerza. Él miró de una mujer a otra, claramente abrumado por la situación.—Olympia —, dijo finalmente, su voz firme a pesar de su debilidad física, —aprecio que hayas venido a verme… pero creo que hay un malentendido. Ya no somos una familia… Hace muchos meses que dejamos de serlo.El rostro de Olympia se contrajo de dolor. —Pero Payton, tenemos un hijo juntos. Aquiles...—Sí, un hijo al que abandonaste… sin mirar atrás y para quien eres una extraña —la interrumpió Payton, incapaz de contenerse—, lo siento, pero el tiempo entre tú y yo pasó… rehíce mi vida, con una mujer maravillosa, a la que amo profundamente y con quien deseo pasar el resto de mi vida.Olympi
Días después.La luz del sol entró por los grandes ventanales, derramándose sobre el salón, bañándolo en un cálido resplandor, cuando Payton y Beatriz entraron por la puerta. El aroma del hogar a flores frescas, les dio la bienvenida, pero lo que realmente significaba su vuelta a la normalidad era lo que tenían delante. Laica, estaba sentada en el suelo con las piernas cruzadas. Sus risitas se mezclaban con los balbuceos de Aquiles mientras jugaban con una colorida variedad de cubos.Pero apenas Aquiles vio a Beatriz, dejó de hacer lo que estaba haciendo, y con su pequeña voz llena de súbito reconocimiento y alegría, rompió la serenidad de la escena. —¡Mamá! —exclamó el pequeño feliz caminando con rapidez hacia ella, ante la sorpresa de Payton y de los presentes.Es que Aquiles, a pesar de que hacía un par de meses había comenzado a dar sus primeros pininos, desde que tuvo una caída, se negaba a caminar solo, y cuando lo hacía era tomándose de la pared.Por eso resultaba sorprendent
La voz de Payton retumbó con una seguridad jovial que llenó el salón, como un viento cálido. —Claro que habrá boda —, declaró, con los ojos encendidos con una mezcla de determinación y miedo juguetón. —Y ya que están todos aquí, les pido la mano para casarme con mi mujer, la que amo y con quien deseo pasar el resto de mi vida.Tanto el padre como los hermanos de Beatriz asintieron, mientras la mirada del hombre se posó en Beatriz, cuyas mejillas se sonrojaron de sorpresa y placer. —Y quiero que la boda sea lo más pronto posible, porque me da miedo que la novia se arrepienta y se consiga a alguien mejor.Una carcajada colectiva se extendió entre los familiares, sus risas se mezclaron con el tintineo de las copas que sacó Giullette para brindar.—La novia no se fijará en nadie más, porque tú eres perfecto —dijo ella en un susurro.—Espera un momento, dame cinco minutos —se disculpó Payton, con una sonrisa en la comisura de los labios y se dirigió decidido hacia su despacho.La puerta
Los preparativos de la boda pronto empezaron, Payton quería que se casaran lo más pronto posible y ella estaba de acuerdo, pero antes, Beatriz tenía una cita con el médico, y los cinco hombres de su vida querían ir a la consulta.—No creo que la doctora acepte a tantas personas en su consultorio, no quiero abrumarla y que termine echándonos —señaló ella con preocupación.—No creo que se oponga, además, tú tienes cuatro papás más tu esposo —dijo su hermano Callup abrazándola y besando su frente.Al final ella les permitió ir. Eran los cinco más Beatriz. Horas después entraron al consultorio, la doctora los miró con sorpresa.—Lo siento, doctora —se disculpó ella sintiéndose avergonzada—, no pude evitar que todos vinieran. Los cinco pares de ojos expectantes se posaron sobre la doctora. Su expresión inicial de sorpresa dio paso rápidamente a una risa cálida que llenó la sala.—¡Vaya todo un comité de acompañamiento! —exclamó la doctora, sus ojos brillando con diversión. —Ahora a lo que
El sol brillaba a través de las vidrieras, proyectando un caleidoscopio de colores sobre el antiguo suelo de piedra de la catedral. Beatriz estaba llegando con el corazón golpeteando con fuerza de emoción contra su pecho. Sujetó un ramo de flores silvestres, contra la seda blanca de su vestido ajustado en la parte superior, pero suelto a la altura de la falda, para no estrechar su abultado vientre.Comenzó a caminar de la mano de su padre, con una sonrisa capaz de iluminar el día, en el altar la esperaba Payton, sin perderse un detalle de la mujer que amaba. Sus cabellos dorados, caía en cascada en suaves ondas, encarnando la pureza y la alegría del día, haciendo saltar a su corazón de la emoción.Su recorrido por el pasillo, era una delicada danza entre el nerviosismo y la euforia. Beatriz pudo ver en los ojos de Payton el reflejo de sus propios sueños, las promesas silenciosas que se habían susurrado el uno al otro y que ahora estaban a punto de declararse ante el mundo. La sonris