Nohemi no tenía mucho que hacer en el laboratorio, mientras esperaba la aprobación de su tesis de su segundo doctorado, también lo hacía por la siguiente fase del ensayo médico.Después de conocer la verdad detrás del Síndrome T, comprendió que la aprobación de la siguiente fase iba mucho más allá de simples inversores. Zeke y Charles le explicaron con lujo de detalle de las clínicas especiales y secretas donde tenían a los theriones que se prestaron a experimentación, también era necesario tener la aprobación de la mitad más uno de la población de theriones de todo el mundo.Muchas de estas personas vivían una vida relativamente normal ―como Barb―, porque consiguieron sus basherts durante sus adolescencias, sin embargo, lo que les pesaba era la procreación, era una espada de Damocles el concebir, sin tener garantías de que sus hijos escaparían de la maldición.La verdad es que la maldición aparecía como si tiraran una moneda al aire, el mejor ejemplo de esto eran los Karras. El abuel
El sábado llegó inevitable, la noche anterior, Nohemi tuvo pesadillas, mezcladas con recuerdos tumultuosos de su infancia; Zeke notó su estado desde que se quedó dormida, pudo sentir su corazón latiendo de prisa y la frialdad casi espectral de todo su cuerpo; por ese motivo pasó toda la noche atento a la pelirroja, mientras la sostuvo en brazos hasta el amanecer.―Come un poco, por favor ―rogó con gentileza, acariciando las sedosas hebras rojas con sus dedos. Zeke estaba sentado a su lado en la pequeña mesa junto a la terraza, intentando desayunar con Nohemi. Incluso tomó con cuidado el tenedor con un trozo de omelette y lo llevó a los labios de ella, estos estaban pálidos, casi del mismo color de su piel―. Por favor, amor, necesitas comer un poco.Nohemi soltó un suspiro, cerró los ojos con algo de impaciencia y al cabo de un minuto entero abrió la boca.La comida no tenía sabor, estaba cansada, ansiosa y al borde de un colapso emocional.―Todo va a estar bien ―le susurró Zeke deposi
La mujer del otro lado de la barda divisoria del jardín tenía una apacible sonrisa en sus labios. Nohemi la observó por un rato, la encontraba familiar pero al mismo tiempo no conseguía recordar de dónde.―Soy Demi Propolos ―respondió a la pregunta no formulada―. Fui vecina de tus padres apenas se mudaron aquí. Apuesto que no te acuerdas de mí, eras muy pequeña, y después del funeral, no volviste más.Su tono de voz suave era agradable, la inflexión amable le hizo sentir tranquila; la mujer parecía estar cercana a los sesenta años, todo de ella gritaba academicista, desde el moño desordenado sobre su cabeza, hasta las manchas de tinta en sus dedos.―¿Profesora Propolos? ―preguntó Charles, asomándose por la puerta.―Hola, querido Charles. ¿Cómo has estado?―Muy bien, profesora. ―Se apresuró a acercarse a la barda para conversar―. ¿Y usted?Nohemi no continuó prestándoles atención, vagos recuerdos de la señora Propolos llegaron a su mente, no solo era la vecina de al lado que siempre le
Después de la visita a la casa de los padres de Nohemi, ella decidió ir a sus tumbas en el cementerio al día siguiente. Esa vez, Zeke decidió ir solo con la pelirroja y condujo el auto hasta el camposanto casi al final de la tarde de ese domingo.Él había previsto ese resultado, así que previamente mandó a hacerle mantenimiento a la lápida.Cuando se bajaron del automóvil, Zeke se dirigió de inmediato a la maleta y extrajo varios ramos de flores, todas coloridas y vibrante. Nohemi recibió dos ramos, mientras que él cargó el resto con una mano y se apresuró con la otra a entrelazar los dedos con la mano libre de ella.Nohemi parecía moverse en un ensueño, se comportaba de manera dócil y silenciosa; Zeke sabía que en realidad no estaba tan mal, sus nervios se debían más al recuerdo de su abuela gritándole que ella era la culpable de todo lo malo que le pasó a su madre.Zeke conocía muy bien la historia, no solo fue contada por Charles, la misma pelirroja se la dijo la noche anterior, co
Los días en la mansión de los Karras pasaron de forma apacible. Nohemi no tenía nada que hacer, aunque tampoco le apetecía hacer algo.Lo cierto era que estaba agotada, en los últimos cuatro meses su vida se convirtió en una montaña rusa y apenas comenzaba a calmarse todo. Poco a poco se acostumbraba a sus nuevos poderes, todavía no conseguía proyectarse a voluntad, sin embargo, podía hacer uso de toda esa energía que fluía dentro de ella para otras cosas.Era complicado, tal y como le explicaron las mágissas del Aquelarre, había dones que se daban de manera natural en cada quien, y aunque pudiesen recrear otras habilidades, eso significaba que debían hacer un esfuerzo extraordinario para manifestarlas.Nohemi se aplicaba a la práctica con una disciplina digna de un guerrero, pero era lo único que hacía, pues de esa manera su cabeza no se embotaba pensando estupideces.El diario de su madre fue leído minuciosamente por Charles, Rina y el resto; accedió a que hicieran una copia del con
Tyoma vio cómo se marchaba la pelirroja, en ningún momento miró atrás y eso hizo que experimentara un dolor crudo y caliente en el pecho.El ruso se enfrentó a Daivik, controlando a duras penas las ganas de desgarrar su garganta, encontró la expresión sombría y conflictuada del indio. Reconoció esa mirada de inmediato, los ojos llenos de anhelo y confusión.Soltó una risa sarcástica que sacó a Daivik de su estado, que frunció el ceño al percatarse de que Novikov continuaba allí. En cambio, el ruso, no solo le parecía hilarante toda la maldita situación, también estaba embargado por los celos.«Justo lo que necesitaba, un nuevo rival.»―Si te vuelves a acercar a ella… ―el tono amenazador del moreno solo hizo que su sonrisa sardónica se acentuara.―¿Ahora te crees la madre Teresa? ―se mofó Tyoma―. ¿Protegiendo a la mujer de otro hombre? ¿Incluso a costa de tu hermana?Un flash de culpa pasó por los ojos oscuros de Daivik, apretó las mandíbulas y enderezó mucho más la espalda.―Por tu cu
Nohemi sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal que hizo que los pelos de su nuca se erizaran.Aquello, más que una declaración, era una amenaza.Entrecerró los ojos, la ira comenzaba a bullir dentro de ella.―¿Necesita algo, señor Novikov? ―preguntó Daria. Cuando él se giró a enfrentarla, la joven y atractiva mujer de cabellos cortos pasó por su lado con velocidad, interponiéndose entre él y la pelirroja.―Parece que interferir es el talento de la familia Karras ―se mofó él, soltado una risita despectiva.―Y ser patanes el de la familia Novikov ―retrucó ella con descaro.Comenzaron una guerra de miradas, la tensión crecía a cada segundo, haciéndole sentir a Nohemi que en cualquier momento Daria se lanzaría contra la garganta de Artyom.Al final, el ruso soltó una risotada arrogante, miró por sobre el hombro de Daria, directo a los ojos de la pelirroja y habló en un tono misterioso.―Nos veremos pronto, doctora Lund.Nohemi no sabía que estaba conteniendo el aliento hasta que él
Nohemi salió de la ducha secándose perezosamente el cabello, desde la noche de la gala no abandonó la casa. De hecho, no encontraba nada que llamase su atención, acostumbrada a solo trabajar en el laboratorio, estaba a la espera de que Charles le anunciara el inicio de la tercera fase del ensayo clínico.«Ahora que tengo una mejor comprensión de la enfermedad, tal vez pueda obtener mejores resultados.»Dejó la toalla húmeda sobre una silla, sus ojos fueron atraídos por las desgastadas tapas de cuero del diario de su madre. Llevaba leído más de la mitad, descubrió con admiración que el mismo constaba de muchas hojas, entradas escritas a mano, e inclusive descubrió el código de clasificación de la información que contenía.Tomó el libro y se sentó al borde de la cama, abrió en la página que estuvo leyendo durante esa mañana; era apenas entendible que el Aquelarre estuviese tan entusiasmado con el hallazgo, los datos compilados sobre Hécate, su culto, y cómo este mismo se dividió y dispe