Los días en la mansión de los Karras pasaron de forma apacible. Nohemi no tenía nada que hacer, aunque tampoco le apetecía hacer algo.Lo cierto era que estaba agotada, en los últimos cuatro meses su vida se convirtió en una montaña rusa y apenas comenzaba a calmarse todo. Poco a poco se acostumbraba a sus nuevos poderes, todavía no conseguía proyectarse a voluntad, sin embargo, podía hacer uso de toda esa energía que fluía dentro de ella para otras cosas.Era complicado, tal y como le explicaron las mágissas del Aquelarre, había dones que se daban de manera natural en cada quien, y aunque pudiesen recrear otras habilidades, eso significaba que debían hacer un esfuerzo extraordinario para manifestarlas.Nohemi se aplicaba a la práctica con una disciplina digna de un guerrero, pero era lo único que hacía, pues de esa manera su cabeza no se embotaba pensando estupideces.El diario de su madre fue leído minuciosamente por Charles, Rina y el resto; accedió a que hicieran una copia del con
Tyoma vio cómo se marchaba la pelirroja, en ningún momento miró atrás y eso hizo que experimentara un dolor crudo y caliente en el pecho.El ruso se enfrentó a Daivik, controlando a duras penas las ganas de desgarrar su garganta, encontró la expresión sombría y conflictuada del indio. Reconoció esa mirada de inmediato, los ojos llenos de anhelo y confusión.Soltó una risa sarcástica que sacó a Daivik de su estado, que frunció el ceño al percatarse de que Novikov continuaba allí. En cambio, el ruso, no solo le parecía hilarante toda la maldita situación, también estaba embargado por los celos.«Justo lo que necesitaba, un nuevo rival.»―Si te vuelves a acercar a ella… ―el tono amenazador del moreno solo hizo que su sonrisa sardónica se acentuara.―¿Ahora te crees la madre Teresa? ―se mofó Tyoma―. ¿Protegiendo a la mujer de otro hombre? ¿Incluso a costa de tu hermana?Un flash de culpa pasó por los ojos oscuros de Daivik, apretó las mandíbulas y enderezó mucho más la espalda.―Por tu cu
Nohemi sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal que hizo que los pelos de su nuca se erizaran.Aquello, más que una declaración, era una amenaza.Entrecerró los ojos, la ira comenzaba a bullir dentro de ella.―¿Necesita algo, señor Novikov? ―preguntó Daria. Cuando él se giró a enfrentarla, la joven y atractiva mujer de cabellos cortos pasó por su lado con velocidad, interponiéndose entre él y la pelirroja.―Parece que interferir es el talento de la familia Karras ―se mofó él, soltado una risita despectiva.―Y ser patanes el de la familia Novikov ―retrucó ella con descaro.Comenzaron una guerra de miradas, la tensión crecía a cada segundo, haciéndole sentir a Nohemi que en cualquier momento Daria se lanzaría contra la garganta de Artyom.Al final, el ruso soltó una risotada arrogante, miró por sobre el hombro de Daria, directo a los ojos de la pelirroja y habló en un tono misterioso.―Nos veremos pronto, doctora Lund.Nohemi no sabía que estaba conteniendo el aliento hasta que él
Nohemi salió de la ducha secándose perezosamente el cabello, desde la noche de la gala no abandonó la casa. De hecho, no encontraba nada que llamase su atención, acostumbrada a solo trabajar en el laboratorio, estaba a la espera de que Charles le anunciara el inicio de la tercera fase del ensayo clínico.«Ahora que tengo una mejor comprensión de la enfermedad, tal vez pueda obtener mejores resultados.»Dejó la toalla húmeda sobre una silla, sus ojos fueron atraídos por las desgastadas tapas de cuero del diario de su madre. Llevaba leído más de la mitad, descubrió con admiración que el mismo constaba de muchas hojas, entradas escritas a mano, e inclusive descubrió el código de clasificación de la información que contenía.Tomó el libro y se sentó al borde de la cama, abrió en la página que estuvo leyendo durante esa mañana; era apenas entendible que el Aquelarre estuviese tan entusiasmado con el hallazgo, los datos compilados sobre Hécate, su culto, y cómo este mismo se dividió y dispe
Cuando el auto de Nohemi se detuvo a una distancia prudente de la casa, ella no pudo ver la conmoción que ocurría unos metros frente a ellos. El chofer se bajó de inmediato, a medida que se encaminaba en dirección a la concurrencia, fue deshaciéndose de parte de su ropa.Un nutrido grupo de personas rodeaban una zona del jardín, por el hueco que dejó uno de ellos al moverse, pudo notar a una persona en el suelo, sobre sus manos y rodilla, que parecía padecer un insufrible dolor.Frunció el ceño, a pesar de que Nohemi sabía muy bien que era Daria, fue chocante verla con sus propios ojos. Desde que había llegado a casa de los Karras, ni una sola vez los vio transformarse, pero al recordar la tribulación y el miedo en los ojos del therion que mantuvieron encadenado en el extraño lugar donde la tuvieron, solo pudo sentir compasión por la joven mujer que siempre había sido tan amable con ella.Daria solo tenía veinticuatro años, pero en ese instante parecía que estaba sufriendo por toda la
Nohemi siguió al grupo de personas liderada por Darion a una nueva zona de la casa, era un nivel subterráneo al que no podía llamar sótano como tal, porque las instalaciones parecían más las de un laboratorio médico de investigación.―¿Dónde estamos? ―preguntó en un susurro a uno de los hombres que los acompañaban, supuso que era médico por el maletín que llevaba en las manos, similar a los que usaban los paramédicos.―Esta es el área médica de los Karras, todos los theriones que padecen una crisis se traen hasta acá y permanecen recluidos en alguna de las habitaciones para monitorearlos durante y después de la transformación.Una de las enfermeras se apresuró a abrir una puerta, el patriarca de los Karras entró sin decir nada y todos los demás lo siguieron.Lo más sorprendente para la pelirroja fue lo familiar que se le hizo el lugar, a pesar de tener una cama, toda la habitación se encontraba acolchada.―Parece más una celda de un hospital psiquiátrico ―murmuró para sí misma; luego
―Es una canción que me cantaba mi mamá antes de dormir ―contó Nohemi frunciendo el ceño―. Dijo que la aprendió en uno de sus viajes a Grecia para estudiar un yacimiento histórico. Siempre la canto cuando me siento particularmente estresada, la usé con Daria porque una vez funcionó para calmar a un therion que tenían en el mismo sitio donde estuve por un mes justo cuando me secuestraron.―¿Sabes lo que dice la letra? ―inquirió Rina. Nohemi negó.―No, mi madre mencionó que era un dialecto antiguo, y la mujer que se la enseñó le dijo que era una canción que se pasaba de generación en generación a las mujeres de su familia… ¿Por qué?―Curiosidad… ―dijo casualmente―. ¿Por casualidad sabes en qué parte de Grecia fue? ¿Tu mamá dejó alguna pista o algo así?―No lo sé ―respondió la pelirroja―. Pero puedes preguntarle a Charles, él puede solicitar acceso a esa información en la universidad, es muy probable que todo lo relacionado a eso se encuentre en la biblioteca de la facultad de historia y
Tomó dos semanas preparar el viaje a la isla de Circe. No solo porque Nohemi tuvo que esperar por el retorno de Charles a la capital, sino también porque los vuelos a la isla se hacían de manera regular una vez al mes; en ese momento, durante todo un día, se abría el espacio aéreo de la zona y todas las naves, fuesen de los Karras o de Huang Di, arribaban y, o, se marchaban.Zeke no se encontraba muy contento por eso, la sola idea de que iba a tener que pasar treinta días lejos de la pelirroja se sentía como que estuviesen abriéndole el pecho en dos sin anestesia.No obstante, ella insistió en ir.Y debido a esa insistencia, fue castigada por Zeke durante las noches, cada día, desde la caída del sol hasta el amanecer.―¿En serio tienes que ir? ―preguntó Daria, era muy obvia su insatisfacción.A pesar de ser más alta que Nohemi, cada vez que se sentaba a su lado toda su vibra de mujer dominante e independiente se desvanecía y comenzaba a actuar como si fuese una adolescente junto a su