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CAPÍTULO 34. HALIMA

Lizzie

Tengo un nudo alojado en la base de la garganta. Uno de esos nudos que no puedes tragarte, pero que te quitan las ganas de llorar, porque está lleno de miedo y de impotencia. Abrazo a Aitana contra mí, y casi agradezco que tenga la manía de cerrar los ojos cuando se asusta.

Yo también quisiera cerrar los míos y aislarme del horror que hay fuera de mí, pero a diferencia de ella, yo sí puedo escuchar cada orden y cada palabra soez que se escapa de la boca de Al-Saad. En las insoportables horas en que hemos estado bajo su absoluta vigilancia, me he dado cuenta de que es repugnante. Quisiera decir que es un cerdo pero los pobres animalitos saldrían muy ofendidos.

No entiendo qué fue lo que Anna vio en él como para abandonar sus costumbres y seguirlo hasta aquí.

Escucho que habla con uno de sus asistentes, pero aguzar el oído es por gusto, porque no entiend

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