Lizzie
Tengo un nudo alojado en la base de la garganta. Uno de esos nudos que no puedes tragarte, pero que te quitan las ganas de llorar, porque está lleno de miedo y de impotencia. Abrazo a Aitana contra mí, y casi agradezco que tenga la manía de cerrar los ojos cuando se asusta.
Yo también quisiera cerrar los míos y aislarme del horror que hay fuera de mí, pero a diferencia de ella, yo sí puedo escuchar cada orden y cada palabra soez que se escapa de la boca de Al-Saad. En las insoportables horas en que hemos estado bajo su absoluta vigilancia, me he dado cuenta de que es repugnante. Quisiera decir que es un cerdo pero los pobres animalitos saldrían muy ofendidos.
No entiendo qué fue lo que Anna vio en él como para abandonar sus costumbres y seguirlo hasta aquí.
Escucho que habla con uno de sus asistentes, pero aguzar el oído es por gusto, porque no entiend
Rodrigo—¿Sabes que Lizzie te va a cortar los huevos, verdad? —dice Diego y sé que lo hace para aligerar el ambiente, que se ha tornado absolutamente insoportable.Cruzamos el Mar Rojo y desembarcamos en algún lugar de la costa cerca de Yanbu, era el sitio más seguro por donde podíamos entrar. Me habría encantado ahorrar tiempo con uno de los aviones pero no puedo, el sitio donde tienen a Lizzie y a mi hija está en el medio del desierto y sería demasiado evidente, los pondría sobre alerta y necesito la menor resistencia posible.—Yo se los cortaría —lo secunda Zolo y veo que Archer frunce el entrecejo—. Tenías que haber visto cómo le pegó, literalmente la mandó al suelo.—Zolo, no seas teatral —me defiende Mateo levantando entre sus dedos el aplicador, que tiene digitalmente conectado a su tableta—
No puedo dormir. Mi cuerpo está absolutamente cansado pero mi cerebro dice que dormir el peligroso. Si me duermo me pueden quitar a Aitana. Finalmente busco una alternativa. Primero pongo un par de muebles detrás de la única puerta de entrada, y reviso bien las paredes, llenas de tapices, para asegurarme de que no hay ninguna puerta detrás de uno.Revuelvo los cajones de la estancia y encuentro un par de tijeras. Las uso para cortarme algunos cabellos y agradezco tenerlos suficientemente largos. Puede no parecerlo, pero el cabello es una de las cosas más fuertes y menos visibles, así que es justo lo que necesito. Aunque la tarea es difícil y estoy absolutamente agotada, logro trenzar mechos de tres o cuatro cabello, ato eso a una muñeca de mi hija y el otro extremo va amarrado a una de mis manos. Apenas si se ve, pero si tratan de llevarse a mi hija seguro sentiré el tirón.Paso la noche en un
RodrigoEstoy muy lejos de ser un asesino profesional, pero sé exactamente lo que hago y el daño que provoco cuando el cuchillo hace su recorrido de regreso cortando carne, músculos, tendones, hasta casi llegar al hueso del codo por la parte interna.En cuanto esa mano se retira de la garganta de mi mujer, siento el peso de Lizzie en mis brazos y mi cerebro se convierte en una máquina fría y concentrada. La veo tratar de respirar con dificultad, pero está viva y eso es lo importante. Jalo una túnica que está tirada cerca y que imagino que debió llevar puesta antes de quedar en este estado…La mera idea hace que mis dientes rechinen. La cubro como puedo sin perder de vista al cerdo de Al Saad, y no me molesto en limpiar la sangre que le ha salpicado encima. La abrazo con fuerza y su reacción es instintiva, se prende de mi cuello y su boca impacta contra la m&i
LizzieCierro mis ojos por un instante y siento que el cansancio me consume. Estamos en un avión, luego puedo sentir el movimiento de un auto y por último los brazos de Rodrigo que me levantan en vilo. quiero despertar, tengo tantas cosas que decirle… pero simplemente no puedo abrir los ojos, hace tantas horas que no descanso tranquila que es como si toda la adrenalina me hubiera molido los huesos.Por desgracia, una parte de mi sueño profundo se ve interrumpida por oscuras pesadillas, he pasado por sentimientos tan negativos últimamente, por emociones tan extremas que es una suerte que solo abra los ojos asustada y no dando gritos de terror.Siento el brazo de Rodrigo ceñirse en torno a mi cintura y una paz inmensa me invade. Vino por mí, no sé por qué lo dudé siquiera un segundo, sabiendo la forma tan brutal en la que luchó incluso contra mí misma, para t
Rodrigo.Escucho el grito de Lizzie y mi primer instinto es echar mano del arma que tengo en el cajón de mi mesa de noche. Normalmente no hay un arma ahí, pero anoche llegué tan cansado que no tuve ganas de estar hurgando en la caja fuerte para meterla.La rastrillo y me dirijo al baño en una posición defensiva, esperando encontrar a alguien atacando a mi esposa, pero todo lo que veo es a Lizzie hecha un ovillo a los pies del lavabo, con la frente apoyada en las rodillas y los brazos rodeándose las piernas, como si fuera una niña pequeña a la que acaban de gritarle severamente.Miro a todos lados buscando quién pudo atacarla pero no hay ni un alma. Lanzo la pistola sobre la plaza de mármol y me arrodillo frente a ella, que sigue gritando.—Lizzie… ¡Lizzie! —la llamo pero es como si estuviera sumida en la peor de las pesadillas—. ¡Lizzzi
LizzieMe siento en la cama de golpe y uso las manos para cubrir mis ojos. Estoy sudando y tengo breves destellos de la pesadilla que me despertó, pero no logro concretar una secuencia de imágenes completa. Me desperezo un poco y miro a mi lado, donde Rodrigo duerme a pierna suelta y ronca como un rinoceronte en celo. ¡Ah, no! ¿Era “león”, verdad?Han pasado ya dos semanas desde que Rodrigo nos rescató de Al-Saad. En estos días me ha puesto al corriente de todos sus negocios y ¡vaya que me equivoqué con él! La historia de su vida, y la historia de la vida de sus hermanos, no ha sido nada simple, pero en cierta forma creo que se han edificado solos, tal y como hicimos las Craven. La diferencia es que nosotras le vendimos el alma al diablo, o sea a Ruben -que quiere parecer diablo y no puede evitar convertirse la mayoría de las veces en un ángel guardi&aac
RodrigoLizzie se estremece en mis brazos, y sus ojos se abren de par en par. Sé que algo muy jodido le pasó de niña, y al parecer no lo recuerda. Claire tampoco ha querido decirme de qué se trata, pero a diferencia de ella, yo creo que Lizzie necesita saber.—Anette… Anette es mi madre —dice y debo tener el horror reflejado en el rostro porque no puedo creerlo—. ¿Por qué lo preguntas, Rodrigo? ¿De dónde la conoces?—Es el único nombre que sale de tu boca cuando tienes pesadillas —contesto.Lizzie hace una mueca divertida mientras se levanta de la cama y camina hacia el baño como si yo acabara de decir una tontería mayúscula.—¡Por favor, Rodrigo! ¿Crees que teniendo pesadillas llamaría a una madre que ni recuerdo? Es completamente ilógico, si mi subconsciente necesitara ayu
LizzieMe incorporo en la cama poco a poco, y estoy sola… o al menos eso creo. Sé que reconozco esta habitación, estas paredes color pastel «relajante» de hospital. Siento que me falta una parte, o tres partes, sería mejor decir. Una angustia muy grande me recorre el pecho porque no veo a mis hermanas. ¿Dónde están? ¡Deberían estar aquí! ¡Deberían estar bien! ¿Dónde están?Escucho el sonido de pasos que se detienen frente a la puerta y una voz extrañamente familiar que dice:—Es muy fuerte, estoy seguro de que se recuperará… pero las consecuencias han sido terribles. Su cuerpo llevará una cicatriz para toda la vida, pero la marca psicológica será más profunda y permanente si no se le trata adecuadamente… —aquella voz titubea y puedo escuchar mucha tristeza en ella—. Incluso si