Rodrigo.
Escucho el grito de Lizzie y mi primer instinto es echar mano del arma que tengo en el cajón de mi mesa de noche. Normalmente no hay un arma ahí, pero anoche llegué tan cansado que no tuve ganas de estar hurgando en la caja fuerte para meterla.
La rastrillo y me dirijo al baño en una posición defensiva, esperando encontrar a alguien atacando a mi esposa, pero todo lo que veo es a Lizzie hecha un ovillo a los pies del lavabo, con la frente apoyada en las rodillas y los brazos rodeándose las piernas, como si fuera una niña pequeña a la que acaban de gritarle severamente.
Miro a todos lados buscando quién pudo atacarla pero no hay ni un alma. Lanzo la pistola sobre la plaza de mármol y me arrodillo frente a ella, que sigue gritando.
—Lizzie… ¡Lizzie! —la llamo pero es como si estuviera sumida en la peor de las pesadillas—. ¡Lizzzi
LizzieMe siento en la cama de golpe y uso las manos para cubrir mis ojos. Estoy sudando y tengo breves destellos de la pesadilla que me despertó, pero no logro concretar una secuencia de imágenes completa. Me desperezo un poco y miro a mi lado, donde Rodrigo duerme a pierna suelta y ronca como un rinoceronte en celo. ¡Ah, no! ¿Era “león”, verdad?Han pasado ya dos semanas desde que Rodrigo nos rescató de Al-Saad. En estos días me ha puesto al corriente de todos sus negocios y ¡vaya que me equivoqué con él! La historia de su vida, y la historia de la vida de sus hermanos, no ha sido nada simple, pero en cierta forma creo que se han edificado solos, tal y como hicimos las Craven. La diferencia es que nosotras le vendimos el alma al diablo, o sea a Ruben -que quiere parecer diablo y no puede evitar convertirse la mayoría de las veces en un ángel guardi&aac
RodrigoLizzie se estremece en mis brazos, y sus ojos se abren de par en par. Sé que algo muy jodido le pasó de niña, y al parecer no lo recuerda. Claire tampoco ha querido decirme de qué se trata, pero a diferencia de ella, yo creo que Lizzie necesita saber.—Anette… Anette es mi madre —dice y debo tener el horror reflejado en el rostro porque no puedo creerlo—. ¿Por qué lo preguntas, Rodrigo? ¿De dónde la conoces?—Es el único nombre que sale de tu boca cuando tienes pesadillas —contesto.Lizzie hace una mueca divertida mientras se levanta de la cama y camina hacia el baño como si yo acabara de decir una tontería mayúscula.—¡Por favor, Rodrigo! ¿Crees que teniendo pesadillas llamaría a una madre que ni recuerdo? Es completamente ilógico, si mi subconsciente necesitara ayu
LizzieMe incorporo en la cama poco a poco, y estoy sola… o al menos eso creo. Sé que reconozco esta habitación, estas paredes color pastel «relajante» de hospital. Siento que me falta una parte, o tres partes, sería mejor decir. Una angustia muy grande me recorre el pecho porque no veo a mis hermanas. ¿Dónde están? ¡Deberían estar aquí! ¡Deberían estar bien! ¿Dónde están?Escucho el sonido de pasos que se detienen frente a la puerta y una voz extrañamente familiar que dice:—Es muy fuerte, estoy seguro de que se recuperará… pero las consecuencias han sido terribles. Su cuerpo llevará una cicatriz para toda la vida, pero la marca psicológica será más profunda y permanente si no se le trata adecuadamente… —aquella voz titubea y puedo escuchar mucha tristeza en ella—. Incluso si
RodrigoSalgo detrás de Lizzie, que parece a punto de volver a desmayarse de un momento a otro. No soy capaz de imaginar todas las cosas por las que ha pasado, pero sé que descubrir todo esto no es precisamente bueno. Ya hemos tenido demasiadas crisis emocionales en los últimos tiempos, y su confianza en el mundo está demasiado minada como para asumir también esto.Atrás quedan sus hermanas. Claire llora desconsoladamente, Arabella se debate entre abrazarla o no, y Sabrina solo mira por la ventana, con los brazos cruzados y los puños apretados. Pareciera que va a golpear a Claire de un momento a otro, así que le hago una señal a Diego.Lo veo entrar a la habitación, tomar en brazos a Sabrina y sacarla de allí sin que esa reina guerrera diga ni una sola palabra de protesta. Supongo que este ha sido un shock muy grande para todos.Lizzie atraviesa la estancia
LizzieCreo que han pasado dos meses… no estoy muy segura, el tiempo es un concepto que no me mueve últimamente.Regresé del hotel de la cosa dos días después de saber la verdad, pasé por mi hija y llamé a Ruben, y él hizo lo que mejor sabe hacer: darme un espacio lejos del mundo donde nadie me encuentre, ni siquiera Rodrigo.Esto no tiene nada que ver con él y lo sabe… o al menos espero que lo sepa. Lo cierto es que no estoy en posición ahora mismo de lidiar con nadie. Tengo demasiado rencor acumulado como para enfrentar a todos justo ahora. No puedo creer que Claire me haya ocultado todo durante tantos años. Mis hermanas han sido mi único pilar desde que nací, y cuando uno de esos pilares se vino abajo… sencillamente no he sabido cómo reaccionar.—¿Más café? —Ruben empuja hacia mí
Lizzie—Crees que venga —pregunto.—Por supuesto —me asegura Rubén—. Si fuera yo, estaría profundamente enojado contigo, pero Aitana es algo diferente, y sea como sea sabes que Rodrigo la adora. No creo ni por un momento que vaya a faltar un día como hoy.Respiro profundo intentando darme valor, demoré menos de tres horas en empacar mis cosas y las de Aitana y regresar a Francia después de aquella llamada de Mateo. Pero ¿cómo no hacerlo si ese dispositivo con el que he estado soñando durante meses por fin está listo?Vale decir que no ha sido aprobado por ninguna institución médica, pero estoy dispuesta a correr el riesgo. Mateo es un hombre con una inteligencia excepcional yo confío en él, además hasta este momento ningún doctor ha logrado hacer nada para que Aitana pueda recuperar la audición.Cualqui
RodrigoMis manos se cierran en puños cuando el doctor sale del quirófano para hablar con nosotros. Tengo tanto en la cabeza y en el corazón que no podría soportar una mala noticia, mucho menos si se trata de Aitana; sin embargo sé que todavía falta bastante para terminar la intervención, así que algo importante debe haberlo hecho a salir.—¿Los padres de Aitana? —pregunta el médico.—Somos nosotros —dice Lizzie, en plural, y yo no hago ninguna acotación.—Ya estamos realizando el procedimiento, sin embargo nos hemos topado con un pequeño inconveniente.—Usted dirá, doctor. —Me adelanto y siento que Lizzie me toma de la mano buscando apoyo.—No estamos hablando de una afección normal, ni da un dispositivo regular, estamos haciendo todo lo posible para que funcione, pero
LizzieAitana abre los ojos y es la imagen más hermosa que una madre puede ver. Hace dos días que la operaron, y por supuesto su primer despertar fue muy incómodo, sin embargo tanto los médicos como nuestra familia han hecho todo lo posible por distraerla y hacerla sentir mejor. Es difícil porque tiende a tocarse el pequeño aparatito que siente bajo la piel detrás de su oreja, pero dicen los doctores que eventualmente dejará de llamarle la atención.Hasta ahora su recuperación ha sido excelente, sin embargo yo no he logrado pegar los ojos. No solo por Aitana, sino por todo. Tengo una sensación extraña, ese presentimiento que aunque pueda parecer absurdo, me ha alertado de tantas cosas malas en la vida.En estas dos semanas no he podido hablar con Rodrigo, al menos no a solas y con tranquilidad, y la última conversación que tuvimos en el hospital me dej