Rodrigo
Mis manos se cierran en puños cuando el doctor sale del quirófano para hablar con nosotros. Tengo tanto en la cabeza y en el corazón que no podría soportar una mala noticia, mucho menos si se trata de Aitana; sin embargo sé que todavía falta bastante para terminar la intervención, así que algo importante debe haberlo hecho a salir.
—¿Los padres de Aitana? —pregunta el médico.
—Somos nosotros —dice Lizzie, en plural, y yo no hago ninguna acotación.
—Ya estamos realizando el procedimiento, sin embargo nos hemos topado con un pequeño inconveniente.
—Usted dirá, doctor. —Me adelanto y siento que Lizzie me toma de la mano buscando apoyo.
—No estamos hablando de una afección normal, ni da un dispositivo regular, estamos haciendo todo lo posible para que funcione, pero
LizzieAitana abre los ojos y es la imagen más hermosa que una madre puede ver. Hace dos días que la operaron, y por supuesto su primer despertar fue muy incómodo, sin embargo tanto los médicos como nuestra familia han hecho todo lo posible por distraerla y hacerla sentir mejor. Es difícil porque tiende a tocarse el pequeño aparatito que siente bajo la piel detrás de su oreja, pero dicen los doctores que eventualmente dejará de llamarle la atención.Hasta ahora su recuperación ha sido excelente, sin embargo yo no he logrado pegar los ojos. No solo por Aitana, sino por todo. Tengo una sensación extraña, ese presentimiento que aunque pueda parecer absurdo, me ha alertado de tantas cosas malas en la vida.En estas dos semanas no he podido hablar con Rodrigo, al menos no a solas y con tranquilidad, y la última conversación que tuvimos en el hospital me dej
RodrigoVeo que Lizzie se pone pálida. Sus ojos están llenos de acusación y de tristeza cuando me mira, y yo quisiera abrazarla, asegurarle que todo va a estar bien, celebrar con ella la maravilla que es que Aitana puede escucharnos, pero no puedo. Hemos pasado tanto los dos, que no puedo perdonarle la traición, al menos no ahora.—¿Por qué estás haciendo esto? —Me dice empujando el sobre contra mi pecho, y haciendo que lo sostenga—. ¿Por qué ahora? ¿Por qué el divorcio…? Es que no… no puedo entenderlo… no…Niega con vehemencia, su cabello se mueve y puedo ver cuán agitada está, pero nada de eso resolverá las cosas en este momento.—Me encantaría decirte que lo siento —confieso—, pero la verdad es que no. Debí hacerlo hace tiempo, o mejor dicho nunca debí casarme co
LizzieMe limpio las lágrimas porque la Emperatriz no es el tipo de mujer que le daría el gusto a un hombre de llorar por él. Miro el sobre que tengo entre las manos y le doy vueltas, sin saber exactamente qué hacer con él.Veo cómo Rodrigo se va, seguido por Mateo, que lleva el rostro ensombrecido por la tristeza; y por Diego, que si bien no ha sido el hombre más amado por mis hermanas, o mejor dicho, por Sabrina, cruza con ella una mirada y se descubren un poco decepcionados los dos.Los tres hermanos se van en los autos en que llegaron y yo me quedo con una sensación de vacío tan extraña que solo me hace rememorar, recordar un momento de hace muchos años, un momento de mi vida de joven, cuando los psicólogos finalmente consideraron apropiado decirme que no podría tener hijos.Es la misma sensación de desolación, de amargura, de tristez
RodrigoSe supone que debo relajarme, intentar dejar atrás todo esto y seguir con mi vida, aunque honestamente es un poco difícil, teniendo en cuenta que he pasado los últimos tres años de mi vida perdidamente enamorado de una mujer que me perteneció, que fue mía, a la que amé… es difícil desprenderse de algo como eso.Bueno… no tan difícil cuando te patean hasta que te caes de la cama.—¡Oye! —grito poniéndome en posición defensiva, aunque no sé ni para qué, no es como si estuviera en posición de defenderme y menos agredir a nadie.Se me rompe la cabeza del dolor que tengo. ¡Maldita resaca! El whisky con hielo es una pésima solución para mal de amores, cae muy mal, lo mismo que el vodka con hielo o el ron con hielo… La próxima borrachera la agarraré con cerveza, que no lle
Lizzie—Creo que lo que quiero están muy bien estipulado en esta demanda —afirmo, respondiendo a su pregunta.La sonrisa que se dibuja en su rostro varía entre el asombro, la incredulidad y la duda. Sus hermanos miran hacia otro lado y mis abogados están con la vista enterrada en los papeles.—¿Pueden darnos un momento, por favor? —solicita Diego amablemente y yo, que soy toda una dulzura, les respondo con una afirmación de cabeza, mientras hago que mis abogados salgan.Apenas pongo un pie fuera de la habitación, doy la vuelta a la esquina y me asomo discretamente por la otra puerta que tiene, una que está detrás de ellos, así que no es muy probable que se den cuenta de que estoy aquí.—¿Cómo se supone que salga de esto? —Rodrigo gira su silla en dirección a Diego.—Honestamente no tengo idea de c
RodrigoMe gusta lo que escucho. Es agradable, es suave, es… ¡agua!Abro los ojos de golpe y trato de sentarme donde sea que esté. La habitación está en semipenumbra y me cuesta acostumbrarme, pero al menos reconozco que estoy en una cama y no en el suelo de algún galpón abandonado. Aunque la parte de estar casi desnudo no ayuda mucho.Los primeros rayos de sol luchan por entrar a través de las cortinas de una ventana. Y yo recuerdo muy poco.Fui a casa de Lizzie a parlamentar, jajaja como si estuviéramos en guerra. Vi a Aitana, me tomé una copa de vino y luego… luego…—¡Esa bruja! —exclamo y a mi lado escucho un ronroneo.Me giro y ahí está, la mujer de mis pesadillas, durmiendo apaciblemente abrazada a una almohada, con mi camisa puesta y en bragas. Mi amiguito despierta en menos de un segundo cuando veo
LizzieAfuera los árboles se ven de un verde precioso, el agua del lago parece un espejo y supongo que es el efecto de la primavera. Tiene el poder de hacer todo un poco más mágico, incluso a nosotros.Escucho el clic de la llave contra el metal y no me doy la vuelta, no quiero ver el momento exacto en que Rodrigo abandone mi vida para siempre. Me gustó esta pequeña fantasía, pero llega un momento en la vida en que uno simplemente tiene que aceptar que ha cometido un error y asumir las consecuencias. Y yo pagaré el mío muy caro.Es verdad lo que le dije a Rodrigo. No soy como él. no puedo forzarlo a hacer algo que no quiere, menos si ese «algo» es estar conmigo.Los labios me tiemblan cuando oigo el sonido de la puerta al cerrarse. Mis ojos se humedecen y ahogo un sollozo en el momento justo en el que escucho:—Te amo, Lizzie.Siento las l
RodrigoEmpecé contando esta historia hace meses. Empezó en el justo momento en el que llegó de vuelta a mi vida una mujer impresionante, que dejó de ser mi mujer ideal para convertirse en mi amor de carne y hueso, con todos sus defectos y virtudes, pero mía.Sé que no hemos sido justos el uno con el otro en la mayoría de las ocasiones, que nos hemos lastimado y mentido… y también sé que nos hemos amado más de lo que creímos imaginar.A fin de cuentas, como escritor, puedo dar fe de que la vida no es nada sin un poco de drama.Pasé dos años de mi vida buscando a una mujer, y me encontré a una Emperatriz. Ella pasó dos años huyendo del amor, y se encontró a un León. Y si alguien creyó que era buena idea enfrentar a un León con una Emperatriz… Bueno, asumo que ya se habrá