CLARIS:
Sentía una necesidad imperiosa, casi irreprimible, de que me amara, a mí, a la humana Claris. También sabía que él necesitaba sentirse seguro de mi amor. Kieran miraba a los gemelos que dormían plácidamente en el centro de nuestra cama, ajenos a todo. Entendía que lo que le pedía con ellos ahí presentes era imposible, pero no iba a permitirme retroceder.
Decidida, me acerqué a él. Había una determinación y necesidad que me impulsaban a seguir adelante. Lo tomé suavemente y lo guié hacia el baño. Él me siguió sin resistirse, su mirada me estudiaba, intrigado. El aire en el baño parecía cargado con todo lo que no habíamos dicho desde aquella noche en la que mi necedad por rechazar lo que soy lo llevó a marcarme de nuevo, como si esa fuese la única soluci&oaEl ruido del agua del baño apenas era un eco lejano, opacado por el peso de la presencia que me rodeaba. Todavía con la espalda hacia él, sentía cómo cada fibra de mi cuerpo vibraba, inquieta, desnudada no solo en cuerpo, sino en alma. Atka me había introducido sin mucha fuerza, pero la suficiente para entrar por completo. Las manos de Kieran se convirtieron en garras; sentí cómo su ropa se rompía ante la transformación. Hasta ahora había visto al lobo de cuatro patas y al humano. Al licántropo jamás; lo mismo sucedía conmigo: o era humana o loba, nunca una mezcla de ambas. Cerré los ojos, intentando controlar la agitación que despertaba lo que me hacía. Sus garras se hundían en mis caderas y, lejos de gritar por el dolor, sentía un gran placer. —Te enseñaré lo que es ser mi loba. ¿Qu
KIERAN: Había permitido que Atka tomara el control, pero no al punto de perderme por completo. Aunque le di libertad, no dejé que me eclipsara; ambos sabíamos que esto no era una lucha, sino un equilibrio. Atka le había mostrado a Claris quién era realmente: una licántropa, una de los nuestros, y había dejado su marca en ella con una pasión salvaje y voraz. Sentir aquel poder desbordándose entre ambos era embriagador, un recordatorio de lo que éramos en nuestra esencia más pura. A pesar de esa intensidad, permanecí alerta. Sabía lo frágil que podía ser el puente que ella intentaba construir entre su humanidad y lo que ahora formaba parte de su naturaleza. Por eso, mientras Atka disfrutaba de cada instante con ella, yo ya estaba planeando nuestro siguiente paso. Me comuniqué con Fenris, mi beta, a través del enlace, pidién
RAFE:Después de recorrer todo el territorio de la manada para confirmar que los guardias estaban en sus puestos, Elena, la loba lunar guardiana y mi compañera, me acompañaba con el ceño fruncido y una preocupación evidente. Su inquietud no había disminuido desde lo sucedido con Clara, su pupila, quien había sido utilizada con demasiada facilidad por los enemigos. Nos detuvimos en los límites del territorio. A unos pasos comenzaba el área controlada por los lobos del norte. Nos cubrimos tras unos arbustos, cuidando de que los guardias de la otra manada no nos detectaran. A pesar de estar atentos a cualquier movimiento sospechoso, la tensión de Elena era tan palpable que me distrajo. —¿Qué te tiene así? —pregunté en voz baja, sin apartar la vista de su rostro, aunque permanecía atento a los alrededores. Elena, mi compa&n
ELENA:Era una Loba Lunar Guardiana, una de las pocas que cada mil años la Diosa elegía para una misión sagrada. Mi generación, destinada a portar poderes extraordinarios, se perfilaba como la última esperanza para restaurar el equilibrio. Pero había fallado. Mi confianza, convertida en arrogancia, me había cegado, y ahora enfrentábamos el precio de ese error. Claris, reacia a abrazar su naturaleza, y Clara, manipulada con tanta facilidad, eran la prueba más dura de mi fracaso. Ellas, al igual que yo, estaban destinadas a traer de vuelta el equilibrio perdido, pero no había logrado prepararlas. Ese vacío era justo lo que las Lobas Antiguas habían aprovechado para extender su sombra, y ahora nos correspondía detenerlas. Todo había comenzado con la visita al refugio de la madre mística del Alfa, una loba sabia y conectada con la Diosa, a
CLARIS: Cuando volví a despertar, lo hice porque sentí la falta de su calor. Lo busqué con la mirada y escuché el agua de la ducha. Me levanté rápidamente, decidida a aprender a ser una loba. No solo tenía que hacerlo, sino que lo deseaba. Corrí al baño y me metí en la ducha con él. No dijo nada, solo me miró y me hizo espacio bajo el chorro de agua. Salió antes de que yo terminara. Al salir, ya no estaba. Me puse un pantalón cómodo, decidida a no separarme de Kieran en todo el día. Bajé las escaleras corriendo, recordando que ya me había dicho que Clara estaba cuidando a los niños. Eso me tranquilizó, aunque subí de todas formas a llevarles leche. Los encontré dormidos, abrazados a su tía. —Clara, voy a recorrer la manada con mi Alfa. No salgas de la casa con los niños —le indiqué con firmeza. —Cuídate, Claris, y no te excedas, recuerda tu situación —respondió entre balbuceos, apretando a los niños contra su pecho antes de quedarse dormida nuevamente. —¿Qué quieres decir co
CLARIS: Paso a paso, el bosque comenzó a ser menos extraño, como si las sombras se apartaran para dejarme entrar en un mundo al que nunca creí pertenecer. Había momentos en que sentía que mi cuerpo no sería capaz de mantener el ritmo. Quería demostrar mi valía, pero ante cada reto al que me enfrentaba, también surgía una sensación de vulnerabilidad que no podía ignorar. Kieran me observaba en silencio, sin juzgar, pero tampoco deteniéndose cuando detectaba mis dudas. Esto era otro tipo de prueba, una en la que él parecía esperar que yo comenzara a entender algo que aún no podía poner en palabras. De repente, se detuvo en seco. —¿Qué sientes, Claris? —preguntó directamente. Cerré los ojos e intenté aclarar mis pensamientos. Sentía muchas emociones encontradas, pero
KIERAN: Me había propuesto educar a mi Luna, pero tras un solo entrenamiento entendí que no tenía la paciencia necesaria para hacerlo. Claris carecía por completo de instintos lobunos. Nosotros, los licántropos, incluso en nuestra forma humana, conservamos la esencia de nuestro lobo: agudeza, fuerza, reflejos, olor. Pero en ella… nada. Atka rugía como un trueno en mi cabeza, irritado y frustrado. Nunca habíamos entrenado a nadie antes, ni siquiera lo habíamos considerado, no era nuestro deber. Siempre había delegado esa tarea a Fenris, mi Beta. Él tenía la experiencia necesaria y la moderación que a mí me faltaba. Pero ahora… No podía ni quería permitirle esto. No se trataba de desconfianza hacia Fenris. Sin embargo, conocía demasiado bien su lealtad y respeto por Claris. No sería lo suficientemen
CLARIS:Estaba asustada, no lo voy a negar. Nunca había sido cobarde en mi vida humana; sin embargo, este mundo sobrenatural al que pertenecía era demasiado grande y desconocido para mí. Por eso me aterró la idea de que me dejara con aquel extraño y temible lobo. Me esforzaría al máximo, pero junto a él, o al menos al lado de alguien de la manada. —Sígueme —me ordenó y echó a trotar por el sendero de regreso a la manada. Lo hice; solía correr y me gustaba. Todavía la oscuridad de la madrugada nos rodeaba, a pesar de que la luna llena brillaba en el cielo. Al llegar a una plazoleta, allí estaba la manada en pleno, entrenando bajo las órdenes de Fenris y Rafe. No nos detuvimos. Seguimos corriendo bajo sus miradas curiosas hasta llegar a donde estaban los cachorros y nos detuvimos. ¿Me iría a poner con ellos? Eso m