RAFE:
Después de recorrer todo el territorio de la manada para confirmar que los guardias estaban en sus puestos, Elena, la loba lunar guardiana y mi compañera, me acompañaba con el ceño fruncido y una preocupación evidente. Su inquietud no había disminuido desde lo sucedido con Clara, su pupila, quien había sido utilizada con demasiada facilidad por los enemigos.
Nos detuvimos en los límites del territorio. A unos pasos comenzaba el área controlada por los lobos del norte. Nos cubrimos tras unos arbustos, cuidando de que los guardias de la otra manada no nos detectaran. A pesar de estar atentos a cualquier movimiento sospechoso, la tensión de Elena era tan palpable que me distrajo. —¿Qué te tiene así? —pregunté en voz baja, sin apartar la vista de su rostro, aunque permanecía atento a los alrededores. Elena, mi compa&nELENA:Era una Loba Lunar Guardiana, una de las pocas que cada mil años la Diosa elegía para una misión sagrada. Mi generación, destinada a portar poderes extraordinarios, se perfilaba como la última esperanza para restaurar el equilibrio. Pero había fallado. Mi confianza, convertida en arrogancia, me había cegado, y ahora enfrentábamos el precio de ese error. Claris, reacia a abrazar su naturaleza, y Clara, manipulada con tanta facilidad, eran la prueba más dura de mi fracaso. Ellas, al igual que yo, estaban destinadas a traer de vuelta el equilibrio perdido, pero no había logrado prepararlas. Ese vacío era justo lo que las Lobas Antiguas habían aprovechado para extender su sombra, y ahora nos correspondía detenerlas. Todo había comenzado con la visita al refugio de la madre mística del Alfa, una loba sabia y conectada con la Diosa, a
CLARIS: Cuando volví a despertar, lo hice porque sentí la falta de su calor. Lo busqué con la mirada y escuché el agua de la ducha. Me levanté rápidamente, decidida a aprender a ser una loba. No solo tenía que hacerlo, sino que lo deseaba. Corrí al baño y me metí en la ducha con él. No dijo nada, solo me miró y me hizo espacio bajo el chorro de agua. Salió antes de que yo terminara. Al salir, ya no estaba. Me puse un pantalón cómodo, decidida a no separarme de Kieran en todo el día. Bajé las escaleras corriendo, recordando que ya me había dicho que Clara estaba cuidando a los niños. Eso me tranquilizó, aunque subí de todas formas a llevarles leche. Los encontré dormidos, abrazados a su tía. —Clara, voy a recorrer la manada con mi Alfa. No salgas de la casa con los niños —le indiqué con firmeza. —Cuídate, Claris, y no te excedas, recuerda tu situación —respondió entre balbuceos, apretando a los niños contra su pecho antes de quedarse dormida nuevamente. —¿Qué quieres decir co
CLARIS: Paso a paso, el bosque comenzó a ser menos extraño, como si las sombras se apartaran para dejarme entrar en un mundo al que nunca creí pertenecer. Había momentos en que sentía que mi cuerpo no sería capaz de mantener el ritmo. Quería demostrar mi valía, pero ante cada reto al que me enfrentaba, también surgía una sensación de vulnerabilidad que no podía ignorar. Kieran me observaba en silencio, sin juzgar, pero tampoco deteniéndose cuando detectaba mis dudas. Esto era otro tipo de prueba, una en la que él parecía esperar que yo comenzara a entender algo que aún no podía poner en palabras. De repente, se detuvo en seco. —¿Qué sientes, Claris? —preguntó directamente. Cerré los ojos e intenté aclarar mis pensamientos. Sentía muchas emociones encontradas, pero
KIERAN: Me había propuesto educar a mi Luna, pero tras un solo entrenamiento entendí que no tenía la paciencia necesaria para hacerlo. Claris carecía por completo de instintos lobunos. Nosotros, los licántropos, incluso en nuestra forma humana, conservamos la esencia de nuestro lobo: agudeza, fuerza, reflejos, olor. Pero en ella… nada. Atka rugía como un trueno en mi cabeza, irritado y frustrado. Nunca habíamos entrenado a nadie antes, ni siquiera lo habíamos considerado, no era nuestro deber. Siempre había delegado esa tarea a Fenris, mi Beta. Él tenía la experiencia necesaria y la moderación que a mí me faltaba. Pero ahora… No podía ni quería permitirle esto. No se trataba de desconfianza hacia Fenris. Sin embargo, conocía demasiado bien su lealtad y respeto por Claris. No sería lo suficientemen
CLARIS:Estaba asustada, no lo voy a negar. Nunca había sido cobarde en mi vida humana; sin embargo, este mundo sobrenatural al que pertenecía era demasiado grande y desconocido para mí. Por eso me aterró la idea de que me dejara con aquel extraño y temible lobo. Me esforzaría al máximo, pero junto a él, o al menos al lado de alguien de la manada. —Sígueme —me ordenó y echó a trotar por el sendero de regreso a la manada. Lo hice; solía correr y me gustaba. Todavía la oscuridad de la madrugada nos rodeaba, a pesar de que la luna llena brillaba en el cielo. Al llegar a una plazoleta, allí estaba la manada en pleno, entrenando bajo las órdenes de Fenris y Rafe. No nos detuvimos. Seguimos corriendo bajo sus miradas curiosas hasta llegar a donde estaban los cachorros y nos detuvimos. ¿Me iría a poner con ellos? Eso m
KIERAN:Había sentido el llamado de Elena, la loba Lunar Guardiana, y por eso dejé a mi Luna con los pequeños, ordenándoles que la trataran como a uno más de ellos. Pensé, durante un breve instante, que Claris iba a protestar, que su orgullo no aceptaría tal desafío. Para mi sorpresa, no solo lo aceptó, sino que lo superó con creces. Acalló las risas y las burlas de los adultos, quienes, al verla conectarse tan naturalmente con los más pequeños, sintieron una punzada de envidia que no pudieron ocultar. Esa conexión, al principio destinada únicamente a mí, debía surgir de manera tradicional en la ceremonia de presentación como mi Luna. Según las costumbres, el momento de unión seguía un orden jerárquico: primero los ancianos, luego los del consejo, después los lobos de la manada; a ellos les seg
CLARIS:Sus labios chocaron contra los míos, y por un breve instante lo olvidé todo: el frío de la madrugada, el cansancio del entrenamiento e incluso los tenues rayos del sol que se colaban por las cortinas. Su beso tenía esa extraña manera de recordarme que, aunque había una humana en mí, eso no importaba. Kieran era capaz de amar todas mis versiones. Cuando finalmente se apartó, fue con una lentitud que casi me hizo suspirar de nuevo. Abrí los ojos para encontrarme con su mirada intensa de color gris, que siempre parecía desnudarme, como si pudiera ver hasta el último rincón de mi alma. —¿Qué? —pregunté con una sonrisa temblorosa. Él inclinó la cabeza ligeramente, cambiando apenas de expresión, como si estuviera a punto de contar un secreto. —Hay algo que quiero most
KIERAN:Yo era un Alfa, y los alfas no ceden. No al instinto, no a los impulsos, y mucho menos a los caprichos de aquellos que todavía no entienden su lugar. Pero con ella, mantener el control era una batalla constante. Mi lobo rugía en mi interior, exigiendo que la poseyera como lo hacía un lobo con su Luna, marcándola, reclamándola, sin más explicaciones. Sin embargo, el humano en mí sabía que Claris aún tenía que aprender. No se trataba sólo de satisfacer su necesidad humana de amor. No iba a conformarme con eso. Ella debía entender que ya no era solo una mujer, ni siquiera solo mi compañera. Era una loba. Mi loba. Y para eso, debía enseñarla, hacerla comprender no con palabras, sino con el lenguaje que compartíamos los lobos. El lugar no importa cuando el vínculo es real, pensaba mientras avanzaba con ella entre mis brazos. Necesitaba que sus ojos entendieran, que su cuerpo reaccionara no porque yo se lo imponía, sino porque final