KIERAN:
Estaba satisfecho, quizás más de lo que debería, con la decisión que habían tomado los ancianos del consejo. El castigo impuesto a mi Luna no solo era justo, sino necesario. Había algo de verdad en las palabras que Fenris había señalado: Claris nunca había vivido como loba. Quizás ese era el verdadero motivo por el que rechazaba su naturaleza, por el cual se aferraba a la vida que conocía como humana, ignorando todo lo que la manada y su esencia podían ofrecerle.
No entendía los placeres de correr libre bajo la luz de la luna, de sentir la tierra húmeda mientras perseguías una presa, de fundirte con el bosque hasta formar parte de él. Tampoco comprendía la camaradería, el lazo que surge al compartir con la manada en plena naturaleza, jugando, observando, comunicándonos sin palabras pero con algo mucho más profundo. Claris no sabía lo que era ser una loba. Y eso debía cambiar. Yo me encargaría de que lo aprendiera, aunque las amenazas que rodeabanFENRIS:Clara negó, pero nuestras marcas nos vinculaban de una forma en la que las palabras no tenían cabida, y sentí el conflicto que se agitaba en su interior. Clara había estado volcando toda su energía al bienestar de su hermana Claris. Sabía que el castigo impuesto a ella, forjado por su propia omisión al ignorar las premoniciones que hubieran podido salvar tantas vidas, era un peso que Clara también cargaba como si fuera suyo.—Clara, no puedes ocultármelo. Soy tu compañero, lo que sientes lo vivo contigo. Dime la verdad. ¿Es algo que proviene de ti o estás absorbiendo las emociones de alguien más? —pregunté con firmeza. No podía permitir que su empatía la consumiera.Clara titubeó, como si internamente luchara entre mantener su silencio o ceder a la verdad.—¿Es por tu hermana? —dije sin rodeos—. Est&
CLARIS: Sentí cada palabra que se cruzaba entre mi loba y mi Alfa, aunque no hablaban directamente conmigo. El castigo me pareció justo. Lo acepté como una oportunidad. No pude evitar pensar en lo que ocurriría si escapara sola al mundo humano llevándome a mis hijos. ¿Cómo podría protegerlos si lo que nos perseguía era capaz de encontrarme incluso allí?No sabía nada sobre los poderes que me pertenecían por naturaleza, ni cómo usarlos. Esa revelación dolía, porque entendí la verdad: no podía seguir huyendo de mi esencia.Y luego estaba él. Mi Alfa. Desde la última vez que me dejó su marca, algo en mí había cambiado por completo. Su presencia me atraía con una fuerza inexplicable, un magnetismo crudo y visceral, como si tocara algo más profundo que mi propia voluntad. No pod&ia
FENRIS:Hizo una breve pausa y su mirada se endureció con una resolución que se hizo aún más evidente y determinada. —No puedo fallarle a la Diosa Luna, Fenris —dijo con firmeza—. No como lo hizo nuestra madre y guardiana Elena. Ella decidió no cumplir como debía, siguió sus propios deseos y olvidó la responsabilidad que tenía sobre sus hombros y ya viste lo que ocasionó. No me pidas que haga lo mismo. Todo lo que decía era cierto. La responsabilidad, el deber y el sacrificio se entrelazaban dolorosamente con el amor. Yo la comprendía; era un Beta destinado a poner todo lo del Alfa y la manada por encima de mis propios deseos.—Clara… —susurré mientras buscaba una forma de hacer que entendiera el riesgo al que se enfrentaba.—Fenris —me interrump
KIERAN:La desconexión era total. Jamás había experimentado algo así. Como Alfa, era inconcebible no sentir el enlace con cada miembro de la manada. No se trataba solo de un vínculo roto; era la esencia misma de nuestra unión la que estaba fracturada. Rafe no tardó en emitir un aullido de alerta máxima. Sabíamos lo que eso significaba: estábamos expuestos. Elena, la guardiana, giró la mirada hacia Clara con una intensidad que cortaba el aire. —Dime que no lo hiciste, Clara —la increpó de súbito, sin rodeos. Elena no formuló la pregunta como si buscara respuesta, sino como si temiera confirmarla. La miraba con incredulidad, lo cual hizo que todos claváramos los ojos en Clara. Su nerviosismo era obvio, y buscó refugio detrás de Fenris, como si con eso pudiera evitar enfrentarnos. —¿Qué hizo? —pregunté, con impaciencia. —Solo... solo quería ayudar a mi hermana —murmuró Clara. Luego bajó aún más el tono—. No quería que la castigaran. Fenris pareció tardar unos segundos en comprender s
CLARIS:Había comenzado a familiarizarme con las capacidades de una Loba Lunar Mística, pero eso no eliminaba el miedo abrumador que se apoderaba de mí cada vez que pensaba en mis hijos. Siempre había delegado en los demás, confiando en que ellos los protegerían, en que la manada estaba allí para cuidarlos. Sin embargo, algo había cambiado. Mi instinto maternal se había intensificado de una forma imposible de ignorar; sentía que nadie cuidaría de ellos mejor que yo. Por eso, no podía ni siquiera imaginar dejarlos solos, ni siquiera por un momento.Esa noche, decidí mantenerlos conmigo en mi habitación. Quería darme un baño, pero incluso eso parecía una tarea titánica ante el temor de alejarlos de mi vista. Encontré una solución improvisando una cesta amplia donde arreglé sus mantas, los coloqué con cuidado allí y los llevé al baño conmigo. Los dejé en un lugar seguro, donde podía vigilarlos, mientras me preparaba.El ruido del agua llenó el espacio y cubrí mi rostro con el chorro que
CLARIS: Sentía una necesidad imperiosa, casi irreprimible, de que me amara, a mí, a la humana Claris. También sabía que él necesitaba sentirse seguro de mi amor. Kieran miraba a los gemelos que dormían plácidamente en el centro de nuestra cama, ajenos a todo. Entendía que lo que le pedía con ellos ahí presentes era imposible, pero no iba a permitirme retroceder. Decidida, me acerqué a él. Había una determinación y necesidad que me impulsaban a seguir adelante. Lo tomé suavemente y lo guié hacia el baño. Él me siguió sin resistirse, su mirada me estudiaba, intrigado. El aire en el baño parecía cargado con todo lo que no habíamos dicho desde aquella noche en la que mi necedad por rechazar lo que soy lo llevó a marcarme de nuevo, como si esa fuese la única soluci&oa
El ruido del agua del baño apenas era un eco lejano, opacado por el peso de la presencia que me rodeaba. Todavía con la espalda hacia él, sentía cómo cada fibra de mi cuerpo vibraba, inquieta, desnudada no solo en cuerpo, sino en alma. Atka me había introducido sin mucha fuerza, pero la suficiente para entrar por completo. Las manos de Kieran se convirtieron en garras; sentí cómo su ropa se rompía ante la transformación. Hasta ahora había visto al lobo de cuatro patas y al humano. Al licántropo jamás; lo mismo sucedía conmigo: o era humana o loba, nunca una mezcla de ambas. Cerré los ojos, intentando controlar la agitación que despertaba lo que me hacía. Sus garras se hundían en mis caderas y, lejos de gritar por el dolor, sentía un gran placer. —Te enseñaré lo que es ser mi loba. ¿Qu
KIERAN: Había permitido que Atka tomara el control, pero no al punto de perderme por completo. Aunque le di libertad, no dejé que me eclipsara; ambos sabíamos que esto no era una lucha, sino un equilibrio. Atka le había mostrado a Claris quién era realmente: una licántropa, una de los nuestros, y había dejado su marca en ella con una pasión salvaje y voraz. Sentir aquel poder desbordándose entre ambos era embriagador, un recordatorio de lo que éramos en nuestra esencia más pura. A pesar de esa intensidad, permanecí alerta. Sabía lo frágil que podía ser el puente que ella intentaba construir entre su humanidad y lo que ahora formaba parte de su naturaleza. Por eso, mientras Atka disfrutaba de cada instante con ella, yo ya estaba planeando nuestro siguiente paso. Me comuniqué con Fenris, mi beta, a través del enlace, pidién