CLARIS:
La preocupación me consumía después de lo que mi loba me había revelado. Había pasado tanto tiempo obsesionada con volver a la vida humana, alejándome de lo que significaba ser una loba, soñando con el lujo que Kieran me había ofrecido en las grandes ciudades antes de regresar a este mundo salvaje, que había ignorado los detalles cruciales. Y ahora, para empeorar las cosas, era vista como una traidora. Las miradas de reproche y desprecio, especialmente las de aquella loba que había venido días atrás, eran prueba de que el resto de la manada también lo creía. En el fondo, algo me decía que tenían motivos. Técnicamente, había cometido traición.
—Técnicamente no —corrigió la voz de mi loba con firmeza y sin un ápice de consuelo dentro de mi cabeza—. Cometiste traición. PermitistCLARIS:Decidí ceder por el momento. Tenía que esperar a que todos se relajaran y tal vez lograría convencer a Kieran de irse a vivir a la ciudad. Me dirigí a la habitación de mis hijos, que dormían plácidamente mientras la nana dormitaba a su lado. No hice ruido, complacida de que Kieran la hubiera puesto a cuidar de ellos. Podía disfrutar de un largo baño; lo necesitaba. Quizás debería seducir a mi Alfa; siempre había escuchado que las mujeres pueden conseguir lo que quieren con ese arte. —¡Deja de pensar estupideces, Claris, y vamos a que domines mis poderes! —rugió Lúmina—. Hay amenaza de guerra, estamos en peligro. Sin embargo, ignoré la advertencia y me dirigí hacia el baño, llenando la bañera. Al menos en eso el Alfa había sido considerado; había modernizado el baño. Pero un gr
FENRIS:Desde que tengo memoria, supe cuál sería mi lugar en el mundo. Hijo del Beta del entonces Alfa, mi destino estaba marcado: sería el Beta de Kieran. Por eso crecimos juntos, inseparables, formando un vínculo que, hasta hoy, es inquebrantable. Sin embargo, desde nuestros primeros años, siempre supe que había amenazas que él, por idealista o por confianza ciega, no veía. Una de ellas era Sarah.Sarah, la niña adoptada por su madre como si fuera su propia hija, siempre me inspiró desconfianza. Loba alfa, hija de uno de los mejores amigos del antiguo Alfa, tenía una presencia que no podía ignorar, pero algo en ella me incomodaba. Mientras Kieran la veía como una hermana, yo notaba la manera en que me apartaba sutilmente, buscando ser la única que tuviera acceso a él. Intenté advertírselo muchas veces, pero confiaba tanto en ella que mis palabras eran
KIERAN:Estaba satisfecho, quizás más de lo que debería, con la decisión que habían tomado los ancianos del consejo. El castigo impuesto a mi Luna no solo era justo, sino necesario. Había algo de verdad en las palabras que Fenris había señalado: Claris nunca había vivido como loba. Quizás ese era el verdadero motivo por el que rechazaba su naturaleza, por el cual se aferraba a la vida que conocía como humana, ignorando todo lo que la manada y su esencia podían ofrecerle. No entendía los placeres de correr libre bajo la luz de la luna, de sentir la tierra húmeda mientras perseguías una presa, de fundirte con el bosque hasta formar parte de él. Tampoco comprendía la camaradería, el lazo que surge al compartir con la manada en plena naturaleza, jugando, observando, comunicándonos sin palabras pero con algo mucho más profundo. Claris no sabía lo que era ser una loba. Y eso debía cambiar. Yo me encargaría de que lo aprendiera, aunque las amenazas que rodeaban
FENRIS:Clara negó, pero nuestras marcas nos vinculaban de una forma en la que las palabras no tenían cabida, y sentí el conflicto que se agitaba en su interior. Clara había estado volcando toda su energía al bienestar de su hermana Claris. Sabía que el castigo impuesto a ella, forjado por su propia omisión al ignorar las premoniciones que hubieran podido salvar tantas vidas, era un peso que Clara también cargaba como si fuera suyo.—Clara, no puedes ocultármelo. Soy tu compañero, lo que sientes lo vivo contigo. Dime la verdad. ¿Es algo que proviene de ti o estás absorbiendo las emociones de alguien más? —pregunté con firmeza. No podía permitir que su empatía la consumiera.Clara titubeó, como si internamente luchara entre mantener su silencio o ceder a la verdad.—¿Es por tu hermana? —dije sin rodeos—. Est&
CLARIS: Sentí cada palabra que se cruzaba entre mi loba y mi Alfa, aunque no hablaban directamente conmigo. El castigo me pareció justo. Lo acepté como una oportunidad. No pude evitar pensar en lo que ocurriría si escapara sola al mundo humano llevándome a mis hijos. ¿Cómo podría protegerlos si lo que nos perseguía era capaz de encontrarme incluso allí?No sabía nada sobre los poderes que me pertenecían por naturaleza, ni cómo usarlos. Esa revelación dolía, porque entendí la verdad: no podía seguir huyendo de mi esencia.Y luego estaba él. Mi Alfa. Desde la última vez que me dejó su marca, algo en mí había cambiado por completo. Su presencia me atraía con una fuerza inexplicable, un magnetismo crudo y visceral, como si tocara algo más profundo que mi propia voluntad. No pod&ia
FENRIS:Hizo una breve pausa y su mirada se endureció con una resolución que se hizo aún más evidente y determinada. —No puedo fallarle a la Diosa Luna, Fenris —dijo con firmeza—. No como lo hizo nuestra madre y guardiana Elena. Ella decidió no cumplir como debía, siguió sus propios deseos y olvidó la responsabilidad que tenía sobre sus hombros y ya viste lo que ocasionó. No me pidas que haga lo mismo. Todo lo que decía era cierto. La responsabilidad, el deber y el sacrificio se entrelazaban dolorosamente con el amor. Yo la comprendía; era un Beta destinado a poner todo lo del Alfa y la manada por encima de mis propios deseos.—Clara… —susurré mientras buscaba una forma de hacer que entendiera el riesgo al que se enfrentaba.—Fenris —me interrump
KIERAN:La desconexión era total. Jamás había experimentado algo así. Como Alfa, era inconcebible no sentir el enlace con cada miembro de la manada. No se trataba solo de un vínculo roto; era la esencia misma de nuestra unión la que estaba fracturada. Rafe no tardó en emitir un aullido de alerta máxima. Sabíamos lo que eso significaba: estábamos expuestos. Elena, la guardiana, giró la mirada hacia Clara con una intensidad que cortaba el aire. —Dime que no lo hiciste, Clara —la increpó de súbito, sin rodeos. Elena no formuló la pregunta como si buscara respuesta, sino como si temiera confirmarla. La miraba con incredulidad, lo cual hizo que todos claváramos los ojos en Clara. Su nerviosismo era obvio, y buscó refugio detrás de Fenris, como si con eso pudiera evitar enfrentarnos. —¿Qué hizo? —pregunté, con impaciencia. —Solo... solo quería ayudar a mi hermana —murmuró Clara. Luego bajó aún más el tono—. No quería que la castigaran. Fenris pareció tardar unos segundos en comprender s
CLARIS:Había comenzado a familiarizarme con las capacidades de una Loba Lunar Mística, pero eso no eliminaba el miedo abrumador que se apoderaba de mí cada vez que pensaba en mis hijos. Siempre había delegado en los demás, confiando en que ellos los protegerían, en que la manada estaba allí para cuidarlos. Sin embargo, algo había cambiado. Mi instinto maternal se había intensificado de una forma imposible de ignorar; sentía que nadie cuidaría de ellos mejor que yo. Por eso, no podía ni siquiera imaginar dejarlos solos, ni siquiera por un momento.Esa noche, decidí mantenerlos conmigo en mi habitación. Quería darme un baño, pero incluso eso parecía una tarea titánica ante el temor de alejarlos de mi vista. Encontré una solución improvisando una cesta amplia donde arreglé sus mantas, los coloqué con cuidado allí y los llevé al baño conmigo. Los dejé en un lugar seguro, donde podía vigilarlos, mientras me preparaba.El ruido del agua llenó el espacio y cubrí mi rostro con el chorro que