INJUSTICIA

Una fuerte lluvia sobre ella, eso fue todo lo que necesitó para hacer de esa noche una de las más tristes de su vida. Con lágrimas en los ojos, sacó su móvil del bolsillo. Había alguien que tenía que ayudarla. Donovan. No había sido mucho tiempo desde que el doctor salió a hablar con Rebeca. Apenas dos días y ella seguía sin tener el dinero para los tratamientos.

“El cáncer está creciendo muy rápido. Necesitamos intensificar los tratamientos. Por ahora ya puede llevarse a casa a su hijo.” Escuchó en su mente.

Era muy joven cuando ocurrió todo aquello que la derrumbó, pero los recuerdos seguían tan frescos como aquel día. Rebeca había estado casada con Donovan, la había aceptado incluso cuando el pequeño Rud ni siquiera era su hijo. Vivieron felices durante algunos años, hasta la muerte de la madre adoptiva de Rebeca. Todo se vino abajo. Donovan la acusó de ser infiel. Había dicho que ella no conocía al padre de su hijo y después de eso, la echó de su casa. Fue entonces cuando comenzó la enfermedad de su hijo. De repente, se declaró extrañamente enfermo.

Rebeca, ¿dónde estaba su vida? ¿Rebeca, una de las mujeres más respetadas de ese país? Muchos secretos. ¿En qué momento su mundo se puso patas arriba? Rebeca Osara había sido su nombre, Rebeca había sido la mujer que mucha gente había respetado y admirado. ¿Cómo es posible que después de ser una mujer respetada en aquel país? La vida que tuvo una vez ya no era su vida. El presente estaba aquí, un futuro incierto en el horizonte y ella sólo era una mujer luchando por la vida de su hijo.

Sólo se oyó una risa sarcástica desde la otra línea. Por mucho que se había rezado, por mucho que le hubiera explicado la situación, lo único que había conseguido era su estúpida risa.

— ¿Qué has dicho? ¿Hablas en serio? —preguntó Donovan.

—Donovan, te estoy diciendo la verdad...

— ¡No me importa! —Donovan la cortó.

—Donovan, por favor, ayúdame, te juro que te lo devolveré. ¡Necesito tu ayuda ahora! Si sentías algo por mí, por favor, ayúdame. Se trata de mi bebé. Está muy enfermo. Tiene cáncer.

Sólo una risa en la otra línea. — ¿Qué estás diciendo? ¿Si sintiera algo por ti? ¿Eres demasiado estúpida para decirme eso? No lo hice, no lo hago y nunca tendré sentimientos por ti, era sólo un plan. ¡Mi empresa depende de ti, me guste o no! ¡Eso es todo! Por cierto, no puedo ayudarte. Mi viaje acaba de empezar, así que por favor, no me molestes más.

—Donovan, mi amor, ¿con quién estás hablando?—  Se oyó una voz sensual en la otra línea. En ese momento, Rebeca lo había comprendido todo. Estaba con otra persona.

—Donovan, tú...—  Rebeca trató de decir. Quería reclamarle, quería descargar en él todo su malestar, pero lo único que consiguió fue apretar el puño. —Donovan, tienes razón —dijo Rebeca —, como ya no estamos casados, reclamo la mitad de la empresa—. No, ¡espera! No quiero la empresa, sólo quiero cincuenta mil dólares. Eso es todo. No te pido nada más. Sabes cuánto puedes ganar con la empresa, ya que hasta ahora le ha ido bien. Dame doscientos dólares y no me verás.

—Para ser honesto, esto es lo que esperaba de ti, pero hay un problema, mi amor —se rió.

— ¡¿De qué estás hablando, Donovan?!

— ¿Recuerdas el contrato? Pues cómo decirte que eso era justicia patrimonial prematrimonial. Siento mucho decirte esto pero, estabas tan borracha que ni siquiera sabías lo que habías firmado. No te debo nada, estúpida.

Una vez más, Rebeca no tenía nada en esta vida, una vez más había perdido y, al parecer, seguiría perdiéndolo todo hasta el aliento. Aquel hombre del otro lado se reía y se burlaba de ella. Si tan solo tuviera el poder de retroceder el tiempo, no había duda de que lo haría.

Quería gritar todo su dolor, quería tener a ese hombre frente a ella y matarlo con sus propias manos, pero nada de eso era posible.

— Tú... Te odio!—  dijo Rebeca. Una lágrima rebelde cayó. — ¡No puedes ser un hombre, no puedes ser un hombre! Tú lo planeaste todo. Te odio.

Si pudiera pedir un deseo, sería morir y darle la vida a su hijo.

— ¡Lo siento por ti, por favor, ten más cuidado en tu próximo matrimonio! —Sin nada más que decir, colgó.

Sin fuerzas en su cuerpo, cayó en medio de la calle donde se encontraba. Los truenos rasgaban el cielo, la fuerte lluvia la golpeaba y la ropa mojada no podía estarlo más si no era por sus lágrimas ensangrentadas. Aquel hombre había jugado con ella. Se equivocó cuando pensó que él podía sentir algo por ella.

No, no podía morir. Por mucho que deseara morir en ese instante, tenía a alguien que la estaba esperando. Su precioso hijo la necesitaba, su precioso hijo confiaba en su madre para salvarle la vida.

De repente, cuando sentía que no había nada bueno para él, una llamada en su móvil. Era su mejor amiga Linnette. Después de explicarle los problemas por los que estaba pasando, sintió la necesidad de pedirle el dinero que le había prestado a su mejor amiga.

—Lo siento, lo siento mucho, pero ahora no puedo dártelo. Tengo un problema con el banco y no puedo retirar ninguna moneda.

De nuevo, lágrimas en los ojos. — ¡Mi hijo, mi hijo está sufriendo!

—Me siento tan mal que no sé ni qué decir.

—No puede morir. ¡No puede sufrir más!

—Rebeca, creo que hay otra manera de conseguir el dinero que necesitas...

— ¿Qué? —Las lágrimas de Rebeca pararon enseguida.

 — El club del que siempre hemos hablado está buscando a la mujer más hermosa que pueda ser la compañía de uno de los hermanos Muriel. La fiesta es dentro de dos meses, se dice que se le pagara muy bien a quien sea la acompañante—, dijo su amiga, vacilante.

— ¿Qué has dicho? —En su corazón, aquellas palabras habían encendido en ella cierta esperanza.

Su hijo iba a vivir, tuviera que hacer lo que tuviera que hacer, iba a defenderse donde fuera y cuando fuera.

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