Capítulo 4. Destruir el mundo de los Blackstone como un castillo de arena
Grupo Blackstone. Manhattan, New York.
— ¿Estás escuchándome, Alex?
Marcus apretó los dientes mientras caminaba por su despacho, con el ceño fruncido y la tarjeta en la mano. La misma tarjeta que él mismo había entregado aquella mañana a la mujer que lo tenía al borde del abismo.
— Tenía sus mismos ojos… su misma forma de mirar — murmuró —. Y el mismo nombre.
Su mejor amigo, Alex Bennett, lo observaba desde el sillón frente al escritorio, brazos cruzados, con una expresión de preocupación.
— Marcus… ya hemos hablado de esto. Sofía murió.
— No lo entiendes.
— A ver, esta mujer, ¿te dijo que era Sofía? ¿Tu Sofía?
— Obviamente no, pero…
— Entonces ya está, Marcus. Las personas se parecen, pero es todo.
— No estoy diciendo que esa mujer sea Sofía. Estoy diciendo que… algo vi en ella. Que la forma en que apareció, el momento, cómo salvó a Camila. Era como si el destino me la estuviera poniendo frente otra vez.
Alex negó con la cabeza. Sabía lo que había sufrido Marcus con la muerte de Sofía. Camila le recordaba diariamente a ella. Y no había vuelto a ver el mismo desde entonces. Transitaba por la vida como en automático, y ahora… ahora lo veía alimentando una esperanza preocupante.
— Marcus, Has vivido cinco años con un dolor que no has superado. Has hecho lo que pudiste por salir adelante, por criar a Camila, por cumplir con tus responsabilidades… Pero tienes que parar. No vas a encontrar en otra mujer la salvación que perdiste con Sofía. Estás… vacío. Apegado a un fantasma. Pero tienes que volver a vivir. Hazlo por Camila. Por… Ágata.
Marcus se quedó quieto, con la mirada fija en la ventana. El sol se filtraba apenas entre los rascacielos, y aun así, todo le parecía gris.
— Sabes que no la amo. Que lo nuestro fue solo un negocio para salvar a la empresa.
— Lo sé, pero sabes que ella no piensa lo mismo de ese matrimonio.
Marcus guardó silencio, y decidió dejar ese asunto a un lado por un momento, o de verdad iba a enloquecer.
— ¿Cómo va el asunto con los árabes?
— Estamos trabajando en ello.
Mientras tanto, a las afueras de Manhattan, estaba Sofía.
Se había dejado caer al sillón con esa sensación de ahogo en su pecho. Evelyn había tenido que buscarle un vaso de agua cuando la vio llegar así de pálida. También le trajo un té que no tocó.
— Tranquila, Sof, tranquila — le dijo, acariciando su pierna mientras le regalaba una sonrisa de compasión y apoyo incondicional.
— Lo vi, Eve, lo vi — susurró Sofía, aun aturdida —. Estaba justo frente a mí, a un palmo de mi cara, si estiraba mi mano… podía tocarlo. Y Camila, Dios mío, Camila… ¡La hubieses visto! ¡Es tan hermosa! ¡Tan perfecta! ¡Tiene mis ojos!
— Sof…
— Sí, lo sé, sé que no tengo la certeza de que sea mi hija, pero es que… cuando la vi, cuando la tuve entre mis brazos, el mundo entero se detuvo a mí alrededor, ¿sabes? Eso debe significar algo. Sentí amor… Un amor que no sabía que tenía dentro de mí. Fue como si mi corazón la reconociera antes que mi mente. Sus ojitos… su sonrisa… esa forma de decirme “mamá”. Como si me hubiera estado buscando desde siempre. Cómo si me hubiese estado esperando.
— Ah, Sofi, ven aquí — la estrechó en sus brazos. El dolor que había estado padeciendo su amiga durante años le dolía también. Era desgarrador verla así. Viviendo sin vivir. Dedicando su vida entera a enterarse de todos y cada uno de los movimientos de los Blackstone. De la familia que la destruyó.
Sofía se separó de a poco, y al fin tomó la taza y bebió un sorbo. Sentir el líquido caliente recorrer su garganta la tranquilizó un poco.
— Camila tiene cinco años — le dijo, un tanto emocionada, esperanzada. Eve sonrió.
— ¿Cómo es?
— Perfecta, Eve, perfecta. El cabello dorado y llena de rizos por todos lados.
— Como tu madre — dijo Eve con asombro. Ahora dudando. Era una posibilidad. Sofía asintió con una sonrisa, limpiándose las lágrimas — ¿Y él… te reconoció?
— No. Me miró como si dudara, como si algo de él le dijera que era yo, que era la Sofía que… dejó morir frente a todos. Pero enseguida me presenté como Sofía Thorn y eso aplacó sus dudas.
Eve exhaló, asintiendo. Sofía no solo cambió desde adentro, desde su corazón y alma, sino que lo había hecho físicamente. Había sustituido los lentes de contacto, por lentes cualquiera, se había cortado el fleco y pintado el cabello. Todas las cosas que odiaba en el pasado, pero que ayudaron a su cambio de imagen.
— Ay, Sof, esto no me gusta nada.
— Marcus me dio esto — dijo, mostrándole la tarjeta con su número —. Me dijo que… si llegara a necesitar algo de él, lo llamara.
— No pensarás llamarlo.
— Al contrario. Usaré esto a mi favor. Será mi forma de entrar de nuevo a esa familia.
— Sofi, sé que te dije que te apoyaría en todo, pero… tienes que ir con cuidado. Esa familia te destrozó una vez. No quiero que lo hagan de nuevo.
— No, Eve, te equivocas. Yo soy quien va a destruirlos a ellos. Uno a uno.
— ¿Incluyendo a Marcus?
Sofía se erizó.
Marcus.
Todo lo que había pasado por su corazón en el momento en el que lo vio la hizo dudar. Pero no podía permitirse hacerlo.
— Incluyendo a Marcus. Sobre todo a él. Sobre todo… si se interpone en el camino de descubrir si Camila es mi hija o no. Porque si llego a comprobar que lo es, Eve, si llego a comprobarlo… nadie va a detenerme.
La Sofía que ellos lastimaron estaba muerta, pero la Sofía de ahora… Sofía Thorn, estaba lista para vengarse, y para hacerlos pagar sin contemplación alguna. Iba a destruir el mundo de los Blackstone como si se tratara de un castillo de arena.
Llevaba esa última semana en silencio, oculta desde el otro extremo de la banqueta, a veces tras el parabrisas empañado de su auto, otras sentada en la banqueta cubierta por gafas de sol o alguna revista. Siempre ahí, siempre a la misma hora.Entonces la veía.A Camila. A esa dulce niña que su pecho susurraba desde lo más profundo que era suya, que era su hija.Cabello dorado y rizos suaves cayendo como espirales sobre sus hombros. Ojos grandes, expresivos, con la chispa viva que Sofía casi conocía como suya. Sus mejillas redondas, sonrojadas. La forma en la que fruncía el ceño cuando el sol le daba a la cara. Todo de ella resultaba familiar. Dolorosamente familiar, y eso era lo que más la consumía.Sofía tragaba saliva cada vez que la veía ser llevada por una institutriz, anhelando con todo su ser poder ser ella.Cuando la veía finalmente marcharse, y que no volvería a verla el resto del día, venía el aguijonazo, el dolor profundo, casi insoportable. Ese que nacía desde sus huesos y
La depositó en los asientos traseros de un Audi último modelo y condujo con Alex en el asiento del copiloto.— Marcus, ¿Qué crees que estás haciendo? — preguntó Alex durante el trayecto.— No sé a lo que te refieres.— Lo sabes bien. La forma en la que estás comportándote respecto a esta mujer es…— Alex, estoy bien.— No, no lo estás. Sé que quieres encontrar en ella a tu esposa, pero Sofía está…Antes de que pudiera terminar, Marcus se detuvo en un semáforo de forma un tanto abrupta, y miró a su amigo.— Sí, sé que Sofía está muerta y que nada va a devolverla. Lo sé muy bien. Vivo con eso cada día. No tienes que recordármelo — la forma tan dolorosa en la que se escucharon sus palabras, silenciaron a Alex, y cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás.Sofía escuchó todo con los ojos cerrados, y por un momento, se sintió contrariada.Tras llegar a su destino, en silencio, Marcus bajó del auto y tomó a Sofía en brazos.— Asegúrate de averiguar quién le hizo esto. Va a pagarlo — le di
Sofía llegó a su apartamento aún con la respiración agitada y el corazón retumbando en el pecho. Evelyn la esperaba en la sala, visiblemente alterada al verla entrar. Se levantó de inmediato, sus ojos evaluando cada rincón del rostro de su amiga, deteniéndose en el labio herido y la ceja vendada.— ¿Estás bien? — preguntó, alarmada —. ¿Marcus te descubrió? ¿Sospechó algo?Sofía negó con la cabeza mientras se dejaba caer en el sofá, agotada tanto física como emocionalmente.— No… no sospecha nada — murmuró, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos —. Pero acabo de entrar al mundo de los Blackstone.Los ojos de Evelyn se abrieron de par en par.— ¿Qué hiciste?— Me ofreció trabajo — respondió con voz queda —. Me preguntó en qué era buena… y se lo dije. Me citó para mañana en su oficina. No puedo creer que haya funcionado.Evelyn se sentó junto a ella, tomándole la mano con fuerza.— Tienes que tener cuidado, Sof. Esto que estás haciendo es demasiado peligroso. Ya sabes de lo que esa famil
— ¿Qué diablos significa esto, Marcus? — Ágata se puso de pie de inmediato — No puedes tomar una decisión respecto a la empresa sin consultarnos.— Ágata tiene razón. Todos hemos tenido que pasar por tu aprobación siempre. Es justo que recibamos la misma importancia en cuanto a estas decisiones — intervino Bianca, la cuñada de Marcus, mostrándose evidentemente inconforme.— Nos los reuní para preguntarles si estaban de acuerdo o no con esta decisión, los reuní para que estuvieran al tanto. De resto, no hay nada que creo que se deba discutir aquí.— Tenemos que hablar. Y no te lo estoy pidiendo como tú esposa, sino como accionista del grupo Blackstone — le dijo Ágata, dejando muy en claro quién era ella en vida de Marcus.Sofía no se inmutó. Llevaba años estudiándola, conociendo sus fortalezas y debilidades, y aprovecharía cada una de ellas si llegaba a interponerse en su camino por lograr su objetivo.— De acuerdo, hablaremos, pero no será ahora. Sofía y yo tenemos que ponernos al cor
— Soy una estúpida, Eve, una completa estúpida — fueron las primeras palabras de Sofía al llegar al apartamento que compartía con su mujer amiga. Dejó la bolsa a un lado y se sentó en el sofá, enterrando el rastro entre las manos.Eve dejó lo que estaba haciendo y se acercó a ella.— ¿Por qué dices eso? ¿Pasó algo en ese viaje?Sofía asintió con impotencia.— Tuve esa pesadilla… — Eve sabía de cual hablaba — y él vino.— ¿Marcus?— Sí. Entró a la habitación, me despertó y… me abrazó — sus voz se quebró mientras los ojos se le llenaban de lágrimas — Pero eso no fue lo peor, sino que… le pedí que no me soltara. Como una tonta me aferré a él como si fuera todo lo que tenía.— Ah, Sofi…— ¡¿Qué diablos me pasa?! — exclamó, cruzada por la rabia y la necesidad de querer arrancarse del pecho eso que estaba sintiendo.— Es normal. Es el hombre que... bueno… ya sabes.Sofía negó.— No, es el hombre que me dejó morir — entonces la miró — ¿Entiendes eso? El hombre que se suponía debía protegerme
Capítulo 1. Muerta en vidaEl cielo estaba despejado aquella noche, la ciudad dormía envuelta en luces tenues mientras el auto serpenteaba suave por la carretera. Sofía reía, con la mano sobre su vientre abultado, y la otra entrelazada con la de Marcus. Su mundo entero estaba dentro de aquel auto.De pronto, el móvil de Marcus sonó. Este esbozó una sonrisa al leer el contenido de un mensaje. Sofía entornó los ojos, mirándolo con curiosidad.— ¿Qué? ¿De qué se trata?— Siempre tan curiosa — le dijo, besando el dorso de su mano —. Esperaba poder darte la sorpresa, pero no quiero esperar. He conseguido la casa.Sofía se llevó las manos a la boca y sus ojos brillaron.— ¿Qué? ¿Te refieres a…? — las palabras no pudieron salir de su boca, y Marcus volvió a sonreír.— Sí, mi vida, me refiero a la casa de nuestros sueños.La habían estado tratando de conseguir durante meses, y aunque la competencia con otros compradores era dura, Marcus sabía cuan ilusión le hacía a Sofía tener esa casa, así
Capítulo 2. El fantasma de su esposaDespués de recuperarse, la esperanza de que su hija estuviese viva, bajo el resguardo de los Blackstone, todavía latía en el corazón de Sofía.Fue así como durante semanas, algunos días con sol y otros con lluvia, Sofía frecuentaba bajo las sombras la mansión de los Blackstone. Una fortaleza de oro. Impenetrable, intocable.— Vamos, pequeña… — murmuró para sí misma, esperanzada —. Solo una señal… un gesto. Sé que estás allí. Mamá está esperando por verte.Durante todo ese tiempo, se había escondido entre arbustos, dentro de autos rentados, incluso disfrazada con gafas oscuras y gorra, caminando por la acera opuesta a la mansión. Se sabía los horarios de los guardias, la rutina del jardinero, el momento exacto en el que Marcus salía a correr… pero nunca la niña. Nunca su hija. ¡La hija de sus entrañas!Un día, ya había perdido la cuenta de las horas que había pasado allí, a la espera de algo, de una señal, por muy pequeña que fuera, y como otras tan
Capítulo 3. Sofía finge no ser ella frente a Marcus— ¡Papá! — la voz de la pequeña Camila sacó a Marcus Blackstone de su asombro, y la vio correr hacia él.La atrapó en el aire y la pegó a él con fuerza y desesperación. Sus manos temblaban mientras la examinaba de pies a cabeza, asegurándose de que estuviese entera, sana, a salvo.— ¿Estás bien? ¿Te duele algo?— Estoy bien, papi — le aseguró la pequeña, y Marcus exhaló, frotándose el entrecejo.— Dios, Camila. ¿Por qué te saliste así de la casa, mi amor?— Lo siento, papi, estaba buscando a mami.Marcus frunció el ceño.— ¿Qué?— Sí, ella me llamó. Me dijo que la siguiera, y está aquí, por fin mi mami está aquí.— Sofía, por amor a Dios, ¿de qué… hablas?La dulce niña ensanchó una sonrisa como si no le hubiese dado el susto de su vida.— ¡Sí, papi! ¡Mami está aquí! ¡Mírala! — y señaló a la mujer que aguardaba detrás de ella, con la manos cruzadas frente a sí misma.Marcus alzó el rostro y pasó un trago, incorporándose. Todo lo que s