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Capítulo 3. Sofía finge no ser ella frente a Marcus

Capítulo 3. Sofía finge no ser ella frente a Marcus

— ¡Papá! — la voz de la pequeña Camila sacó a Marcus Blackstone de su asombro, y la vio correr hacia él.

La atrapó en el aire y la pegó a él con fuerza y desesperación. Sus manos temblaban mientras la examinaba de pies a cabeza, asegurándose de que estuviese entera, sana, a salvo.

— ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

— Estoy bien, papi — le aseguró la pequeña, y Marcus exhaló, frotándose el entrecejo.

— Dios, Camila. ¿Por qué te saliste así de la casa, mi amor?

— Lo siento, papi, estaba buscando a mami.

Marcus frunció el ceño.

— ¿Qué?

— Sí, ella me llamó. Me dijo que la siguiera, y está aquí, por fin mi mami está aquí.

— Sofía, por amor a Dios, ¿de qué… hablas?

La dulce niña ensanchó una sonrisa como si no le hubiese dado el susto de su vida.

— ¡Sí, papi! ¡Mami está aquí! ¡Mírala! — y señaló a la mujer que aguardaba detrás de ella, con la manos cruzadas frente a sí misma.

Marcus alzó el rostro y pasó un trago, incorporándose. Todo lo que sabía sobre respirar, se le olvidó en ese momento. Era… imposible. Era… ¡Completamente imposible! ¡No! ¿Cómo? ¡¿Cómo?!

— ¿Sofía? — murmuró, pero fue un susurro temeroso, cargado de dudas, de necesidad… de absurda esperanza.

Sofía, frente a él, por primera vez después de cinco años y luego de haber creído que estaba lista para un día como ese, se deshizo. Se deshizo como no esperó hacerlo. Sus manos comenzaron a sudar, a temblar. Todo de ella reaccionó a la presencia de Marcus Blackstone, ¡su esposo!

Pero como tantas veces lo había practicado, recordó el motivo por el que estaba allí, así que exhaló despacio, y con una expresión serena, controlada… muy controlada, respondió:

— Perdón, ¿nos conocemos?

Marcus sintió que el suelo se abría bajo sus pies, pero negó enseguida. ¿Qué le pasaba?

— Lo siento, te confundí con alguien.

— Y parece que esta pequeña también — dijo con una sonrisa mientras se acuclillaba y acariciaba aquella suave melena dorada. Todavía temblaba y su garganta quería soltar un grito de frustración en ese instante, pues tenía a esa niña que podía ser su hija y ni podía gritarlo con todas sus fuerzas.

La dulce Camila sonrió, mirando aquellos poderosos ojos azules que tenían un brillo igual a los suyos.

Finalmente, Marcus tragó en seco y asintió, aunque sus ojos no parpadeaban.

— Soy Marcus Blackstone. El padre de esta pequeña — dijo, acariciando el cabello de Camila con una mano temblorosa.

La mujer esbozó una sonrisa leve, casi forzada, y asentada.

— Sofía Thorn —respondió —. Un gusto, señor Blackstone.

— Entonces… Sofía, ¿eh?

— Sí, pero no esa Sofía que cree que soy.

Marcus sonrió.

— Lo sé, lo lamento, parece que mi hija no fue la única que se confundió — aunque algo de sí mismo, en lo más profundo, le decía que no, que no estaba confundido.

— No se preocupe, parece esa Sofía es importante para ambos. Me halaga de cierta forma que me confundan con alguien así en sus vidas.

— Lo es, la Sofía de nuestras vidas es muy importante — dijo Marcus sin pensar, y Sofía sintió como si el mundo se detuviese a su alrededor, pero de rabia, de rencor.

¡Mentiroso! Deseó gritarle.

Después de largos segundos de silencio, Marcus se giró a la puerta y llamó a una empleada, pidiéndole que se llevara a Camila.

— ¡Pero papi, quiero quedarme con ella! — se quejó Camila, abrazando a Sofía por la cintura.

Sofía sintió esa conexión otra vez, y ahogó un jadeo sin poder evitarlo.

— Camila, mi amor, obedece.

— ¡Pero papi…!

— Cariño, tienes que entrar. Se una buena niña y haz lo que dice tu papis, ¿de acuerdo? — le dijo Sofía, aunque en el fondo no quería despegarse de ella, de lo que le hacía sentir.

Resignada, la pequeña asintió, dejando a Marcus y Sofía solos.

— Es increíble lo rápido que la convenciste, a veces suele ser muy terca — justo como su madre.

— En cambio a mí me pareció una niña encantadora. ¿Cuántos años tiene?

— Cinco.

Sofía se llevó las manos al vientre. Justo ese era el tiempo que había pasado desde que le arrebataron a la hija de sus entrañas. A esa hija que podía ser Camila. ¡Dios, su hija!

— Es hermosa — dijo con la voz de pronto rota.

— Lo es, y es la luz de mis ojos. Si algo le hubiese pasado… estaría muerto en vida. Gracias al cielo estuviste cerca. En serio, Sofía, gracias por cuidar a mi hija.

Sofía apretó los puños. Muerta en vida estuvo ella durante esos años. ¡Él no tenía idea de lo que era vivir así!

— No fue nada que no haría cualquier ser humano — le dijo ella —. Vi como un auto venía ella y actué por instinto.

— ¿Un auto? ¿Iban a atropellarla?

— No pasó a mayores.

Marcus exhaló, negando con la cabeza.

— Dios, con más razón. ¿Cómo puedo compensarte por esto? Lo que necesites. ¿Cómo puedo agradecerte?

Sofía negó.

— No hay nada que debas agradecer.

— Permíteme pensar lo contrario. De no haber aparecido, la historia ahora sería distinta. Lo que te dije ahora es cierto, Camila es el motor de mi vida.

— No tiene que compensarme, señor Blackstone. Su hija es una niña maravillosa. Y… si soy honesta, por un momento, me habría encantado tener una hija como ella. Pero no es necesario ningún pago. Solo asegúrese de cuidarla. Siempre.

Las palabras se clavaron en el pecho de Marcus.

— Por favor — insistió, sacando una tarjeta de su bolsillo —. Si en algún momento necesita algo, lo que sea… un favor, ayuda… puede llamarme. Cualquier cosa.

Sofía dudó por un segundo. Luego tomó la tarjeta con delicadeza.

— Gracias… — dijo, guardándola en su abrigo—. Lo tendré en cuenta.

Y con un último cruce de miradas que quemaba en lo más profundo, se dio la vuelta y se alejó calle abajo, con el corazón latiéndole como un tambor en los oídos.

Marcus se quedó en silencio.

El aire alrededor de él ya no se sentía igual.

Era como si el pasado hubiera cruzado la puerta del presente.

Y él, por primera vez en años…

No supo en qué realidad estaba parado.

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