Capítulo 1. Muerta en vida
El cielo estaba despejado aquella noche, la ciudad dormía envuelta en luces tenues mientras el auto serpenteaba suave por la carretera. Sofía reía, con la mano sobre su vientre abultado, y la otra entrelazada con la de Marcus. Su mundo entero estaba dentro de aquel auto. De pronto, el móvil de Marcus sonó. Este esbozó una sonrisa al leer el contenido de un mensaje. Sofía entornó los ojos, mirándolo con curiosidad. — ¿Qué? ¿De qué se trata? — Siempre tan curiosa — le dijo, besando el dorso de su mano —. Esperaba poder darte la sorpresa, pero no quiero esperar. He conseguido la casa. Sofía se llevó las manos a la boca y sus ojos brillaron. — ¿Qué? ¿Te refieres a…? — las palabras no pudieron salir de su boca, y Marcus volvió a sonreír. — Sí, mi vida, me refiero a la casa de nuestros sueños. La habían estado tratando de conseguir durante meses, y aunque la competencia con otros compradores era dura, Marcus sabía cuan ilusión le hacía a Sofía tener esa casa, así que puso sobre la mesa un precio insuperable y logró conseguirla. Los sueños de ambos estaban a punto de hacerse realidad… o de destruirse, pues en ese momento, la felicidad del joven matrimonio se vio empañada, y antes de que pudieran reaccionar, fueron embestidos por la fuerza del caos. Un destello. Un grito. Un impacto seco… la oscuridad. Horas más tarde… La luz era blanca. Fría. Sofía parpadeó varias veces, sintiendo que su cuerpo no le respondía. El aire olía a desinfectante y algo en su interior dolía más allá del físico. Trató de moverse, y al llevar las manos a su vientre, lo encontró plano, vacío. Su pulso se detuvo. — ¿Mi bebé? — susurró con la voz hecha polvo, asustada —. ¡Mi bebé! Al abrir los ojos, vio como una figura se acercaba a ella. Se trataba de Helena Blackstone, su suegra. — Hola, Sofía. — ¿Dónde está Marcus? ¿Dónde… está mi hija? — Tu hijo — le dijo su concuñada, quien apareció de pronto, cruzada de brazos junto a su marido —. Era un niño. Y no sobrevivió. — ¿Qué…? — Sofía sintió cómo el mundo se derrumbaba —. No… no, eso no es posible. ¡No! — Tienes que escuchar, Sofía — dijo su suegra —. Marcus no quiere verte. No después de lo que hiciste. — ¿De qué habla? Su cuñado sacó una carpeta. Fotos. Documentos. Videos en un portátil. Todos apuntaban a lo mismo: a ella. Robando. Chantajeando. Traicionando. — Esto… esto es mentira. ¡No es real! — Está a tu nombre, Sofía. Las pruebas son claras. Puedes irte… o enfrentarte a la cárcel —dijo la voz de su suegra, tan firme como una sentencia de muerte. — ¡Quiero ver a Marcus! ¡Él no creerá esto! ¡Marcus! — gritó, luchando por incorporarse. — ¡Entiende, Sofía! ¡Marcus ya no quiere saber de ti! Puedes gritar todo lo que quieras, pero él ya no está aquí. Logró salir ileso y está en casa. Los ojos de Sofía se llenaron de lágrimas. — No, Marcus no me haría algo así. ¡Lo conozco! ¡Él…! — Él ya sabe la clase de mujer que eres y ha decidido desterrarte, así que si no quieres ir a la cárcel, toma nuestro último acto de bondad hacia ti y vete, vete muy lejos. Sofía se negaba a creer que algo así estuviese sucediente. No. no, se negaba. ¡Marcus! ¡Su hija! ¡Su bebé! ¡Nada era cierto! — ¡No les creo! ¡Ustedes nunca me han aceptado! ¡Esto… esto es un vil engaño! ¡Marcus jamás creería esto y mi hija… mi hija tiene que estar viva! — dijo con la voz desgarrada, asustada por la sola posibilidad de que estuviesen diciendo la verdad —. Tengo que hablar con Marcus. ¡Marcus! ¡Marcus! Pero no hubo respuesta. Solo una enfermera entrando en la habitación con una jeringa en mano. Se acercó a ella. — ¿Qué… qué están haciendo? ¡No! ¡No! ¡Déjen…! Su visión se tornó borrosa. Y luego, oscuridad otra vez. Cuando Sofía despertó, no reconoció nada a su alrededor. El techo era distinto. Las sábanas que la cubrían eran suaves y tenían un ligero aroma a fresco. Tampoco olía a hospital, sino a hogar, a cierta calidez. Cables conectados a su cuerpo. Un pitido suave de máquinas. Y una silueta sentada junto a la cama, llorando. — ¿Eve…? — susurró. — Sofía… Dios mío, por fin — la voz de su mejor amiga se quebró —. Creí que no ibas a despertar nunca. — ¿Dónde estoy? ¿Dónde está Marcus? Evelyn bajó la mirada. Tomó aire. — Tu suegra te sacó de la clínica. Dijeron que no podían seguir costeando tu estadía. Te dejaron. Después, no se como lo consiguieron, pero… dijeron que estabas… muerta. Yo te traje aquí. El profesor Clark pagó tus gastos. Sofía parpadeó, atónita. — ¿Muerta…? — Esa familia, Sof, ellos… ensuciaron tu nombre. Ahora mismo, para el mundo entero, no solo estás muerta, sino que tu imagen quedó manchada. Te acusan de… haber robado la empresa de los Blackstone De pronto recordó. — Todo eso es una mentira. Yo no… — Lo sé, Sof, lo sé. Pero los Blackstone se encargaron de manchar tu reputación. Sofía sintió que devolvería el estómago en cualquier momento. — ¿Y Marcus? ¿En donde está? ¿Ya sabe que estoy aquí? — quiso saber, pero Eve bajó la mirada. Sofía la conocía muy bien. Sabía cuando intentaba ocultarle algo — ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Eve…? — Ah, Sof, no sé… cómo decirte esto. Sofía frunció el ceño. — ¿Decirme qué? — Marcus… él… se casa hoy. Se casa con otra. Sofía rio como si hubiese escuchado un chiste. — ¿De qué hablas, Eve? Yo soy la esposa de Marcus. Eve torció el gesto. — Ya no, Sofía. Para el mundo entero estás muerta. Estas semanas han sido… — ¿Semanas? — interrumpió Sofía, alertada — ¿Cuánto tiempo ha pasado? — Casi dos meses. Estuviste en coma por… casi dos meses. Sofía ahogó un jadeo, y sintió cómo si su corazón se hubiese detenido de súbito. Negó con la cabeza. — Esto no puede ser cierto. Nada de esto… lo es — se negaba rotundamente. Su vida no había podido cambiar de esa forma tan drástica después del accidente. Eve, al notar que su amiga se negaba a enfrentar la realidad, le mostró las noticias de esas últimas semanas. Cuando la declararon por muerta. Las palabras de los Blackstone frente a la cámara. El duelo. El silencio de Marcus ante las preguntas. El compromiso. La… ceremonia que se llevaría a cabo ese mismo día. Todo parecía una pesadilla. — Eso no puede ser cierto… — susurró, con lágrimas ardiendo en sus mejillas —. Él me amaba. ¡Nos amábamos! ¡Íbamos a tener una hija! — Era un niño, Sof. Eso dijeron… Pero algo se encendió dentro de ella. Un fuego, una corazonada. Un instinto que gritaba lo contrario. — No… Era una niña. Lo sentía. Lo sabía. Y ella está viva. Evelyn… ellos me la arrebataron. — Sof… — No, no intentes convencerme de lo contrario. ¡Yo lo sé! ¡Yo sé que di a luz a una niña! ¡Y que ellos… los Blackstone, la tienen! Y Marcus… Marcus tiene que saber que estoy aquí. Seguro esa boda también es una farsa de esa familia. — Sof, no lo creo. No quería mostrarte esto tan pronto, pero… — dijo, mientras revelaba la noticia de aquella boda en la tablet —. En todos los portales se está hablando de esto. En ese momento, el alma de Sofía cayó al suelo, creyendo que moriría, que ahora de verdad lo haría. Pero se borró las lágrimas con desesperación y se incorporó lentamente. — Sofi, ¿a dónde vas? — Tomaré una ducha — dijo en un tono apenas audible, pero cargada de emociones apagadas. Eve suspiró y negó con la cabeza, preocupada por el destello de odio y rabia que inundaron los ojos de su amiga. Y es que a partir de ese día, Sofía no iba a volver a ser la misma.Capítulo 2. El fantasma de su esposaDespués de recuperarse, la esperanza de que su hija estuviese viva, bajo el resguardo de los Blackstone, todavía latía en el corazón de Sofía.Fue así como durante semanas, algunos días con sol y otros con lluvia, Sofía frecuentaba bajo las sombras la mansión de los Blackstone. Una fortaleza de oro. Impenetrable, intocable.— Vamos, pequeña… — murmuró para sí misma, esperanzada —. Solo una señal… un gesto. Sé que estás allí. Mamá está esperando por verte.Durante todo ese tiempo, se había escondido entre arbustos, dentro de autos rentados, incluso disfrazada con gafas oscuras y gorra, caminando por la acera opuesta a la mansión. Se sabía los horarios de los guardias, la rutina del jardinero, el momento exacto en el que Marcus salía a correr… pero nunca la niña. Nunca su hija. ¡La hija de sus entrañas!Un día, ya había perdido la cuenta de las horas que había pasado allí, a la espera de algo, de una señal, por muy pequeña que fuera, y como otras tan
Capítulo 3. Sofía finge no ser ella frente a Marcus— ¡Papá! — la voz de la pequeña Camila sacó a Marcus Blackstone de su asombro, y la vio correr hacia él.La atrapó en el aire y la pegó a él con fuerza y desesperación. Sus manos temblaban mientras la examinaba de pies a cabeza, asegurándose de que estuviese entera, sana, a salvo.— ¿Estás bien? ¿Te duele algo?— Estoy bien, papi — le aseguró la pequeña, y Marcus exhaló, frotándose el entrecejo.— Dios, Camila. ¿Por qué te saliste así de la casa, mi amor?— Lo siento, papi, estaba buscando a mami.Marcus frunció el ceño.— ¿Qué?— Sí, ella me llamó. Me dijo que la siguiera, y está aquí, por fin mi mami está aquí.— Sofía, por amor a Dios, ¿de qué… hablas?La dulce niña ensanchó una sonrisa como si no le hubiese dado el susto de su vida.— ¡Sí, papi! ¡Mami está aquí! ¡Mírala! — y señaló a la mujer que aguardaba detrás de ella, con la manos cruzadas frente a sí misma.Marcus alzó el rostro y pasó un trago, incorporándose. Todo lo que s
Capítulo 4. Destruir el mundo de los Blackstone como un castillo de arenaGrupo Blackstone. Manhattan, New York.— ¿Estás escuchándome, Alex?Marcus apretó los dientes mientras caminaba por su despacho, con el ceño fruncido y la tarjeta en la mano. La misma tarjeta que él mismo había entregado aquella mañana a la mujer que lo tenía al borde del abismo.— Tenía sus mismos ojos… su misma forma de mirar — murmuró —. Y el mismo nombre.Su mejor amigo, Alex Bennett, lo observaba desde el sillón frente al escritorio, brazos cruzados, con una expresión de preocupación.— Marcus… ya hemos hablado de esto. Sofía murió.— No lo entiendes.— A ver, esta mujer, ¿te dijo que era Sofía? ¿Tu Sofía?— Obviamente no, pero…— Entonces ya está, Marcus. Las personas se parecen, pero es todo.— No estoy diciendo que esa mujer sea Sofía. Estoy diciendo que… algo vi en ella. Que la forma en que apareció, el momento, cómo salvó a Camila. Era como si el destino me la estuviera poniendo frente otra vez.Alex n
Llevaba esa última semana en silencio, oculta desde el otro extremo de la banqueta, a veces tras el parabrisas empañado de su auto, otras sentada en la banqueta cubierta por gafas de sol o alguna revista. Siempre ahí, siempre a la misma hora.Entonces la veía.A Camila. A esa dulce niña que su pecho susurraba desde lo más profundo que era suya, que era su hija.Cabello dorado y rizos suaves cayendo como espirales sobre sus hombros. Ojos grandes, expresivos, con la chispa viva que Sofía casi conocía como suya. Sus mejillas redondas, sonrojadas. La forma en la que fruncía el ceño cuando el sol le daba a la cara. Todo de ella resultaba familiar. Dolorosamente familiar, y eso era lo que más la consumía.Sofía tragaba saliva cada vez que la veía ser llevada por una institutriz, anhelando con todo su ser poder ser ella.Cuando la veía finalmente marcharse, y que no volvería a verla el resto del día, venía el aguijonazo, el dolor profundo, casi insoportable. Ese que nacía desde sus huesos y
La depositó en los asientos traseros de un Audi último modelo y condujo con Alex en el asiento del copiloto.— Marcus, ¿Qué crees que estás haciendo? — preguntó Alex durante el trayecto.— No sé a lo que te refieres.— Lo sabes bien. La forma en la que estás comportándote respecto a esta mujer es…— Alex, estoy bien.— No, no lo estás. Sé que quieres encontrar en ella a tu esposa, pero Sofía está…Antes de que pudiera terminar, Marcus se detuvo en un semáforo de forma un tanto abrupta, y miró a su amigo.— Sí, sé que Sofía está muerta y que nada va a devolverla. Lo sé muy bien. Vivo con eso cada día. No tienes que recordármelo — la forma tan dolorosa en la que se escucharon sus palabras, silenciaron a Alex, y cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás.Sofía escuchó todo con los ojos cerrados, y por un momento, se sintió contrariada.Tras llegar a su destino, en silencio, Marcus bajó del auto y tomó a Sofía en brazos.— Asegúrate de averiguar quién le hizo esto. Va a pagarlo — le di
Sofía llegó a su apartamento aún con la respiración agitada y el corazón retumbando en el pecho. Evelyn la esperaba en la sala, visiblemente alterada al verla entrar. Se levantó de inmediato, sus ojos evaluando cada rincón del rostro de su amiga, deteniéndose en el labio herido y la ceja vendada.— ¿Estás bien? — preguntó, alarmada —. ¿Marcus te descubrió? ¿Sospechó algo?Sofía negó con la cabeza mientras se dejaba caer en el sofá, agotada tanto física como emocionalmente.— No… no sospecha nada — murmuró, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos —. Pero acabo de entrar al mundo de los Blackstone.Los ojos de Evelyn se abrieron de par en par.— ¿Qué hiciste?— Me ofreció trabajo — respondió con voz queda —. Me preguntó en qué era buena… y se lo dije. Me citó para mañana en su oficina. No puedo creer que haya funcionado.Evelyn se sentó junto a ella, tomándole la mano con fuerza.— Tienes que tener cuidado, Sof. Esto que estás haciendo es demasiado peligroso. Ya sabes de lo que esa famil
— ¿Qué diablos significa esto, Marcus? — Ágata se puso de pie de inmediato — No puedes tomar una decisión respecto a la empresa sin consultarnos.— Ágata tiene razón. Todos hemos tenido que pasar por tu aprobación siempre. Es justo que recibamos la misma importancia en cuanto a estas decisiones — intervino Bianca, la cuñada de Marcus, mostrándose evidentemente inconforme.— Nos los reuní para preguntarles si estaban de acuerdo o no con esta decisión, los reuní para que estuvieran al tanto. De resto, no hay nada que creo que se deba discutir aquí.— Tenemos que hablar. Y no te lo estoy pidiendo como tú esposa, sino como accionista del grupo Blackstone — le dijo Ágata, dejando muy en claro quién era ella en vida de Marcus.Sofía no se inmutó. Llevaba años estudiándola, conociendo sus fortalezas y debilidades, y aprovecharía cada una de ellas si llegaba a interponerse en su camino por lograr su objetivo.— De acuerdo, hablaremos, pero no será ahora. Sofía y yo tenemos que ponernos al cor
— Soy una estúpida, Eve, una completa estúpida — fueron las primeras palabras de Sofía al llegar al apartamento que compartía con su mujer amiga. Dejó la bolsa a un lado y se sentó en el sofá, enterrando el rastro entre las manos.Eve dejó lo que estaba haciendo y se acercó a ella.— ¿Por qué dices eso? ¿Pasó algo en ese viaje?Sofía asintió con impotencia.— Tuve esa pesadilla… — Eve sabía de cual hablaba — y él vino.— ¿Marcus?— Sí. Entró a la habitación, me despertó y… me abrazó — sus voz se quebró mientras los ojos se le llenaban de lágrimas — Pero eso no fue lo peor, sino que… le pedí que no me soltara. Como una tonta me aferré a él como si fuera todo lo que tenía.— Ah, Sofi…— ¡¿Qué diablos me pasa?! — exclamó, cruzada por la rabia y la necesidad de querer arrancarse del pecho eso que estaba sintiendo.— Es normal. Es el hombre que... bueno… ya sabes.Sofía negó.— No, es el hombre que me dejó morir — entonces la miró — ¿Entiendes eso? El hombre que se suponía debía protegerme