NECESITO IRME

El camino de regreso a su casa fue eterno para ella, sentía que el dolor había comenzado a consumirla, que la angustia la ahogaba, quería detenerse, bajarse del taxi y gritar, gritar todo lo que pudiese hasta perder la voz, hasta desmayarse y nunca volver a despertar.

Era un dolor tan grande que difícilmente podría ser puesto en palabras, no, no podía expresarlo, solo sabía que respirar dolía, caminar dolía, vivir dolía.

En cuanto llego, agradeció de que la casa siguiese sola. Entró a su cuarto y lanzó su cartera al suelo, arrojó a lo lejos sus gafas, se acurrucó en su cama trayendo hacia ella los peluches que Mateo le había dado, sosteniendo a Theo contra su pecho mientras el anillo de compromiso brillaba en su dedo.

Comenzó a gritar de dolor, gritos que solo eran ahogados por el peluche, lloró y gritó sin control, sintiendo como su garganta era desgarrada por el dolor.

—¡Dios mío, no!— sollozaba. ¿Por qué Mateo le hacía aquello? Él sabía que le había costado mucho creer en él, darle
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