Emely, se levantó muy temprano aquella mañana, después de hacer los ajustes para su ausencia de aquellos tres días, preparó un pequeño bolso, si, Bruno le había dicho que no necesitaría prendas de vestir, pero, no estaba segura si creer o no. ¿A dónde la llevaría?, ¿La montaña, el mar, fuera de la ciudad, al campo? No lo sabía y aquello le gustaba, esa sensación de tener que confiar sólo en él.A las ocho en punto la bocina de la motocicleta sonó y su madre llamó a la habitación para informarle que Bruno esperaba por ella, se despidió asegurándoles a su madre que estaría bien y que no debía preocuparse, serían unas pequeñas vacaciones junto a Bruno. Elena, les dio la bendición asegurándoles que tuviesen cuidado. Emely, había trenzado su cabello para evitar que se enredará con la brisa, después de darle un caluroso beso matutino, se puso el casco y subió a la motocicleta, abrazándolo con fuerza.—¿No me dirás a dónde vamos?— le preguntó, metiendo sus manos bajo la camiseta de él y aca
Pasaron el resto del día en medio de abrazos y besos, sin llegar a más. Por la tarde después de comer, decidieron dormir un poco en una hamaca que estaba en el porche, tener la brisa marina y el sonido de las olas arrullándolos les otorgó un delicioso descanso.Cuando ya comenzaba a bajar el sol, Emely, sugirió ir a bañarse.—Llevemos una manta— dijo Bruno, y Emely asintió, corrió por la arena, como una niña feliz, sintiendo como sus pies se hundían. Cuando él llegó con ella hasta la orilla, extendió la manta sobre la arena.—Iré a bañarme— comenzó a deshacerse de sus escasas prendas—¿Vienes?— le preguntó sonriendo.—No por ahora, mi amor— le sonrió— prefiero deleitarme con las vistas— recorrió con lascivia el femenino cuerpo desnudo— Tengo una prometida muy ardiente. Prefiero mirar un poco— sonrió con picardía.—Bien— se encogió de hombros— entonces iré a tomar un refrescante baño— ella se sumergió en las profundidades cristalinas, permitiendo a las salinas aguas engullir su cuerpo,
Aquella sería la última noche en aquel idílico lugar, sus pieles estaban bronceadas por las horas al sol, satisfechos de poder compartir momentos como ese. Emely, agradecía al cielo, por qué en ese momento tenía todo lo que alguna vez había deseado; un buen hombre, trabajador, que la amara, que apoyara sus proyectos y la impulsara a crecer, un hombre para el cuál era importante. Él no sólo decía amarla, sino que lo demostraba con cada detalle, levantándose primero para prepararle el desayuno, escuchándola hablar de sus futuros proyectos, asegurándole que juntos podrían lograr cualquier cosa que se propusieran, estrechándola por horas contra su pecho para darle su calor.No sólo se había superado profesionalmente; tenía su restaurante y disfrutaba cocinar para sus comensales, sino que gracias a Bruno, había vencido el mayor de sus miedos; el temor de volver a enamorarse.Se movió, depositando un beso en su pecho, y él tiró de las sábanas para cubrir sus desnudos cuerpos, que estaban de
Mateo, tomó una larga ducha, intentando calmar sus pensamientos y emociones.Matrimonio.¿Cómo era posible que Bruno le hubiese pedido matrimonio a Emely?No había ninguna clase de respeto, no solo se revolcaban a sus anchas, no sólo se iban todo un fin de semana solos, sino que aparecían con semejante noticia.¿Cómo podría controlar esto que estaba sintiendo?No era justo con Denisse, lo sabía, sin embargo no podía evitarlo. Habían pasado muchos años, pero su amor frustrado por Emely seguía allí, latente. Había sido un completo idiota con ella, la había lastimado de aquella manera tan vil y desagradable, se había comportado como un idiota, un completo canalla y todo. . . por miedo. Si, el miedo le había ganado, miedo a enfrentar el compromiso que había adquirido, miedo de ese deseo de progreso que tenía Emely, esas ganas de no detenerse, esas metas tan avariciosas, esas ganas de avanzar, de superarse, lo hacían sentir tan minúsculo frente a ella y sus anhelos, se sentía insignificant
Su celular timbró anunciando una llamada, lo tomó y al observar la pantalla sonrió feliz.—Buenos días, mi amor— dijo en tono dulce— que delicioso es comenzar el día con una llamada tuya.—Más delicioso todavía sería despertar en la misma cama, no veo la hora que llegue ese día, mi amor. . .Después de una larga charla matutina con Emely, y de recordarle al menos cinco veces lo mucho que la amaba, Bruno, se marchó al trabajo, ella le aseguró que se escaparía para verlo durante la hora de almuerzo y así llevarle una comida deliciosa, como siempre, Emely había cumplido a su promesa y habían almorzado juntos, luego ella subió a su auto y volvió al trabajo.Por la tarde todo marchaba normalmente, despedía a un nuevo cliente satisfecho cuándo sucedió lo que ya no creía posible. Decidió que debía afrontar la situación con tranquilidad y no generar más tensión de la que ya existía.Alexa, apareció en el taller, no podía creerlo, gracias a Dios Emely, ya se había marchado, no quería un nuevo
Emely, llegó a casa completamente agotada, decidió terminar su turno temprano e ir a casa para descansar un poco, lo necesitaba, aquel día le dolía mucho la cabeza y necesitaba tomar medicina para poder dormir, ya que la migraña de a poco, se estaba haciendo un lugar en su cabeza.La casa estaba vacía y en absoluto silencio, aquello era bueno e internamente lo agradeció, era justo lo que necesitaba en aquel momento, decidió que podría dormir un poco, no alcanzó a conciliar el sueño ya que el sonido del timbre inundó toda la casa.—No puede ser cierto— dijo frustrada, mientras se sentaba en la cama, sintiendo un poco de molestia, se levantó saliendo de la habitación y encaminándose a la entrada.Necesitaba dormir y todo parecía perfecto hasta la llegada de aquella inesperada visita, solo rogaba porque fuese algo rápido y pudiese volver a la cama si preocupaciones.Su humor no estaba destinado a mejorar.En cuánto abrió la puerta principal, rodó los ojos e intentó volver a cerrarla, per
Alexa, observó la botella frente a ella, sentada en la mesa de su sala, contemplaba a la botella de licor que ya no contenía más de un vaso, la músico sonaba alta y estridente en aquel lugar, mientras las lágrimas limpiaban sus mejillas.Que costumbre tan tenaz del ser humano colocar sal en la herida, sabía que escuchar música y beber no haría más que intensificar su dolor, aún así, no podía dejar de hacerlo. De hecho, lo hacía diariamente, como colocando limón constantemente en aquella herida abierta, impidiéndole curar.Era infeliz.Infeliz como nunca antes. Se sentía más sola que nunca, hundida en una miseria y una depresión de la que no sabía si sería capaz salir, aquel estado se parecía mucho al que había caído cuando el médico le había anunciado que gracias a problemas en su matriz, jamás podría concebir.Aquello la había devastado emocionalmente, porque sabía que Bruno lo que más deseaba era un hijo, no había podido disfrutar muy bien del nacimiento y crecimiento de Luciana, po
Aquellos dos meses de matrimonio habían sido los mejores de toda su vida, estaba viviendo la vida que siempre había soñado, con un esposo amable, atento y cariñoso que la amaba y la hacía sentir tan única y tan especial, una hija dulce y buena, los tres conformaban un equipo maravilloso.Lo único que lamentaba era que no habían podido librarse realmente de Alexa, quién había llegado hasta la casa en un par de ocasiones, y hasta el taller de Román , también había ido, sus visitas terminaban siempre igual; gritos, insultos, amenazas y mucho odio.Había llegado maldiciendo de que nadie le había avisado la fecha de la boda, y por estar desinformada no había podido impedirla. No sabían qué hacer para mantener al margen a esa mujer.Luciana, Bruno y Emely, llevaban un par de días en el primer piso con Liliana, ya que Emely, había propuesto unas pequeñas modificaciones en la casa para cambiar de ambiente y energías, como siempre Bruno la había complacido asegurando que podría hacer todos los