SEAMOS FELICES.

Pasaron el resto del día en medio de abrazos y besos, sin llegar a más. Por la tarde después de comer, decidieron dormir un poco en una hamaca que estaba en el porche, tener la brisa marina y el sonido de las olas arrullándolos les otorgó un delicioso descanso.

Cuando ya comenzaba a bajar el sol, Emely, sugirió ir a bañarse.

—Llevemos una manta— dijo Bruno, y Emely asintió, corrió por la arena, como una niña feliz, sintiendo como sus pies se hundían. Cuando él llegó con ella hasta la orilla, extendió la manta sobre la arena.

—Iré a bañarme— comenzó a deshacerse de sus escasas prendas—¿Vienes?— le preguntó sonriendo.

—No por ahora, mi amor— le sonrió— prefiero deleitarme con las vistas— recorrió con lascivia el femenino cuerpo desnudo— Tengo una prometida muy ardiente. Prefiero mirar un poco— sonrió con picardía.

—Bien— se encogió de hombros— entonces iré a tomar un refrescante baño— ella se sumergió en las profundidades cristalinas, permitiendo a las salinas aguas engullir su cuerpo,
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