El sol brilla intensamente sobre la piscina, reflejándose en el agua cristalina y creando destellos que iluminan el ambiente. Thalia, junto a otras modelos, se encuentra en medio de una sesión de fotos. Todas lucen trajes de baño elegantes y posan con gracia bajo las indicaciones del fotógrafo, mientras la cámara captura cada ángulo perfecto.Después de una serie de tomas, el director de la sesión da la orden de descanso. Las modelos se dispersan por el área, algunas buscando sombra, otras acercándose a la mesa con bebidas para refrescarse. Thalia se dirige hacia un rincón más apartado junto con dos de sus amigas más cercanas, buscando un respiro lejos de la multitud, pero principalmente, lejos de la intensa mirada de ese idiota prepotente que se hace llamar su escolta.Mientras tanto, Kendra Rossi, una de las personas que Thalia más odia en su vida se acerca al ellas mientras bebe de su botella de agua. Con una sonrisa coqueta en los labios, lanza una mirada hacia la zona de descanso
Thalia se encuentra en su habitación, observando su reflejo en el espejo mientras da los últimos toques a su maquillaje. Es viernes por la noche, y después de una semana agotadora de pautas y examenes, tiene planes de ir a la discoteca con sus compañeras de la universidad. Al levantarse, observa su reflejo en el espejo de cuerpo entero.Su cuerpo luce un vestido corto y brillante de color azul, que resalta su figura sin cruzar la línea hacia lo vulgar. El tejido centellea bajo la luz, reflejando destellos sutiles cada vez que se mueve. El vestido, de tirantes finos y escote discreto, cae suavemente sobre sus curvas, llegando apenas a medio muslo, lo que le da un aire juvenil y sofisticado. Mientras, su cabello rubio y largo se encuentra en una media cola semi descuidad.Satisfecha con su apariencia, Thalia toma su bolso y sale de la habitación. Al bajar las escaleras de la mansión, el eco de sus tacones sobre el mármol, rompe con el silencio. Al llegar al vestíbulo, se encuentra con D
Han pasado cuatro semanas desde que Leonardo se convierte en el guardaespaldas de Thalia. Lo que al principio parecía una tarea sencilla —aun cuando la modelo busca las maneras de complicarlo— pronto terminó convirtiéndose en un viaje de descubrimiento sobre la verdadera naturaleza de la rubia que cada mañana lo recibe con indiferencia y desdén. Thalia es, sin duda, un enigma que Leonardo empieza a desear descifrar, y aunque la relación entre ambos es mayormente tensa, él ha aprendido algunas verdades sobre ella que jamás habría esperado de una persona que se muestra como alguien mimada y totalmente alejada de la realidad.La primera de esas verdades es que, detrás de esa fachada de niña malcriada e inmensamente caprichosa. En realidad, Thalia posee un corazón noble y compasivo. Aunque siempre intenta mantener una apariencia de despreocupación, es evidente para Leonardo que su afecto por su hermano, Alessandro, es profundo e incondicional. Su hermano menor es su mundo, y cualquier cos
Al entrar en la casa, Thalia no puede evitar notar las maletas cuidadosamente alineadas junto a la entrada. Un suspiro ligero se escapa de los labios de Thalia mientras se detiene un momento frente a ellas, sabe bien lo que esas maltas significan. Al levantar la vista, ve a Donatella cruzando el salón con esa aura tan dominante que la caracteriza.—¿Te vas otra vez? —pregunta, tratando de sonar desinteresada, pero con un deje de genuino interés en su voz.—Estaré fuera por seis meses. Es por negocios —responde Donatella, sin girarse del todo, ocupada en revisar su celular.Thalia asiente lentamente, al parecer, tendrá otra larga temporada de soledad. No es la primera vez que sucede y, probablemente, no será la última—Está bien —responde sin más, sin querer profundizar en el tema. A estas alturas, ya está acostumbrada a las largas ausencias de Donatella.—¿Cómo va la campaña? —pregunta su madre, cambiando el tono a uno más empresarial, mostrando el interés que nunca falta cuando se tr
La música en el yate está a todo lo que da el volumen, no hay un rincón del lujoso barco donde no esté resonando mientras las risas y los gritos de los invitados llenan el aire cálido de la noche. El ambiente es vibrante, caótico, cargado de esa energía que solo el exceso del dinero puede brindar. Desde una esquina, Leonardo observa todo con sus ojos oscuros y alerta, pero su principal enfoque es Thalía. La rubia se encuentra en el centro de la pista, bebiendo sin control, una copa de licor tras otra. Su risa suena más fuerte que de costumbre, y su mirada está vidriosa, pero el brillo que emite es por el alcohol en su sistema, no porque proyecte la felicidad que ella muestra. Leonardo sabe que esta será una noche larga, y la perspectiva de cómo se desarrolla no le agrada en absoluto.Cerca de las once de la noche, el inmenso yate comienza a zarpar, alejándose lentamente del puerto hacia aguas más profundas. Mientras se mueve, la fiesta parece intensificarse. Las luces de neón parpadea
Cuando la puerta del camarote se abre, ambos cuerpos entran a tropezones, sin ver por dónde van o sin importarles siquiera. Las manos que antes tomaban sus caderas con fuerza, ahora se mueven sobre su cuerpo con libertad, buscando más allá de lo que la ropa permite ver.Separándose por un momento, Thalía cierra la puerta del camarote detrás de ella, tambaleándose mientras el mundo a su alrededor parece desdibujarse a causa del alcohol. Sus manos tiemblan ligeramente cuando se apoya en la pared, intentando mantener el equilibrio. El hombre que la sigue no es realmente su novio, es solo alguien cuyo nombre no logra recordar. Al girarse y encararlo puede ver como la mira con una sonrisa confiada, como si ya supiera que todo saldrá a su favor. Thalía deja que sus ojos recorran la pequeña habitación, puede que esté bajo los efectos del alcohol, pero eso no la hace inconsciente de lo que está a punto de suceder, tal vez por eso se forma el nudo en su estómago.Él se acerca más, volviendo a
La suave brisa se filtra por las ventanas del camarote, una brisa que normalmente sería refrescante, pero en ese momento, todo lo que rodea a Thalía parece abrumador. El eco de sus pasos y el golpeteo de las olas contra el yate se pierden en el ritmo acelerado de su corazón. Los brazos de Leonardo, fuertes y seguros, la cargan como si fuera lo más frágil del mundo, pero también lo más preciado. El calor de su cuerpo contrasta con la frialdad del aire, y con la de su propio cuerpo. Aunque se siente a salvo en los brazos de Leonardo, el peso de la vergüenza y el miedo la aplastan por dentro.Leonardo la lleva al camarote como si fuera una princesa, con sus brazos firmes alrededor de su cuerpo, y en ningún momento vacila en su andar. Los asistentes de la fiesta se apartan a su paso sin que él preste atención. Entra al cuarto con un porte decidido, sus pasos resonando en el espacio, llenándolo con su presencia. Se acerca a la cama con cuidado y, sin hacer un solo movimiento brusco, la dep
Bianca deja escapar un suspiro bajo mientras entra en la cocina, y coloca la charola con la comida intacta sobre la mesa de manera casi automática. Leonardo, sentado al extremo de la mesa, nota el gesto de inmediato. La escena se ha vuelto común en los últimos días, un ciclo que se repite en cada hora de comida. Bianca sirve los platos, se lleva la charola y esta regresa igual que como salió de la cocina: sin haber sido tocada.Sus ojos se detienen en la charola por un momento, observando los platos bien presentados, y luego se posan sobre Bianca, quien parece agotada.—¿Otra vez? —pregunta Damiano en un tono bajo y tranquilo, sin dejar de darle importancia a su comida.Bianca asiente lentamente, dejando ver el cansancio en su rostro.—Hoy realmente no ha comido nada en todo el día. Ni siquiera tomó agua.Leonardo deja que el sonido de su cubierto chocando contra el plato resuene por la cocina. El leve golpe llama la atención del resto del personal, quienes también están sentados a la