Al entrar en la casa, Thalia no puede evitar notar las maletas cuidadosamente alineadas junto a la entrada. Un suspiro ligero se escapa de los labios de Thalia mientras se detiene un momento frente a ellas, sabe bien lo que esas maltas significan. Al levantar la vista, ve a Donatella cruzando el salón con esa aura tan dominante que la caracteriza.—¿Te vas otra vez? —pregunta, tratando de sonar desinteresada, pero con un deje de genuino interés en su voz.—Estaré fuera por seis meses. Es por negocios —responde Donatella, sin girarse del todo, ocupada en revisar su celular.Thalia asiente lentamente, al parecer, tendrá otra larga temporada de soledad. No es la primera vez que sucede y, probablemente, no será la última—Está bien —responde sin más, sin querer profundizar en el tema. A estas alturas, ya está acostumbrada a las largas ausencias de Donatella.—¿Cómo va la campaña? —pregunta su madre, cambiando el tono a uno más empresarial, mostrando el interés que nunca falta cuando se tr
La música en el yate está a todo lo que da el volumen, no hay un rincón del lujoso barco donde no esté resonando mientras las risas y los gritos de los invitados llenan el aire cálido de la noche. El ambiente es vibrante, caótico, cargado de esa energía que solo el exceso del dinero puede brindar. Desde una esquina, Leonardo observa todo con sus ojos oscuros y alerta, pero su principal enfoque es Thalía. La rubia se encuentra en el centro de la pista, bebiendo sin control, una copa de licor tras otra. Su risa suena más fuerte que de costumbre, y su mirada está vidriosa, pero el brillo que emite es por el alcohol en su sistema, no porque proyecte la felicidad que ella muestra. Leonardo sabe que esta será una noche larga, y la perspectiva de cómo se desarrolla no le agrada en absoluto.Cerca de las once de la noche, el inmenso yate comienza a zarpar, alejándose lentamente del puerto hacia aguas más profundas. Mientras se mueve, la fiesta parece intensificarse. Las luces de neón parpadea
Cuando la puerta del camarote se abre, ambos cuerpos entran a tropezones, sin ver por dónde van o sin importarles siquiera. Las manos que antes tomaban sus caderas con fuerza, ahora se mueven sobre su cuerpo con libertad, buscando más allá de lo que la ropa permite ver.Separándose por un momento, Thalía cierra la puerta del camarote detrás de ella, tambaleándose mientras el mundo a su alrededor parece desdibujarse a causa del alcohol. Sus manos tiemblan ligeramente cuando se apoya en la pared, intentando mantener el equilibrio. El hombre que la sigue no es realmente su novio, es solo alguien cuyo nombre no logra recordar. Al girarse y encararlo puede ver como la mira con una sonrisa confiada, como si ya supiera que todo saldrá a su favor. Thalía deja que sus ojos recorran la pequeña habitación, puede que esté bajo los efectos del alcohol, pero eso no la hace inconsciente de lo que está a punto de suceder, tal vez por eso se forma el nudo en su estómago.Él se acerca más, volviendo a
La suave brisa se filtra por las ventanas del camarote, una brisa que normalmente sería refrescante, pero en ese momento, todo lo que rodea a Thalía parece abrumador. El eco de sus pasos y el golpeteo de las olas contra el yate se pierden en el ritmo acelerado de su corazón. Los brazos de Leonardo, fuertes y seguros, la cargan como si fuera lo más frágil del mundo, pero también lo más preciado. El calor de su cuerpo contrasta con la frialdad del aire, y con la de su propio cuerpo. Aunque se siente a salvo en los brazos de Leonardo, el peso de la vergüenza y el miedo la aplastan por dentro.Leonardo la lleva al camarote como si fuera una princesa, con sus brazos firmes alrededor de su cuerpo, y en ningún momento vacila en su andar. Los asistentes de la fiesta se apartan a su paso sin que él preste atención. Entra al cuarto con un porte decidido, sus pasos resonando en el espacio, llenándolo con su presencia. Se acerca a la cama con cuidado y, sin hacer un solo movimiento brusco, la dep
Bianca deja escapar un suspiro bajo mientras entra en la cocina, y coloca la charola con la comida intacta sobre la mesa de manera casi automática. Leonardo, sentado al extremo de la mesa, nota el gesto de inmediato. La escena se ha vuelto común en los últimos días, un ciclo que se repite en cada hora de comida. Bianca sirve los platos, se lleva la charola y esta regresa igual que como salió de la cocina: sin haber sido tocada.Sus ojos se detienen en la charola por un momento, observando los platos bien presentados, y luego se posan sobre Bianca, quien parece agotada.—¿Otra vez? —pregunta Damiano en un tono bajo y tranquilo, sin dejar de darle importancia a su comida.Bianca asiente lentamente, dejando ver el cansancio en su rostro.—Hoy realmente no ha comido nada en todo el día. Ni siquiera tomó agua.Leonardo deja que el sonido de su cubierto chocando contra el plato resuene por la cocina. El leve golpe llama la atención del resto del personal, quienes también están sentados a la
Apoyándose en la puerta del cubículo del baño, Thalia cierra los ojos con fuerza y exhala despacio. El eco del retrete al bajar resuena en el pequeño espacio, y con él, comienza a resonar en ella la sensación de culpa ante lo que acaba de hacer. Mientras intenta calmarse, se queda allí por unos segundos más, su cuerpo tenso mientras el agua deja de correr después de haber llevado toda prueba física de lo que ha hecho. Pero el reproche, ese no se va tan fácilmente.Saliendo del cubículo, se detiene frente al espejo. Su reflejo la observa con ojos que parecen acusarla. Sus manos tiemblan mientras abre el grifo y se enjuaga la boca, pero el mal sabor no se va del todo. Siente el vacío en su pecho aumentar, aunque no deja que sus emociones la controlen. No ahora. No aquí.El sonido de alguien vomitando en otro de los cubículos la devuelve a la realidad, yendo hasta el secador de manos, busca que este cubra el sonido de lo que ocurre en el espacio privado y escucha un ligero gracias, no re
Donatella se encuentra en su despacho privado. La luz suave de la lámpara sobre su escritorio proyecta sombras en las paredes mientras revisa algunos documentos financieros. La calma de la tarde es interrumpida cuando Juliet entra en la habitación con una carpeta en la mano, la expresión en su rostro es seria, como si llevara consigo algo de gran importancia.—Señora Donatella, he recibido esto hace una media hora —dice Juliet, con un tono profesional pero cargado de tensión—. Creo que lo mejor será que lo vea.Tras escuchar las palabras de su asistente, Donatella levanta la mirada de los papeles, arqueando una ceja mientras observa la carpeta que Juliet le ofrece. Sin decir palabra, la toma y la coloca sobre su escritorio. Juliet se mantiene en pie, esperando, mientras Donatella abre la carpeta y comienza a examinar las primeras fotografías.Al principio, no parece haber nada inusual. Las primeras imágenes muestran a Thalia en compañía de Leonardo, su guardaespaldas. Ambos están en v
El sol se refleja en la brillante superficie de la piscina, mientras el aire cálido del verano envuelve el amplio jardín de la casa familiar. Thalia está recostada cómodamente en una tumbona, con gafas de sol grandes cubriendo sus ojos, disfrutando de la tranquilidad del día. El coqueto traje de baño se ajusta a su delgado cuerpo, y su cabello rubio húmedo cae en ondas suaves sobre sus hombros, mezclándose con el aire fresco que sopla ligeramente y recorre el jardín.A su lado, en una tumbona contigua, Alessandro está sentado con una expresión pensativa. Ha estado hablando durante los últimos minutos, contándole a su hermana algunos de los sucesos recientes que lo tienen inquieto, especialmente aquellos relacionados con la chica de un semestre superior al suyo, Nicole. Su tono es tranquilo, pero hay una frustración latente en cada palabra. Está contando cómo, sin importar lo que haga, parece que siempre termina siendo olímpicamente ignorado ella. Thalia escucha con una sonrisa apenas