Cuando la puerta del camarote se abre, ambos cuerpos entran a tropezones, sin ver por dónde van o sin importarles siquiera. Las manos que antes tomaban sus caderas con fuerza, ahora se mueven sobre su cuerpo con libertad, buscando más allá de lo que la ropa permite ver.Separándose por un momento, Thalía cierra la puerta del camarote detrás de ella, tambaleándose mientras el mundo a su alrededor parece desdibujarse a causa del alcohol. Sus manos tiemblan ligeramente cuando se apoya en la pared, intentando mantener el equilibrio. El hombre que la sigue no es realmente su novio, es solo alguien cuyo nombre no logra recordar. Al girarse y encararlo puede ver como la mira con una sonrisa confiada, como si ya supiera que todo saldrá a su favor. Thalía deja que sus ojos recorran la pequeña habitación, puede que esté bajo los efectos del alcohol, pero eso no la hace inconsciente de lo que está a punto de suceder, tal vez por eso se forma el nudo en su estómago.Él se acerca más, volviendo a
La suave brisa se filtra por las ventanas del camarote, una brisa que normalmente sería refrescante, pero en ese momento, todo lo que rodea a Thalía parece abrumador. El eco de sus pasos y el golpeteo de las olas contra el yate se pierden en el ritmo acelerado de su corazón. Los brazos de Leonardo, fuertes y seguros, la cargan como si fuera lo más frágil del mundo, pero también lo más preciado. El calor de su cuerpo contrasta con la frialdad del aire, y con la de su propio cuerpo. Aunque se siente a salvo en los brazos de Leonardo, el peso de la vergüenza y el miedo la aplastan por dentro.Leonardo la lleva al camarote como si fuera una princesa, con sus brazos firmes alrededor de su cuerpo, y en ningún momento vacila en su andar. Los asistentes de la fiesta se apartan a su paso sin que él preste atención. Entra al cuarto con un porte decidido, sus pasos resonando en el espacio, llenándolo con su presencia. Se acerca a la cama con cuidado y, sin hacer un solo movimiento brusco, la dep
Bianca deja escapar un suspiro bajo mientras entra en la cocina, y coloca la charola con la comida intacta sobre la mesa de manera casi automática. Leonardo, sentado al extremo de la mesa, nota el gesto de inmediato. La escena se ha vuelto común en los últimos días, un ciclo que se repite en cada hora de comida. Bianca sirve los platos, se lleva la charola y esta regresa igual que como salió de la cocina: sin haber sido tocada.Sus ojos se detienen en la charola por un momento, observando los platos bien presentados, y luego se posan sobre Bianca, quien parece agotada.—¿Otra vez? —pregunta Damiano en un tono bajo y tranquilo, sin dejar de darle importancia a su comida.Bianca asiente lentamente, dejando ver el cansancio en su rostro.—Hoy realmente no ha comido nada en todo el día. Ni siquiera tomó agua.Leonardo deja que el sonido de su cubierto chocando contra el plato resuene por la cocina. El leve golpe llama la atención del resto del personal, quienes también están sentados a la
Apoyándose en la puerta del cubículo del baño, Thalia cierra los ojos con fuerza y exhala despacio. El eco del retrete al bajar resuena en el pequeño espacio, y con él, comienza a resonar en ella la sensación de culpa ante lo que acaba de hacer. Mientras intenta calmarse, se queda allí por unos segundos más, su cuerpo tenso mientras el agua deja de correr después de haber llevado toda prueba física de lo que ha hecho. Pero el reproche, ese no se va tan fácilmente.Saliendo del cubículo, se detiene frente al espejo. Su reflejo la observa con ojos que parecen acusarla. Sus manos tiemblan mientras abre el grifo y se enjuaga la boca, pero el mal sabor no se va del todo. Siente el vacío en su pecho aumentar, aunque no deja que sus emociones la controlen. No ahora. No aquí.El sonido de alguien vomitando en otro de los cubículos la devuelve a la realidad, yendo hasta el secador de manos, busca que este cubra el sonido de lo que ocurre en el espacio privado y escucha un ligero gracias, no re
Donatella se encuentra en su despacho privado. La luz suave de la lámpara sobre su escritorio proyecta sombras en las paredes mientras revisa algunos documentos financieros. La calma de la tarde es interrumpida cuando Juliet entra en la habitación con una carpeta en la mano, la expresión en su rostro es seria, como si llevara consigo algo de gran importancia.—Señora Donatella, he recibido esto hace una media hora —dice Juliet, con un tono profesional pero cargado de tensión—. Creo que lo mejor será que lo vea.Tras escuchar las palabras de su asistente, Donatella levanta la mirada de los papeles, arqueando una ceja mientras observa la carpeta que Juliet le ofrece. Sin decir palabra, la toma y la coloca sobre su escritorio. Juliet se mantiene en pie, esperando, mientras Donatella abre la carpeta y comienza a examinar las primeras fotografías.Al principio, no parece haber nada inusual. Las primeras imágenes muestran a Thalia en compañía de Leonardo, su guardaespaldas. Ambos están en v
El sol se refleja en la brillante superficie de la piscina, mientras el aire cálido del verano envuelve el amplio jardín de la casa familiar. Thalia está recostada cómodamente en una tumbona, con gafas de sol grandes cubriendo sus ojos, disfrutando de la tranquilidad del día. El coqueto traje de baño se ajusta a su delgado cuerpo, y su cabello rubio húmedo cae en ondas suaves sobre sus hombros, mezclándose con el aire fresco que sopla ligeramente y recorre el jardín.A su lado, en una tumbona contigua, Alessandro está sentado con una expresión pensativa. Ha estado hablando durante los últimos minutos, contándole a su hermana algunos de los sucesos recientes que lo tienen inquieto, especialmente aquellos relacionados con la chica de un semestre superior al suyo, Nicole. Su tono es tranquilo, pero hay una frustración latente en cada palabra. Está contando cómo, sin importar lo que haga, parece que siempre termina siendo olímpicamente ignorado ella. Thalia escucha con una sonrisa apenas
—¿Cómo te atreves? — Donatella comienza, la ira destellando en sus ojos, pero su voz es cortada bruscamente por Leonardo.—Si por un solo jodido segundo cree que le permitiré hablarme de esa forma, entonces está muy equivocada, señora—, le espeta, su voz profunda pero serena. —No es quien para pretender decidir por mi o por Thalia. Ambos somos adultos, capaces de tomar nuestras propias decisiones. Entiendo que no encajo en su concepto de —pareja perfecta—, pero eso no importa. Yo amo a Thalia, y lo único que quiero es verla feliz.Donatella lo mira, incrédula y ofendida. Su rostro refleja cada uno de los años que ha pasado construyendo y defendiendo su imperio familiar, uno en el que el dinero, el poder y el estatus lo son todo, pues con ellos ha blindado a sus hijos. Para ella, alguien como Leonardo es una amenaza, no solo por lo que representa sino por el caos que podría desatar en la vida cuidadosamente orquestada de su hija. Ella entrecierra los ojos, como si evaluara cada palabra
El silencio en que se encuentra sumido el comedor es profundamente incómodo. Las luces suaves del candelabro no hacen sino acentuar aún más la tensión en el aire. Thalia está sentada frente a su plato, pero no ha comido nada. Sus dedos juegan con los cubiertos, empujando pedazos de comida de un lado al otro de su plato, sin una intención real de llevarse un solo bocado de alimento a la boca. Alessandro, sentado a su derecha, la observa de reojo. No necesita preguntar qué es lo que ocurre para darse cuenta de que todo está mal.El eco de las ruedas de la maleta de Leonardo mientras salía de la casa horas atrás aún resuena en su mente de. Había visto la expresión devastada el rostro del hombre mientras se marchaba. Y ahora, en, esa sensación opresiva lo envuelve todo aún más. Definitivamente la llegada de Donatella no había sino hecho lo que a ella mejor se le da: poner todo de cabeza.Sentada al otro extremo de la mesa, Donatella mantiene su postura erguida, impecable. La rigidez de su