Apoyándose en la puerta del cubículo del baño, Thalia cierra los ojos con fuerza y exhala despacio. El eco del retrete al bajar resuena en el pequeño espacio, y con él, comienza a resonar en ella la sensación de culpa ante lo que acaba de hacer. Mientras intenta calmarse, se queda allí por unos segundos más, su cuerpo tenso mientras el agua deja de correr después de haber llevado toda prueba física de lo que ha hecho. Pero el reproche, ese no se va tan fácilmente.Saliendo del cubículo, se detiene frente al espejo. Su reflejo la observa con ojos que parecen acusarla. Sus manos tiemblan mientras abre el grifo y se enjuaga la boca, pero el mal sabor no se va del todo. Siente el vacío en su pecho aumentar, aunque no deja que sus emociones la controlen. No ahora. No aquí.El sonido de alguien vomitando en otro de los cubículos la devuelve a la realidad, yendo hasta el secador de manos, busca que este cubra el sonido de lo que ocurre en el espacio privado y escucha un ligero gracias, no re
Donatella se encuentra en su despacho privado. La luz suave de la lámpara sobre su escritorio proyecta sombras en las paredes mientras revisa algunos documentos financieros. La calma de la tarde es interrumpida cuando Juliet entra en la habitación con una carpeta en la mano, la expresión en su rostro es seria, como si llevara consigo algo de gran importancia.—Señora Donatella, he recibido esto hace una media hora —dice Juliet, con un tono profesional pero cargado de tensión—. Creo que lo mejor será que lo vea.Tras escuchar las palabras de su asistente, Donatella levanta la mirada de los papeles, arqueando una ceja mientras observa la carpeta que Juliet le ofrece. Sin decir palabra, la toma y la coloca sobre su escritorio. Juliet se mantiene en pie, esperando, mientras Donatella abre la carpeta y comienza a examinar las primeras fotografías.Al principio, no parece haber nada inusual. Las primeras imágenes muestran a Thalia en compañía de Leonardo, su guardaespaldas. Ambos están en v
El sol se refleja en la brillante superficie de la piscina, mientras el aire cálido del verano envuelve el amplio jardín de la casa familiar. Thalia está recostada cómodamente en una tumbona, con gafas de sol grandes cubriendo sus ojos, disfrutando de la tranquilidad del día. El coqueto traje de baño se ajusta a su delgado cuerpo, y su cabello rubio húmedo cae en ondas suaves sobre sus hombros, mezclándose con el aire fresco que sopla ligeramente y recorre el jardín.A su lado, en una tumbona contigua, Alessandro está sentado con una expresión pensativa. Ha estado hablando durante los últimos minutos, contándole a su hermana algunos de los sucesos recientes que lo tienen inquieto, especialmente aquellos relacionados con la chica de un semestre superior al suyo, Nicole. Su tono es tranquilo, pero hay una frustración latente en cada palabra. Está contando cómo, sin importar lo que haga, parece que siempre termina siendo olímpicamente ignorado ella. Thalia escucha con una sonrisa apenas
—¿Cómo te atreves? — Donatella comienza, la ira destellando en sus ojos, pero su voz es cortada bruscamente por Leonardo.—Si por un solo jodido segundo cree que le permitiré hablarme de esa forma, entonces está muy equivocada, señora—, le espeta, su voz profunda pero serena. —No es quien para pretender decidir por mi o por Thalia. Ambos somos adultos, capaces de tomar nuestras propias decisiones. Entiendo que no encajo en su concepto de —pareja perfecta—, pero eso no importa. Yo amo a Thalia, y lo único que quiero es verla feliz.Donatella lo mira, incrédula y ofendida. Su rostro refleja cada uno de los años que ha pasado construyendo y defendiendo su imperio familiar, uno en el que el dinero, el poder y el estatus lo son todo, pues con ellos ha blindado a sus hijos. Para ella, alguien como Leonardo es una amenaza, no solo por lo que representa sino por el caos que podría desatar en la vida cuidadosamente orquestada de su hija. Ella entrecierra los ojos, como si evaluara cada palabra
El silencio en que se encuentra sumido el comedor es profundamente incómodo. Las luces suaves del candelabro no hacen sino acentuar aún más la tensión en el aire. Thalia está sentada frente a su plato, pero no ha comido nada. Sus dedos juegan con los cubiertos, empujando pedazos de comida de un lado al otro de su plato, sin una intención real de llevarse un solo bocado de alimento a la boca. Alessandro, sentado a su derecha, la observa de reojo. No necesita preguntar qué es lo que ocurre para darse cuenta de que todo está mal.El eco de las ruedas de la maleta de Leonardo mientras salía de la casa horas atrás aún resuena en su mente de. Había visto la expresión devastada el rostro del hombre mientras se marchaba. Y ahora, en, esa sensación opresiva lo envuelve todo aún más. Definitivamente la llegada de Donatella no había sino hecho lo que a ella mejor se le da: poner todo de cabeza.Sentada al otro extremo de la mesa, Donatella mantiene su postura erguida, impecable. La rigidez de su
Leonardo camina de un lado a otro en su departamento como si fuera una fiera enjaulada, incapaz de calmar las emociones que lo inundan. La ira, la frustración y el dolor se arremolinan en su interior, mezclándose con pensamientos que no paran de darle vueltas en la cabeza. Cada paso que da por la habitación es una explosión silenciosa, un intento desesperado de liberar la tensión que lo consume. Todo lo que ha sucedido en las últimas horas le parece absurdo, tan absurdo que no puede sino preguntarse cómo llegó hasta este punto.Él mejor que nadie tenía claro que la relación con Thalia sería todo un desafío, eso lo sabía desde el principio. No era un hombre ingenuo. Sabía que estar con ella implicaba enfrentarse a muchas cosas, incluida la sombra imponente de sus clases sociales, su madre, y todo lo que ello representaba. Desde que sintió atraído por ella sabiendo de quien se trataba, aceptó que estar con ella no sería sencillo, pero pensó que juntos, los dos, podrían sacar la relación
Thalia se encuentra sentada en el diván, sumida en un silencio profundo y opresivo. No tiene ningún interés en hablar con el doctor, realmente ni siquiera le importa el estar ahí. En lo único en lo que puede pensar es en lo mismo de esos últimos, en esa sensación de sentirse atrapada, como si su propia vida se le escapara entre los dedos, y lo único que le queda es ese sofocante vacío en su pecho.Después de unos quince minutos de profundo silencio, el doctor habla una vez más, rompiendo con el.—¿Cómo te has sentido Thalia? ¿Te sientes con mejor ánimo que hace dos días?Pero ella no responde. Sigue mirando al vacío, sin parpadear, con la vista fija en un punto en la pared. Su mente está lejos de la consulta, vagando por los eventos de las últimas dos semanas. Todo ha sido un desastre, una completa y absoluta mierda. Cada día parece peor que el anterior, y la presencia de Donatella, ha sido un constante recordatorio del poco control que tiene sobre su propia vida.Desde esa confrontac
Parada frente a la puerta del departamento de Leonardo, Thalia deja que sus dedos rosen la superficie fría del pomo, pero no se atreve a girarlo ni a llamar. El silencio a su alrededor parece amplificar la ansiedad que lleva dentro. Han pasado veinte días desde la última vez que vio a Leonardo, veinte días de ausencia y silencio. El peso de esos días la aplastan, cargado de auto preguntas sin respuesta, de mensajes sin contestar y de llamadas que solo le devolvían un contestador vacío.Respira profundamente, intentando armarse de valor. Sabe que no puede seguir huyendo de esto, que necesita enfrentarlo, pero sus emociones están tan enredadas que no puede pensar con claridad. ¿Qué le dirá cuando lo vea? ¿Cómo va a justificar su ausencia, su incapacidad de decidir entre él y su familia? Su madre siempre tiene una forma de arrastrarla de vuelta, de hacerla sentir pequeña y sin control. Pero frente a esa puerta, frente a la posibilidad de hablar con Leonardo, todo ese control que Donatell