Tensé la mandíbula. Josh me miró con una ligera sonrisa y después de un instante me aclaró:—Está dormida... se le pasaron las copas.Inhalé profundo, intentando contener el impulso de replicar. Sabía que estaba jugando conmigo, tal vez poniendo a prueba mis reacciones y aunque la situación no ayudaba, intenté mantener la compostura. Josh era su amigo… Aunque me molestaba sabía que estaba en buenas manos. Me guió hasta la habitación, abrió la puerta y se hizo a un lado, entonces la vi, tenía restos de maquillaje en todo el rostro, su cabello desordenado, apestaba a alcohol, estaba profunda. Me acerqué con un nudo en el pecho, tomé su mano, cerré los ojos. Ni siquiera se movía, parecía inconsciente. Tenía el labio roto, pasé saliva con tanta fuerza que en ese momento olvidé mi caballerosidad y respeto por los adultos; quise salir corriendo e ir a buscar a ese señor para romperle la cara por atreverse a tocar a mi mujer. Acaricié su mano vendada, jurando para mis adentros que nadie volv
—Era inevitable llegar a este punto —dijo Josh, levanté la cabeza—. Es imposible salir ileso de unas llamas tan grandes; te quemas o te ahogas con el humo. El fuego se extinguió, pero ahora solo quedan cenizas, así que hay que empezar de nuevo. Y no va a ser fácil, pero se tienen el uno al otro y eso es suficiente.Me miró directo, con una expresión calmada y comprensiva. Ahí confirmé que de verdad sus intenciones con ella eran honestas. —Ella apostó todo lo que tenía por ti, haz que valga mucho la pena. Y aunque no hace falta que lo diga, tú también arriesgaste mucho por ella. Solo que, lamentablemente, la estúpida sociedad la va a señalar más a ella. Ella se llevará la peor parte… En esta historia, los ojos la verán como la peor villana. Por eso tienes que protegerla más que nunca.Eso lo tenía demasiado claro, no iba a dejarla sola, no mientras estuviera a mi lado, no mientras yo pudiera sostenerla.Mi Sirena lo había arriesgado todo, enfrentando un mundo que podía ser brutal y cr
NARRA ALE. Me quedé en silencio, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. Parecía imposible, como si no fuera real. Me levanté lentamente y caminé hasta la ventana buscando desesperadamente algo de calma. Sentí un nudo en la garganta; cerré los ojos y los apreté con fuerza intentando detener las lágrimas, quería hacerme la fuerte. Pero fue inútil. Me quebré, cada parte de mí se desplomó como un cristal hecho añicos.Entonces, en medio de ese vacío, sentí sus brazos rodeándome desde atrás, firmes y cálidos. Él no dijo nada, solo se quedó ahí, siendo mi refugio. Y sin una palabra, me sostuvo, como si supiera que esa era la única manera de ayudarme a juntar mis pedazos. Realmente se sentía tan bien. Esa noche a pesar de la gran tormenta que había a nuestro alrededor descansé tranquila, con él a mi lado lo tenía todo. Al día siguiente Alan salió a buscar trabajo y un lugar para mudarnos, yo me organicé para ir a trabajar. Estaba atendiendo a un cliente cuando la vi entrar. El
La expresión de mi jefa se alteró. Me miró y sentenció:—Ale, no puedo permitir esto aquí. No puedo tener este tipo de situaciones en el lugar de trabajo. Vamos a tener que prescindir de tus servicios.Esas palabras cayeron como un balde de agua sobre mí. La humillación fue un poco agobiante, qué le costaba a mi jefa decírmelo en privado. Todas esas miradas de mujeres señalándome, atacándome como si fuera lo peor, no iba a agachar la cabeza. Vanessa aprovechó su momento para hundirme más.—¿Ves? —dijo, con una sonrisa que solo yo podía entender—. No deberían tener aquí a una zorra quita maridos; capaz que hasta le quita el suyo a alguien. A sus compañeras, o a las clientas. Recuerden que los hombres persiguen lo fácil y mi hermanita es como las baratijas. Algunas clientas se quejaron indignadas, murmurando con desprecio, esas señoras que se creen santas. Esas palabras fueron la estocada final. Empezó a fingir lágrimas, fingía ser la víctima, como si el dolor la estuviera consumien
—Ale… —susurró, pasando el pulgar por mi mejilla, con una mirada que reflejaba tanto preocupación como enojo—. ¿Estás bien?Miré hacia el suelo y luego a él. Noté sus ojos, enrojecidos, enfocados en mí y luego en Vanessa. Se puso de pie y miró a las mujeres alrededor, las que aún susurraban y señalaban, su expresión se endureció.—¿De verdad no les da vergüenza? —exclamó molesto—. ¿Atacar a otra mujer de esta manera? ¿Juzgarla y humillarla sin saber absolutamente nada? Que bueno se ve el sucio en ojo ajeno, ¿verdad?Las mujeres se removieron incómodas, algunas apartaron la vista, mientras otras fruncían el ceño. Sus miradas se desviaron lentamente, avergonzadas y uno a uno se fueron retirando, dejando a Vanessa y a Alan frente a frente.—No puedo creer lo lejos que has llegado. Vete, esto se acabó. Hubiera querido saltarme la parte donde te lastimé, pero no se pudo. Ya fue suficiente, deja de actuar como una loca. Me enamoré de Alexia y no puedo ni quiero cambiarlo. Por más alto que g
Regresó con una bolsa de hielo envuelta en un paño y la colocó suavemente sobre mi ceja. Un escalofrío recorrió mi piel al contacto, pero el alivio fue inmediato.—Gracias —susurré, recostándome contra las almohadas.Él se sentó a mi lado, observándome con atención. Sus dedos se deslizaron por mi cabello apartándolo de mi rostro con delicadeza.—Lo siento tanto… —murmuró, pude ver la sombra de la culpa en sus ojos.—No pasa nada Mr Sexy —respondí, cerrando los ojos por un momento, dejándome envolver por la sensación de seguridad que su presencia me daba—. Estamos juntos, lo demás ya no importa. No dijo nada más, pero su mano permaneció sobre la mía, él era la seguridad que necesitaba en ese momento, el hecho de ser una hija de puta no quería decir que no me afectaría la situación. El dolor en mi cabeza comenzaba a ceder, una extraña paz me envolvió. A pesar de todo lo que había sucedido, estábamos juntos y eso era suficiente para empezar de nuevo.Tal vez era la peor mujer del mun
Josh me saludó con su típica sonrisa, esa que parecía hacerme olvidar por un instante lo complicado que era todo. —Turquesa, tan rápido olvidaste la promesa de no volver a beber —dijo con tono burlón, mientras limpiaba un vaso tras la barra. Solté una risita y rodé los ojos. Siempre sabía como sacarme una sonrisa incluso en los momentos más difíciles. —Esta vez vengo por algo tranquilo, sin licor. —¿Seguro? —me lanzó una mirada juguetona mientras se inclinaba más cerca—. No creo que eso sea lo tuyo, pero vamos a intentarlo. Le sonreí, agradeciendo su sentido del humor. Lo vi preparar un cóctel de frutos rojos con la dedicación que siempre ponía en todo. Me sirvió el vaso con un gesto elegante y se quedó frente a mí, apoyado sobre la barra, esperando que hablara. Le conté todo: los últimos acontecimientos, la decisión de Alan y mía de irnos a España, el caos que había dejado atrás y la esperanza que comenzaba a asomarse en el horizonte. Josh escuchó en silencio, asintiendo de vez
EL MARIDO DE MI HERMANA.Capítulo final. Cuando aterrizamos y salimos del aeropuerto el aire fresco de Valencia se sintió en mi piel. Alan me ofreció su abrigo, pero lo rechacé con una sonrisa; necesitaba sentir todo, incluso el frío, como un recordatorio de lo lejos que habíamos llegado juntos. Alan sostenía mi mano mientras buscábamos un taxi que nos llevaría al barrio de Patraix, donde vivía su tía Margaret. Mi mente no paraba de dar vueltas, repasando una y otra vez cómo sería el recibimiento. ¿Me aceptaría? ¿Qué pensaría de mí? Estaba muy nerviosa, no sabía qué reacción tendría ella conmigo. Alan notó lo tensa que estaba. Me abrazó mientras retiraba algunos mechones de cabello de mi rostro. —Nerviosa —no era una pregunta, lo afirmó. Solté una risita. —Mucho. Sabes que eso de ser la villana se me da muy bien. Dejó un beso en mi nariz. —Sirena, puedo asegurarte que mi tía va a amarte. Ella no es de las que va lanzando condenas. Aspiré muy despacio tratando de controlar mis