Capítulo 168

Entonces la puerta se abrió y apareció él. En cuanto lo vi, cubrí mi rostro con las manos, fue como si algo se desbordara dentro de mí. Una tras otra empezaron a caer mis lágrimas. Era él, mi Golondrina.

Se acercó, tan silencioso y seguro, al rodearme con sus brazos, me sentí otra vez en mi lugar seguro, todo iba a estar bien, ya nada malo podía pasar. Dejó un beso suave y cálido en mi cabeza, susurró con cariño:

—Mi Sirena.

Levantó mi rostro entre sus manos, obligándome a mirarlo. Y aunque luché por calmarme, por dejar de llorar, era imposible. El alivio de verlo otra vez, de tenerlo justo ahí conmigo, hacía que mis lágrimas salieran con más fuerza. Con cada mirada, me llenaba de paz, podía volver a respirar. Su presencia me hacía sentir que todo iba a estar bien. Respiré profundo. Volví a sentirme completa, como si el alma regresara a mi cuerpo encontrando refugio entre sus brazos.

Él me abrazó con tanto amor y en sus ojos vi algo que me desarmó por completo: el mismo alivio, la
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