Josh me saludó con su típica sonrisa, esa que parecía hacerme olvidar por un instante lo complicado que era todo. —Turquesa, tan rápido olvidaste la promesa de no volver a beber —dijo con tono burlón, mientras limpiaba un vaso tras la barra. Solté una risita y rodé los ojos. Siempre sabía como sacarme una sonrisa incluso en los momentos más difíciles. —Esta vez vengo por algo tranquilo, sin licor. —¿Seguro? —me lanzó una mirada juguetona mientras se inclinaba más cerca—. No creo que eso sea lo tuyo, pero vamos a intentarlo. Le sonreí, agradeciendo su sentido del humor. Lo vi preparar un cóctel de frutos rojos con la dedicación que siempre ponía en todo. Me sirvió el vaso con un gesto elegante y se quedó frente a mí, apoyado sobre la barra, esperando que hablara. Le conté todo: los últimos acontecimientos, la decisión de Alan y mía de irnos a España, el caos que había dejado atrás y la esperanza que comenzaba a asomarse en el horizonte. Josh escuchó en silencio, asintiendo de vez
EL MARIDO DE MI HERMANA.Capítulo final. Cuando aterrizamos y salimos del aeropuerto el aire fresco de Valencia se sintió en mi piel. Alan me ofreció su abrigo, pero lo rechacé con una sonrisa; necesitaba sentir todo, incluso el frío, como un recordatorio de lo lejos que habíamos llegado juntos. Alan sostenía mi mano mientras buscábamos un taxi que nos llevaría al barrio de Patraix, donde vivía su tía Margaret. Mi mente no paraba de dar vueltas, repasando una y otra vez cómo sería el recibimiento. ¿Me aceptaría? ¿Qué pensaría de mí? Estaba muy nerviosa, no sabía qué reacción tendría ella conmigo. Alan notó lo tensa que estaba. Me abrazó mientras retiraba algunos mechones de cabello de mi rostro. —Nerviosa —no era una pregunta, lo afirmó. Solté una risita. —Mucho. Sabes que eso de ser la villana se me da muy bien. Dejó un beso en mi nariz. —Sirena, puedo asegurarte que mi tía va a amarte. Ella no es de las que va lanzando condenas. Aspiré muy despacio tratando de controlar mis
Margaret apareció con una bandeja repleta de tazas de café y un plato de pastas caseras. El aroma del café se mezclaba con el de la cocina, un olor que tenía algo de maternal, de hogar. Me miró directamente al dejar la bandeja en la mesa.—Guapa, aquí no te va a faltar nada, ¿me oyes? —aseguró—. Ahora eres parte de esta familia. En esta casa no hay espacio para juicios ni reproches. Aquí solo se empieza de nuevo.Mis ojos se llenaron de lágrimas, aspiré muy despacio. Eran lágrimas de alivio, de gratitud, como si me hubieran quitado un peso invisible. Alan notó mi reacción y tomó mi mano bajo la mesa. Su apretón era suave, casi reconfortante, como si quisiera recordarme que estaba conmigo, pasara lo que pasara.—Gracias, tía —dijo él, con una sonrisa llena de cariño—. Sabía que podía contar contigo.Margaret chasqueó la lengua y agitó una mano en el aire, como si todo eso fuera lo más natural del mundo.—Xiquet, vosotros sois mi familia. Y la familia está para apoyarse, ¿no? Además,
Las paredes estaban decoradas con platos de cerámica de colores brillantes y fotografías de la tía de Alan con chefs locales y clientes satisfechos. La iluminación era suave. La barra, exhibía una variedad de vinos locales y licores típicos de la región. La cocina era abierta, permitía a los comensales ver a la tía de Alan y su equipo preparando platos típicos, como paella, fideuà y tapas variadas. El restaurante tenía un ambiente familiar y un trato cercano, donde los clientes eran más que simples comensales; eran amigos que regresaban por el buen sabor de la comida y la calidez del servicio.Desde afuera ya podía percibirse un aroma delicioso que mezclaba especias y hierbas frescas.—¿Este es su restaurante? —pregunté con asombro.—Mi tía lo abrió hace años, cuando volvió a Valencia después de trabajar como cocinera en otros lugares de España. Es su orgullo. Aquí aprendí todo lo que sé. Al entrar, el lugar era tan acogedor como su dueña. Había una pizarra en una esquina que anu
☆••••★••••☆••••★••••☆••••★••••☆••••★Cinco meses después. Las primeras semanas fueron un poco difíciles mientras me adaptaba al nuevo entorno. Pero el apoyo constante de Alan y Margaret lo hacía todo más llevadero. Aunque era un lugar tan desconocido para mí, ellos se encargaron de hacerme sentir en casa. Alan mencionó que Giovanni quería reunirse con él cuanto antes. La sola idea me puso nerviosa. Alan estaba arreglándose frente al espejo cuando me pidió que lo acompañara.—¿Estás seguro de que es buena idea? —pregunté con un nudo en la garganta.Él frunció el ceño, ajustando el reloj en su muñeca.—¿Por qué no lo sería?Suspiré, no pude quedarme callada.—Alan, él me conoció como tu cuñada. ¿Qué va a pensar ahora si me presentas como tu esposa? No quiero causarte problemas ni que esto pueda dañar tu reputación...Giró hacia mí con esa intensidad en los ojos que siempre lograba desarmarme.—¿De verdad crees que me importa lo que Giovanni piense? Mi vida privada no tiene nada que v
—¿Y cómo planeas celebrar? —le pregunté con curiosidad.Se levantó de la silla y se acercó a mí, rodeándome con sus brazos.—Tal vez con una cena especial, o quizás con un paseo nocturno por la ciudad, como esos que hacíamos al principio. O tal vez tenga una sorpresa preparada. Apoyé mi cabeza en su pecho, me perdí en los latidos acelerados de su corazón. —Sea lo que sea, mientras esté contigo, me parece perfecto.Nuestros labios se encontraron con una intensidad que parecía unir amor, pasión y deseo en un solo momento. Era un choque de emociones tan profundas que me hacía temblar bajo su toque. Con un movimiento rápido apartó los platos de la mesa, creando un espacio solo para nosotros. Me levantó con la misma facilidad con la que manejaba su deseo y me depositó sobre ella. Nuestros ojos se encontraron y en ese instante supe que habíamos encontrado nuestro hogar. No era solo aquel apartamento lo que nos daba refugio, era él, era su cuerpo contra el mío, nuestras almas entrelazada
Me levantó en sus brazos, como si fuera lo más natural del mundo y me llevó hasta nuestra habitación. Me depositó en la cama con cuidado, sus manos se deslizaban por mis caderas mientras sus labios dejaban un rastro ardiente desde mi cuello hasta el borde de mi espalda.—Quiero que esto sea especial para ti, que lo disfrutes tanto como yo. Si en algún momento dudas, solo dímelo.Asentí, completamente entregada a él. Yo con él quería todo, qué mejor maestro. Quería que todos los agujeros de mi cuerpo fueran suyos. Alan me giró con delicadeza, inclinándome sobre mi costado. Sus manos recorrieron mi cuerpo con movimientos lentos, dibujando cada curva como si quisiera memorizarme. Sus labios encontraron mi cuello, dejó suaves mordiscos mientras sus dedos deslizaban aceite tibio en la base de mi espalda.—Esto es para que te sientas cómoda —dijo, con la voz ronca, luego lo acompañó con un beso en mi hombro.Con cada caricia, trabajaba para relajarme, sus manos expertas aplicaban una pres
EL MARIDO DE MI HERMANA. Epílogo.4 de junio. Alan llevaba varios días muy misterioso. Él ya me había comentado que teníamos muchos motivos para celebrar, nuestro trabajo y además que se acercaba mi cumple. Por más que le pregunté fue imposible sacarle información. Ese día en la mañana encontré una nota sobre la encimera acompañado de un ramo de tulipanes rojos. Sonreí, amaba ese tipo de sorpresas. Abrí la nota. ¿Lista para celebrar tu cumpleaños, mi Sirena? Prepárate para un viaje inolvidable. Tú solo tienes que poner la disponibilidad y yo me haré cargo de lo demás. Con amor, tu Mr. Sexy.El corazón me dio un vuelco. Alan siempre sabía cómo hacerme sentir especial, pero esa vez parecía haber llevado su idea de sorpresa a otro nivel.—¿Disponibilidad? —murmuré con una sonrisa curiosa mientras lo veía entrar por la puerta con esa sonrisa traviesa que tanto adoraba.—Así es, mi Sirena. Ya está todo planeado. Solo tienes que confiar en mí —dijo, acercándose para darme un beso en la