Ella lo miró con esos ojos llenos de orgullo y enojo, levantándose abruptamente y no para irse. Todo lo contrario.—No me digas Ada —masculló entre dientes—. No voy a ir a ningún lado —respondió con un tono desafiante.Él la miró, pude darme cuenta; lo sacaba de quicio, pero al mismo tiempo en su mirada había tanto amor. —No voy a repetirlo. No es una pregunta. Ella soltó una risita molesta. El tipo no estaba dispuesto a discutir. En un movimiento que fue demasiado rápido para procesar, la levantó de su asiento y literalmente se la echó al hombro como si no pesara nada. Adalet comenzó a patalear, su cabello dorado cayó en desorden mientras intentaba soltarse.—¡Bájame! —gritó furiosa, golpeándole la espalda con sus puños—. ¡Te dije que me bajes, maldita sea!Pero él no le prestó atención, caminó hacia la salida como si nada, todos a su alrededor observaban con curiosidad algunos incluso riéndose por lo surreal de la escena. Los gritos de Adalet resonaban en el club, pero él seguía
Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas, ya no tenía poder sobre ellas, la mezcla de alcohol y emociones explotaron dentro de mí. Todo me dolía. Mi cabeza, mi pecho y esas heridas invisibles. Una tristeza tan grande me atravesó y antes de darme cuenta, ya estaba llorando apoyada sobre la barra, incapaz de detenerme. Limpié mis lágrimas convulsivamente intentando detenerlas, pero ellas tomaron control de mí. Era como si cada trago rompiera cada una de las barreras que había construido alrededor de mis emociones. La tristeza, el dolor, la frustración, todo salió. Entonces reconocí lo mucho que me dolieron cada una de las miradas y palabras de mi padre. Empecé a llorar, la respiración se me entrecortaba, todo eso que intenté reprimir me aplastó. Josh intentó acercarse, pero solo alcancé a levantar una mano débil, intentando detenerlo. No quería que nadie me viera así, rota y vulnerable, no tenía fuerzas para seguir fingiendo. El licor me había superado y con él todo lo que había
Josh la miró con comprensión y ternura. Sabía que no era necesario disculparse; él estaba allí porque quería estar, sonrió.—No tienes que disculparte, Turquesa—respondió en voz baja, con una mano firme en su espalda mientras la otra apartaba un mechón de cabello pegado a su rostro—. Todos tenemos momentos difíciles… y está bien dejarse caer, es necesario para seguir adelante. Ale asintió, pero sentía que todo se sacudía a su alrededor, por eso intentaba aferrarse a Josh, apoyó la frente en el brazo de Josh, ya no intentaba contener las lágrimas. —Per-perdon…es que… no sé cómo hacerlo… —susurró entre lágrimas—. No sé cómo dejar de sentirme así… todo me ataca…Josh soltó una risita, la sujetó con más fuerza, le acarició la espalda. —Sabes, Turquesa —dijo suavemente—. A veces creemos que somos invencibles, que podemos cargar con el peso de todo sin que nos quiebre. Pero eso… eso es solo una mentira que nos contamos para sobrevivir.Aspiró muy despacito, no sólo se lo decía a ella,
—Tienes razón. Nuestra misión es esa; ver al amor de mi vida ser feliz con el amor de la suya. Es lo que más anheló y de verdad me alegra saber que ahora está con él. —Así es, tal vez en otra vida tengamos esa oportunidad —agregó Josh. —¿Crees que tenga un buen salvavidas? —inquirió Luca preocupado.—Él se ve como alguien que la sostendrá, no va a dejarla hundirse —afirmó Josh con una leve sonrisa—. Pero va a ser un viaje difícil. Ya la conoces, ella no es alguien que se rinda fácil. Y él la ama, te lo puedo jurar. Luca cerró los ojos, soltó todo el aire acumulado, sonrió con nostalgia, de verdad le daba gusto por su chispita, a pesar de que venían cosas difíciles para ellos, ella al fin alcanzó la felicidad que merecía. —Está de más pedirte que la cuides. Apóyala, no la dejes sola —susurró.Josh soltó una risita, intentando aligerar el ambiente.—Al principio estuve pendiente de ella porque me lo pediste —admitió—. Pero con el tiempo le tomé aprecio. Se convirtió en una gran ami
—¿Hablar? ¿Quieres hablar, Alan? —exclamó con la voz temblorosa—. ¡Esto es culpa de esa maldita zorra! ¡Ella decidió arruinarlo todo! ¡Yo no tengo nada de que hablar!—Vanessa, no es culpa de ella. Si quieres culpables me tienes a mí. Y gritando no vamos a llegar a nada —respondí, cansado, sentí que ya habíamos llegado a un punto sin retorno.Saqué mi teléfono del bolsillo dispuesto a buscar un lugar a dónde ir para tomar mis cosas y darle espacio, pero Vanessa se lanzó hacia mí, arrebatándome el móvil de las manos. Antes de que pudiera detenerla, vi cómo lo levantaba y lo lanzaba al suelo con todas sus fuerzas. El golpe fue seco y el teléfono se destrozó en mil pedazos sobre la alfombra.—¡No voy a dejar que llames a esa puta! —¡Vanessa, basta ya! —exclamé subiendo el tono. Pero no me escuchaba. Empezó a gritar, empezó a lanzar todo lo que encontraba a su paso. La taza de té fue la primera en volar, estrellándose contra la pared y dejando una mancha de cerámica rota y té derrama
—Vanessa, no es nada de eso —le respondí, con un tono que intentaba ser calmado—. No se trata de comparar ni de quién es mejor o peor. Esto… esto no es por eso. No se trata de que Ale sea "más" o "mejor". Es algo que no sé cómo explicarte, algo que simplemente ocurrió y lo lamento. Lamento que estemos aquí, así… pero no quiero que te hagas daño de esa forma. Lamento haberte lastimado…Ella me observó, pasó saliva. —¿Entonces qué es? —me cortó, levantando la voz de nuevo—. ¿Qué tiene ella que no tengo yo? ¿Por qué ella te importa tanto como para arriesgar todo lo nuestro? Para mí era difícil verla así, ver destrozada a la persona con la que había compartido bonitos momentos, no podía tapar el sol con un dedo, solo afrontar las consecuencias de mis decisiones, decisiones de las que no me arrepentía. Eso me convertía en el peor de los hombres, ¿verdad?—No se trata de "tener" algo que tú no tengas. No es una competencia. Ale… ella me hizo sentir algo que no puedo explicar, algo que n
Me convertí en la esposa ideal, la mujer que todo hombre querría a su lado y lo logré, o al menos eso creía. Él era demasiado diferente a mí, pero eso no iba a ser un impedimento, yo podía lidiar con esos pequeños detalles. Alan era demasiado apasionado, teníamos gustos muy diferentes, pero era mi esposo tan guapo. Cuando salíamos juntos se robaba las miradas de algunas mujeres cosa que alimenta mi ego. Él se acopló a mi rutina de vida, eso me demostraba lo mucho que me amaba. Era feliz conmigo. Luego me ascendieron en el trabajo, un logro más a la gran lista de trofeos, no fue fácil, pero lo logré. Quería escalar más y más. Que todos hablaran con admiración cuando escucharan el nombre “Vanessa” mi motivación crecía cada vez que mis padres me veían con tanta admiración. Descubrí que Ale me tenía envidia, pues ella nunca celebraba mis logros, eso me molestaba, tal vez sentía que yo era demasiada luz a su lado. Luego empezó Alan con esas tonterías se quejaba, no me apoyaba, tal vez er
Pero esos pensamientos seguían haciendo estragos en mi cabeza, como una tormenta silenciosa que se iba acumulando dentro de mí. Cada mirada, cada atención que Alan le daba a Ale era una punzada que me atravesaba. Intentaba convencerme de que solo eran ideas mías, pero algo en mi interior no me dejaba en paz. Fue entonces cuando noté el tatuaje de Ale. Me desconecté de la realidad por un instante, como si el tiempo se hubiera detenido. Algo en mí se rompió y la sospecha empezó a tomar forma.De pronto, regresé abruptamente cuando escuché el grito de Ale y vi a Alan salir disparado hacia ella. La forma en que él la miraba me dejó helada. Era una mezcla de preocupación y angustia, sí, pero también había algo más, algo que me negaba a aceptar. Él la observaba con una intensidad que nunca había visto antes. Y entonces, lo oí. Fue un susurro apenas perceptible, una palabra murmurada tan bajo que solo yo, que estaba atenta a cada uno de sus movimientos, pude escuchar: “Sirena”Todo en mí se