Aspiré con fuerza tragándome las lágrimas. —Hasta hoy dejo de ser Alexia Barlier Dedman. Es una lástima que no pueda devolverles su apellido, porque no quiero alimentar su deshonra. Para ustedes, ya estoy muerta. No lo dije yo, lo decidieron ustedes, así que adiós.Giré sobre mi propio eje, mi padre salió de la sala escuché una puerta cerrarse con fuerza y mi madre empezó a llorar. Subí hasta mi habitación, me mordía las mejillas con fuerza para no llorar, recogí la maleta y salí de casa como lo dije sin mirar atrás. Ya no tenía familia, esas fueron las consecuencias de mis decisiones, y no, en ningún momento me arrepentí. Ya no había espacio para arrepentimientos. Caminé algunos minutos sin rumbo fijo, le marqué a Alan y me mandaba a buzón. Entonces me pregunté; ahora qué. ¿Dónde carajos estaba Alan? Ni siquiera me había llamado. Esa pregunta me daba vueltas y vueltas en la cabeza. …No quise ir a casa de Lara, vivía demasiado cerca de mi casa, yo no quería ocasionar problemas. …
—No te preocupes... —dijo en un susurro mientras me acariciaba el cabello—. Estoy aquí.Su voz era suave, una melodía que no me dejaría caer a lo profundo del abismo. Después de unos minutos mis sollozos se fueron apagando poco a poco, pero el temblor en mis manos y la presión en mi pecho seguían ahí. Sentía como si me hubieran arrancado algo por dentro y aunque el llanto me había liberado, también me dejó una sensación de vacío. Josh seguía abrazándome, sin decir nada, permitiéndome sentir ese momento de vulnerabilidad. Cuando logré recuperar un poco la compostura, me aparté apenas lo suficiente para mirarlo a los ojos.—Lo siento —murmuré con la voz ronca, avergonzada por haberme derrumbado de esa manera frente a él. Mis manos temblaban mientras trataba de limpiar las lágrimas que seguían cayendo.—No tienes porqué disculparte —respondió, manteniendo su mirada en la mía—. A veces uno necesita dejar salir todo. Y si no lo haces, te consume.Su manera de hablar me hacía sentir tan
—No tendría ningún problema de compartirlo contigo —soltó una risita—. Ya te dije que me caes bien. Josh exhaló molesto y se alejó, yo sonreí. Adalet tenía esa presencia que atraía todas las miradas sin esfuerzo alguno. Su piel parecía atrapar la luz de manera natural, como si el sol la hubiera tocado solo a ella. Sus ojos, de un azul celeste, tenían una intensidad; reflejaba una mujer de un carácter fuerte. El contorno de su rostro era suave, pero firme, con pómulos altos que acentuaban su elegancia natural. Su cabello rubio caía en mechones suaves, algunos sueltos y otros recogidos, como si no necesitara mucho esfuerzo para lucir impecable.Había algo en sus labios que transmitía una serenidad peligrosa. Una mezcla de dulzura y maldad. Incluso su postura relajada, pero controlada, dejaba claro que Adalet sabía lo que quería y que nada ni nadie iba a interponerse en su camino. A pesar de su bellezahabía una sombra en su mirada. Como si, por un momento, todo ese brillo que la ro
Ella lo miró con esos ojos llenos de orgullo y enojo, levantándose abruptamente y no para irse. Todo lo contrario.—No me digas Ada —masculló entre dientes—. No voy a ir a ningún lado —respondió con un tono desafiante.Él la miró, pude darme cuenta; lo sacaba de quicio, pero al mismo tiempo en su mirada había tanto amor. —No voy a repetirlo. No es una pregunta. Ella soltó una risita molesta. El tipo no estaba dispuesto a discutir. En un movimiento que fue demasiado rápido para procesar, la levantó de su asiento y literalmente se la echó al hombro como si no pesara nada. Adalet comenzó a patalear, su cabello dorado cayó en desorden mientras intentaba soltarse.—¡Bájame! —gritó furiosa, golpeándole la espalda con sus puños—. ¡Te dije que me bajes, maldita sea!Pero él no le prestó atención, caminó hacia la salida como si nada, todos a su alrededor observaban con curiosidad algunos incluso riéndose por lo surreal de la escena. Los gritos de Adalet resonaban en el club, pero él seguía
Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas, ya no tenía poder sobre ellas, la mezcla de alcohol y emociones explotaron dentro de mí. Todo me dolía. Mi cabeza, mi pecho y esas heridas invisibles. Una tristeza tan grande me atravesó y antes de darme cuenta, ya estaba llorando apoyada sobre la barra, incapaz de detenerme. Limpié mis lágrimas convulsivamente intentando detenerlas, pero ellas tomaron control de mí. Era como si cada trago rompiera cada una de las barreras que había construido alrededor de mis emociones. La tristeza, el dolor, la frustración, todo salió. Entonces reconocí lo mucho que me dolieron cada una de las miradas y palabras de mi padre. Empecé a llorar, la respiración se me entrecortaba, todo eso que intenté reprimir me aplastó. Josh intentó acercarse, pero solo alcancé a levantar una mano débil, intentando detenerlo. No quería que nadie me viera así, rota y vulnerable, no tenía fuerzas para seguir fingiendo. El licor me había superado y con él todo lo que había
Josh la miró con comprensión y ternura. Sabía que no era necesario disculparse; él estaba allí porque quería estar, sonrió.—No tienes que disculparte, Turquesa—respondió en voz baja, con una mano firme en su espalda mientras la otra apartaba un mechón de cabello pegado a su rostro—. Todos tenemos momentos difíciles… y está bien dejarse caer, es necesario para seguir adelante. Ale asintió, pero sentía que todo se sacudía a su alrededor, por eso intentaba aferrarse a Josh, apoyó la frente en el brazo de Josh, ya no intentaba contener las lágrimas. —Per-perdon…es que… no sé cómo hacerlo… —susurró entre lágrimas—. No sé cómo dejar de sentirme así… todo me ataca…Josh soltó una risita, la sujetó con más fuerza, le acarició la espalda. —Sabes, Turquesa —dijo suavemente—. A veces creemos que somos invencibles, que podemos cargar con el peso de todo sin que nos quiebre. Pero eso… eso es solo una mentira que nos contamos para sobrevivir.Aspiró muy despacito, no sólo se lo decía a ella,
—Tienes razón. Nuestra misión es esa; ver al amor de mi vida ser feliz con el amor de la suya. Es lo que más anheló y de verdad me alegra saber que ahora está con él. —Así es, tal vez en otra vida tengamos esa oportunidad —agregó Josh. —¿Crees que tenga un buen salvavidas? —inquirió Luca preocupado.—Él se ve como alguien que la sostendrá, no va a dejarla hundirse —afirmó Josh con una leve sonrisa—. Pero va a ser un viaje difícil. Ya la conoces, ella no es alguien que se rinda fácil. Y él la ama, te lo puedo jurar. Luca cerró los ojos, soltó todo el aire acumulado, sonrió con nostalgia, de verdad le daba gusto por su chispita, a pesar de que venían cosas difíciles para ellos, ella al fin alcanzó la felicidad que merecía. —Está de más pedirte que la cuides. Apóyala, no la dejes sola —susurró.Josh soltó una risita, intentando aligerar el ambiente.—Al principio estuve pendiente de ella porque me lo pediste —admitió—. Pero con el tiempo le tomé aprecio. Se convirtió en una gran ami
—¿Hablar? ¿Quieres hablar, Alan? —exclamó con la voz temblorosa—. ¡Esto es culpa de esa maldita zorra! ¡Ella decidió arruinarlo todo! ¡Yo no tengo nada de que hablar!—Vanessa, no es culpa de ella. Si quieres culpables me tienes a mí. Y gritando no vamos a llegar a nada —respondí, cansado, sentí que ya habíamos llegado a un punto sin retorno.Saqué mi teléfono del bolsillo dispuesto a buscar un lugar a dónde ir para tomar mis cosas y darle espacio, pero Vanessa se lanzó hacia mí, arrebatándome el móvil de las manos. Antes de que pudiera detenerla, vi cómo lo levantaba y lo lanzaba al suelo con todas sus fuerzas. El golpe fue seco y el teléfono se destrozó en mil pedazos sobre la alfombra.—¡No voy a dejar que llames a esa puta! —¡Vanessa, basta ya! —exclamé subiendo el tono. Pero no me escuchaba. Empezó a gritar, empezó a lanzar todo lo que encontraba a su paso. La taza de té fue la primera en volar, estrellándose contra la pared y dejando una mancha de cerámica rota y té derrama