—¡Deja de defender a esa maldita perra! —gritó—. ¡Defiéndeme a mí! ¡Yo soy tu esposa!Vanessa logró zafarse de su agarre levantó la mano abofeteándolo dos veces. Su expresión era de rabia, angustia, impotencia. No podía controlar el temblor de su cuerpo, su pecho subía y bajaba con cada respiración. Alan no se movió, la miró a los ojos. No existía una palabra que pudiera consolarla, cómo explicar lo inexplicable. No había excusa ni justificación que pudiera suavizar ese dolor. No podía saltarse la etapa de lastimarla, era inevitable. —¡Defiéndeme a mí! —volvió a gritar, entre sollozos—. ¡Soy tu esposa! ¿No ves lo que me está haciendo? ¡Es mi hermana! Y tú... tú … Ella se te metió por los ojos. Es una cualquiera ¡No puedo creer que la sigas defendiendo!—Vanessa. Ya no más —susurró—. Esto no es solo culpa de ella, es culpa mía. Yo también la busqué. Me enamoré de ella… Vanessa lo miró, no podía asimilar lo que estaba ocurriendo, no podía aceptar que su esposo, el hombre que ella elig
…Eran casi las doce del día. Me di un baño, me maquillé para ocultar las ojeras. Miré el teléfono y aún no había señales de Alan. No dudaba de su amor, pero sabía que Vanessa haría cualquier cosa por retenerlo. Bajé a la sala, me sentí asfixiada en mi propia casa. Mis padres estaban ahí, esperándome. Me miraron fijamente, pero no con una mirada de amor sino una que me apuñalaba. —Siéntate —habló mamá —. Ya han pasado unas horas desde… bueno tiempo suficiente para pensar las cosas con calma. Me senté, estaba lista para escuchar el disparo. Mi papá se aclaró la garganta y habló con voz firme, casi fría.—Espero que hayas tenido tiempo de recapacitar sobre tus errores. Claramente no estábamos esperando algo tan descabellado de tu parte, aún así sigues siendo nuestra hija. Alexia hemos estado pensando en lo que es mejor para ti —comenzó, cruzando los brazos—. Este... desliz tuyo, este error, es algo que no podemos aceptar. Pero hay una salida.Lo miré sin decir nada, clavé las uñas en
El silencio que siguió fue brutal. Vi la incredulidad reflejada en los rostros de mis padres. Jamás imaginaron que mi decisión sería esa. Mi papá fue el primero en reaccionar y lo hizo con furia. Su rostro se transformó, sus ojos reflejaban una rabia que jamás había visto en él.Antes de que pudiera procesarlo, ya se había lanzado sobre mí. Su mano se movió rápido, demasiado rápido, el impacto me dejó aturdida. Sentí la bofetada antes de oírla, el calor se expandió por mi rostro mientras el sabor metálico de la sangre me llenaba la boca. Me había partido el labio. Levanté la mirada. Su mirada era de odio. El dolor físico me quemó la piel, pero no se comparaba al que sentía en el pecho. Respiré hondo, obligándome a no tambalear, a no ceder, a no llorar. Sabía que lo que mi padre buscaba era quebrarme, hacerme reconsiderar, pero yo ya había tomado una decisión. Y no iba a dar marcha atrás.Me quedé quieta con la cabeza en alto manteniéndome firme. No iba a llorar aunque me estaba m
Aspiré con fuerza tragándome las lágrimas. —Hasta hoy dejo de ser Alexia Barlier Dedman. Es una lástima que no pueda devolverles su apellido, porque no quiero alimentar su deshonra. Para ustedes, ya estoy muerta. No lo dije yo, lo decidieron ustedes, así que adiós.Giré sobre mi propio eje, mi padre salió de la sala escuché una puerta cerrarse con fuerza y mi madre empezó a llorar. Subí hasta mi habitación, me mordía las mejillas con fuerza para no llorar, recogí la maleta y salí de casa como lo dije sin mirar atrás. Ya no tenía familia, esas fueron las consecuencias de mis decisiones, y no, en ningún momento me arrepentí. Ya no había espacio para arrepentimientos. Caminé algunos minutos sin rumbo fijo, le marqué a Alan y me mandaba a buzón. Entonces me pregunté; ahora qué. ¿Dónde carajos estaba Alan? Ni siquiera me había llamado. Esa pregunta me daba vueltas y vueltas en la cabeza. …No quise ir a casa de Lara, vivía demasiado cerca de mi casa, yo no quería ocasionar problemas. …
—No te preocupes... —dijo en un susurro mientras me acariciaba el cabello—. Estoy aquí.Su voz era suave, una melodía que no me dejaría caer a lo profundo del abismo. Después de unos minutos mis sollozos se fueron apagando poco a poco, pero el temblor en mis manos y la presión en mi pecho seguían ahí. Sentía como si me hubieran arrancado algo por dentro y aunque el llanto me había liberado, también me dejó una sensación de vacío. Josh seguía abrazándome, sin decir nada, permitiéndome sentir ese momento de vulnerabilidad. Cuando logré recuperar un poco la compostura, me aparté apenas lo suficiente para mirarlo a los ojos.—Lo siento —murmuré con la voz ronca, avergonzada por haberme derrumbado de esa manera frente a él. Mis manos temblaban mientras trataba de limpiar las lágrimas que seguían cayendo.—No tienes porqué disculparte —respondió, manteniendo su mirada en la mía—. A veces uno necesita dejar salir todo. Y si no lo haces, te consume.Su manera de hablar me hacía sentir tan
—No tendría ningún problema de compartirlo contigo —soltó una risita—. Ya te dije que me caes bien. Josh exhaló molesto y se alejó, yo sonreí. Adalet tenía esa presencia que atraía todas las miradas sin esfuerzo alguno. Su piel parecía atrapar la luz de manera natural, como si el sol la hubiera tocado solo a ella. Sus ojos, de un azul celeste, tenían una intensidad; reflejaba una mujer de un carácter fuerte. El contorno de su rostro era suave, pero firme, con pómulos altos que acentuaban su elegancia natural. Su cabello rubio caía en mechones suaves, algunos sueltos y otros recogidos, como si no necesitara mucho esfuerzo para lucir impecable.Había algo en sus labios que transmitía una serenidad peligrosa. Una mezcla de dulzura y maldad. Incluso su postura relajada, pero controlada, dejaba claro que Adalet sabía lo que quería y que nada ni nadie iba a interponerse en su camino. A pesar de su bellezahabía una sombra en su mirada. Como si, por un momento, todo ese brillo que la ro
Ella lo miró con esos ojos llenos de orgullo y enojo, levantándose abruptamente y no para irse. Todo lo contrario.—No me digas Ada —masculló entre dientes—. No voy a ir a ningún lado —respondió con un tono desafiante.Él la miró, pude darme cuenta; lo sacaba de quicio, pero al mismo tiempo en su mirada había tanto amor. —No voy a repetirlo. No es una pregunta. Ella soltó una risita molesta. El tipo no estaba dispuesto a discutir. En un movimiento que fue demasiado rápido para procesar, la levantó de su asiento y literalmente se la echó al hombro como si no pesara nada. Adalet comenzó a patalear, su cabello dorado cayó en desorden mientras intentaba soltarse.—¡Bájame! —gritó furiosa, golpeándole la espalda con sus puños—. ¡Te dije que me bajes, maldita sea!Pero él no le prestó atención, caminó hacia la salida como si nada, todos a su alrededor observaban con curiosidad algunos incluso riéndose por lo surreal de la escena. Los gritos de Adalet resonaban en el club, pero él seguía
Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas, ya no tenía poder sobre ellas, la mezcla de alcohol y emociones explotaron dentro de mí. Todo me dolía. Mi cabeza, mi pecho y esas heridas invisibles. Una tristeza tan grande me atravesó y antes de darme cuenta, ya estaba llorando apoyada sobre la barra, incapaz de detenerme. Limpié mis lágrimas convulsivamente intentando detenerlas, pero ellas tomaron control de mí. Era como si cada trago rompiera cada una de las barreras que había construido alrededor de mis emociones. La tristeza, el dolor, la frustración, todo salió. Entonces reconocí lo mucho que me dolieron cada una de las miradas y palabras de mi padre. Empecé a llorar, la respiración se me entrecortaba, todo eso que intenté reprimir me aplastó. Josh intentó acercarse, pero solo alcancé a levantar una mano débil, intentando detenerlo. No quería que nadie me viera así, rota y vulnerable, no tenía fuerzas para seguir fingiendo. El licor me había superado y con él todo lo que había